|
Publicación mensual del Instituto Científico de Culturas Indígenas.
Año 3, No. 23, febrero del 2001
A propósito del ultimo levantamiento indígena: Divorcio entre movimiento político y movimiento social
Kintto Lucas
Resumen Ejecutivo
El autor se preocupa por la relación que existiría entre el movimiento social y el movimien político que pudo evidenciarse
en el último levantamiento indígena. Esta separación puede ser asumida como un divorcio, de ahí el cuestionamiento al
movimiento pachakutik que no ha logrado interpretar al movimiento social ¿Cuál es el sentido de Pachakutik? Se
pregunta el autor, ¿Transformarse en un partido más de centroizquierda, apoyado por algunas ONGs, con algunos
representantes que hablen quichua y aferrado a una ''institucionalidad'' de politólogos? El autor dice que no, y que el
triunfo político de este último levantamiento, sirva para rebasar los intereses de grupo y profundice en la construcción de
un identidad social en el movimiento político y una identidad política en el movimiento social.
Uno
El último levantamiento no solo volvió a demostrar que el movimiento indígena es la única fuerza social con estructura
organizativa y capacidad de movilización en Ecuador, si no la única con restos anímicos para sobreponerse a los golpes del
poder. Un movimiento que ha sabido crearse y recrearse a si mismo con el correr de los años, pasando de entender y
reivindicar su propio espacio a entender y reivindicar el espacio de todos.
El movimiento indígena ecuatoriano es la expresión de un país que no quiere desaparecer en la vorágine de un modelo
excluyente. Un modelo propiciado por sectores nostálgicos de la mano dura, mercaderes de autonomías y soberanías. Una
exclusión observada desde las encuestas por los sectores de ¿centroizquierda? acostumbrados a pensar en las elecciones y
no en la construcción de un país distinto. Un modelo de exclusión, analizado desde los escritorios por los politólogos,
amantes de los indios bien vestiditos, perfumados con agua de colonia y reivindicando cuestiones étnicas, como expresión
viva de una democracia a la medida del papel.
La protesta de estos días que surgió desde las provincias y creció a nivel nacional, muestra el error constante de nostálgicos,
¿centroizquierdistas? y politólogos. Pero sobre todo deja claro el sentido de respuesta de las bases indígenas que iniciaron y
profundizaron un levantamiento por encima de la dirigencia nacional. Que asumieron una unidad surgida a partir de aquella
reunión de enero entre ECUARUNARI, FEINE y FENOCIN demostrando una sólida y siempre viva construcción
organizativa desde abajo que puede aflorar, como afloró, ante los golpes de la política económica de ese modelo
excluyente. Sin embargo, esa capacidad de acción y reacción indígena en momentos críticos muchas veces no alcanza a
verse reflejada totalmente en una expresión política. Eso se nota en el divorcio entre el movimiento social que representa la
CONAIE y el movimiento político que representa Pachakutik.
Dos
Por el lado de Pachakutik el divorcio se ha expresado en el hecho de que muchas veces no ha logrado interpretar al
movimiento social al que representa a la hora de instrumentar alianzas electorales que reflejen la identidad de un
movimiento que salta de la lucha social a la lucha política. Esa incapacidad de comprender el momento político e interpretar
el nivel social quedó en evidencia cuando en 1998 se fue a la cola de otros sectores y no se priorizó las candidaturas
propias, en muchos casos más representativas que las ajenas, lo que fue más notorio en Pichincha.
Entonces se desperdiciaron las candidaturas de Luis Macas, Albeto Acosta o Julio César Trujillo. Volvió a quedar en
evidencia en el 2000, en las elecciones para alcaldes, cuando se fue a la cola de la Izquierda Democrática, permitiendo que
capitalizara en Pichincha la rebelión del 21 de enero, cuando no la representaba. Y se volvieron a desperdiciar candidaturas.
Faltó visión de largo plazo y no existió capacidad para dejar de lado ciertas diferencias internas e ir con candidatos propios
representativos que ayudaran a construir su identidad. Marearon los cantos de sirena de la Izquierda Democrática y no hubo
capacidad de imponer un candidato a prefecto a cambio de apoyar la de su candidato a alcalde.
Por otra parte, Paco Moncayo, que fue una expresión del 21 de enero de 2000, no solo se pronunció tibiamente sobre el
último levantamiento, si no que dejó que los ministros de defensa y gobierno desconocieran su autoridad y la autonomía del
Municipio al desconocer el permiso municipal para que los indígenas ocuparan El Arbolito, al sitiar la Universidad
Politécnica Salesiana, al permitir el corte de agua. ¿Cuál es el sentido de Pachakutik? ¿Transformarse en un partido más de
centroizquierda, apoyado por algunas ONGs, con algunos representantes que hablen quichua y aferrado a una
''institucionalidad'' de politólogos?. No creo. Eso sería nefasto, no solo para la construcción política de las nacionalidades
indígenas si no para la organización de diversos sectores populares que todavía creen en la construcción de un movimiento
de nuevo tipo que apunte a las transformaciones sociales que se necesitan.
Un movimiento sin los vicios de cierta vieja izquierda, corroída entre las piedras de un muro que se le cayó encima; y sin
los acomodos de cierta nueva ¿izquierda?, instruida y empapelada en los escritorios de la politología, esa especie de
patología de la postmodernidad.
Tres
Pero el divorcio entre movimiento político y movