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Año 2, No. 12, marzo de 2000 ¿Existen pueblos indígenas en la capital ecuatoriana?Por: José Atupaña Primera Parte: "Es tarea de todo runa <ser humano> hoy más que nunca, asumir retos y roles constructivos", sentenciaría un abuelo si nos atreviéramos a preguntarle: ¿Qué podemos esperar de una pasividad franciscana, de una mediocridad espantosa, de un quemeimportismo creciente o de un conformismo sepulcral? Iniciado el año dos mil no hay espacios para indecisos, apolíticos, "independientes" o parecidos. Todos somos hijos de la Allpa Mama, sin embargo, el ser humano se ufana en declararse "amo y señor" de ella; se afana en llamar a modernizar los esquemas de organización social o políticos caducos de la actual República del Ecuador pero, no es capaz, siquiera, de imitar a las imperceptibles y tesoneras hormigas y construir este país sobre el respeto a las culturas ancestrales y sabidurías milenarias. Tantos han sido los discursos retumbantes que se esparcieron en pedazos al explotar los raquíticos corazones y los perturbados cerebros de los recaderos de oligarcas e imperialistas, empeñados en cubrirse mutuamente saqueos y fugas de banqueros, ministros y jueces; es más, sus representantes que no son más de 30 ó 40 se turnan entre el Congreso, las Cortes o los Ministerios del Estado desde que este pobre país se constituyó en República. ¿Manejando qué argumentos se han mantenido como sectores de poder hasta la actualidad? Básicamente, son tres: en primer lugar, por su poder económico, logrado gracias al saqueo de nuestros recursos naturales, a la explotación inmisericorde del trabajador y a la apropiación de los dineros del Estado. En segundo lugar, a la existencia de un marco jurídico (incluido la Constitución), convertido en un catálogo de argumentos para defender sus trapacerías y que garantiza los intereses en forma exclusiva de estos grupos poderosos, a tal punto que todos los poderes del Estado están bajo su égida. Como resultado de esto se encuentra un tercer motivo, la existencia de una absurda democracia excluyente, racista, no participativa y orientada a dirimir solamente las contradicciones de los dueños del poder económico. Solamente sucesos como los ocurridos en los inicios del año 2000, destapan las ollas de grillos y delatan la caducidad producida por los manoseos y las imposiciones de los usufructuadores de las riquezas de los doce millones de ecuatorianos, parapetados atrás de la sombra del imperio norteamericano. Los empedernidos defensores de la dolarización no han dicho que su imposición encubre entre otras cosas la estrategia de estados Unidos para enfrentar al euro y afianzar su dominio en territorio americano bajo una sola moneda, el dólar. La globalización no constituye una solución celestial por la que debe optar el país a cualquier costo, a uniformar nuestras formas de pensar, en fin, ésta no es otra cosa que el monopolio más grande de la estafa para fabricar el mundo a imagen y semejanza del imperio. No hay otra forma de entender cómo por un lado proclaman "salvar al país" pero sólo salvan el país de los "banqueros", abren el diálogo con "todos" los sectores pero sólo se escuchan entre ellos, dando como resultado la imagen de una patria llena de parches autodestructivos. Mientras en los centros del poder y de decisiones se urden dramas y comedias, otros hechos más puntuales muestran el verdadero panorama social y político del país. La llegada incontenible de familias migrantes, desde todos los rincones del país a la ancestral Quito: ciudad con alrededor de dos millones de habitantes, con diversidad de pueblos, lenguas, culturas y formas de expresarse y producir; ciudad con matices sociales y desequilibrios espeluznantes; desde la agudización de la crisis económica de las familias, la desnutrición de los niños. ¿Los indígenas abandonan sus comunidades? "Si mi familia pudiera educarse dignamente, pudiera alimentarse como debe, si en los aspectos de salud fuera atendida, si tuviera la posibilidad de garantizar mi ingreso para el sustento familiar, jamás hubiera salido a un medio totalmente adverso como la ciudad", comentó un trabajador de la construcción. La presencia indígena en las grandes urbes es forzada, obligada por las políticas estatales y gobiernos con poco espíritu nacional, éste es el verdadero rostro de la atención estatal, sólo así se entiende la cada vez acentuada falta de fuentes de trabajo, la carencia de planteles educativos, la condición cada vez más retaceada y estéril de nuestra tierra a la que se ha sometido por la sordera permanente de las autoridades seccionales y nacionales. Llegamos a explorar nuevas condiciones de "vida", a colisionar con un mundo incrustado en una carrera sin rumbo y la guerra constante contra la insatisfacción, gracias al consumismo. Si preguntamos a los ya "quiteños" si su estancia en esta ciudad es solo por un tiempo limitado, pocos responden que desean mantenerse por mucho tiempo. La mayoría anhela volver a su tierra natal, a seguir junto a la chacra, a respirar aire puro, a percibir la libertad de los pájaros, a generar la alegría comunitaria que nuestros padres cultivaron como norma de salud. A propósito de esta consideración, la salida más simplista y mediocre sería la de impulsar su pronto retorno hacia sus lugares de origen. Esa ha sido la mentalidad con que han vivido los que han usufructuado las riquezas de nuestro país. No! No se trata de que se regresen. La verdadera urgencia consiste en generar condiciones políticas, sociales, culturales y de vida misma aquí en el medio urbano y también en el campo, pues en ambos espacios se recrean las más diversas formas acordes a sus características. Lo que se trata es que este proceso tenga un sentido constructivo y de desarrollo real de nuestro país, la posibilidad de retomar, de recrear la minga que genere riqueza, la opción creativa para que lideremos colectivamente el desarrollo nacional, donde la sociedad urbana entienda la gran riqueza histórica y cultural de los pueblos que conformamos el Ecuador. El reto de los habitantes de la ciudad radica en empezar a vivir procesos de autoencuentro y autoreconocimiento, de manera que germine desde sus entrañas la necesidad de conocer al otro, de valorar y aprender juntos. Es cierto que la idea de "abundancia", el "facilismo", las múltiples "oportunidades" del mercado, el inmediatismo atrajeron a muchos de nuestros wawkikuna (hermanos), quienes en un tiempo récord engrosaron las filas de nuevos "ciudadanos", convirtiéndose rápidamente en sujetos que viven al día, esclavos de la moda. Otros procurando ingresar a la competencia, a la superación individual, hemos desoído la cosmovisión de los pueblos indígenas que es colectiva, de asumir comunitariamente las responsabilidades, las decisiones, las luchas, los triunfos y las derrotas. Formas nuestras que se contraponen con la forma de ver y actuar de occidente que es individualista. ¿Etapa de la desaparición indígena en las grandes urbes o reconstrucción de los pueblos indígenas a partir de las mismas? ¿Cómo, indígenas en la ciudad, acaso Quito es un "pueblito" parroquial? ¡Hey, no digas eso, organización indígena en tu llacta, aquí es la capital del Ecuador! Quitate taitico! Ven guambrito, cargá este saquito! ¡Uf, ve, esa manada de longuitos parecen tus familias (refiriéndose a niños que salieron a recorren museos del centro histórico de Quito, en 1986)! S Para no retroceder más allá, en la década del 80 era común escuchar expresiones, gestos o actitudes como las indicadas que se confundían entre mofas y compasiones. Al entrar al año 2000, la milenaria ciudad de Quito, la que vio nacer a pueblos y culturas con miles de años de historia como Cotocollao, El Inga, Ilaló. Tierra que tanto amó Ataw Allpa (Atahualpa) por la gracia del Gran Señor su Tayta Inti, en cuyo centro da la sombra cero en los comúnmente conocidos equinoccios de marzo y septiembre, festividades y acontecimientos importantes, como el inicio del año indígena el 20 de marzo, la Gran Fiesta del Mushuk Nina, como la dedicada a la madre naturaleza, a la Pachamama, a la Mujer, a la fertilidad el 22 de septiembre, denominada Kolla Raymi. Quito que en las lenguas mayas significa el centro del mundo, que vio nacer a uno de sus intrépidos hijos que ofrendó su vida por defender la dignidad de su pueblo, por el amor a su tierra, a su historia, a su estirpe. Este Quito que hasta la actualidad h a recibido a sus hijos para defender el honor, el derecho a la vida, la dignidad del ser humano, la posibilidad de la continuidad de vida como la ocurrida recientemente que desembocó en los hechos del 21 de enero, cuenta con alrededor de dos millones de habitantes, de los cuales, algo más de 350 mil son indígenas y forman parte ya de esta urbe. Para graficar brevemente las estadísticas de la población indígena en el medio urbano mencionemos la más de 450 mil en Guayaquil y no menos de 150 mil en Santo Domingo de los Colorados, por tomar tres ciudades. Qui-tu como espacio histórico cultural, tierra que vio desarrollarse en su seno las múltiples manifestaciones culturales, que viera regarse la sangre de sus hijos y que posteriormente sería bautizada como Ecuador u "ombligo", teje ahora una nueva sociedad. Aquí están los pueblos indígenas conocidos como "los migrantes", quienes aseguran que son de y en Quito, mientras no se ponga sobre el tapete el sobrenombre impuesto por los geodésicos. Están en el centro, al norte y al sur de la ciudad; se han ubicado en los barrios periféricos. Se han organizado como miembros de una misma comuna o como jóvenes que practican una actividad similar tanto en lo deportivo como en lo cultural o de trabajo. Otras están en asociaciones de mujeres, de vendedores, de trabajadores de mercados (cargadores), de la construcción (peones y albañiles), otras formas organizativas como la de estudiantes y profesionales indígenas. El resto están organizados en pequeñas cooperativas de ahorro y crédito, de transportes, de comerciantes minoristas, en fin. Ahí están los Puruáhes de Chimborazo, los Guarangas de Bolívar, los Chibuleos de Tunguragua; cómo olvidar a los Panzaleos de Cotopaxi, cuyos miembros más destacados son los Tiguas en esta ciudad. Se suman los Imbayas de Imbabura. Los nombrados por estar en mayor número, pero no faltan otros pueblos como Saraguros que aportaron para la unidad de los pueblos y nacionalidades indígenas con uno de sus mejores y apreciados hijos, Luis Macas. Están los cañaris, los salasacas, los shuaras (sobre todo jóvenes que están preparándose en las diferentes universidades de esta ciudad). Es arduo aún el proceso de reencuentro de los indígenas en la ciudad, por lo que sigue en pie esta tarea de aglutinar a esa gran parte de la población que todavía no está organizada, pero que gracias a la enseñanza de nuestros jatun yayakuna (abuelos), muy pronto estaremos indisolublemente unidos. Este proceso ha sido lento, pero se desarrolla de manera progresiva con la decidida inserción del Movimiento de Organizaciones Indígenas de Quito (MOIQ), organización que por razones de carácter político y estratégico ha evitado la publicidad priorizando el trabajo en sus bases. Se sustenta en dos pilares de acción: Lucha incansable por la unidad de los pueblos, particularmente la de los indígenas y el otro, trabajo sostenido y progresivo en la reafirmación y desarrollo de nuestra identidad histórico-cultural. Definido así, para el MOIQ, no existe reinvindicación alguna, ni posibilidades de mejora en la calidad de vida sin la unidad en una realidad diversa, tampoco desarrollo sin identidad histórico, político y cultural. Ha preferido impulsar iniciativas de carácter educativo con la apertura de planteles de educación primaria y secundaria de carácter intercultural y bilingüe (quichua-español), la recuperación del valor de los espacios ceremoniales de nuestros abuelos como el Yavirac (Panecillo), generar espacios de encuentro, de reflexión y propuestas creativas para buscar soluciones a sus problemas a través del Proyecto Mishki Samari que se realiza todos los últimos jueves de cada mes; los espacios de recreación y uso del tiempo libre para los jóvenes y las familias a través del proyecto de Deportes (fútbol, ecuavoley y deportes ancestrales), Jornadas de capacitación y encuentros de socialización de experiencias con jóvenes, mujeres y líderes. En el propósito de generar participación y reencuentro entre los pueblos indígenas de Quito, se ha impulsado iniciativas de trabajo cultural a nivel de las comunas ancestrales de los alrededores de Quito, para quienes el inconsulto nombre de Distrito Metropolitano, no ha significado atención para sus necesidades reales, al contrario, las amenazas de usurpación y tráfico de tierras se mantienen a la orden del día. Consecuentes con el Mandato asumido se ha mantenido relaciones fraternas y de apoyo con la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE), con la Confederación de Pueblos de la Nacionalidad Quichua (ECUARUNARI) así como con la organización Provincial Pichincha Riccharimui. Creemos que este proceso desatado empieza a permitirnos cosechar los primeros frutos, esto requiere de un esfuerzo mancomunado donde dirigentes, organizaciones, todos y cada uno tenemos la responsabilidad de cuidar y desarrollar nuestro destino en un ambiente de armonía, de integralidad con prácticas reales de Interculturalidad siendo como es el Ecuador un país pluricultural y multinacional. Parte de esta realidad se ha empezado a vivir en Quito, con la declaratoria de algunos barrios que tienen una alta población indígena, de acoger y declararse comunas, propuesta que es altamente saludable, tomando en cuenta las nuevas formas de organización de los pueblos desde las urbes y de cara al nuevo milenio. Movimiento de Organizaciones Indígenas de Quito (MOIQ) |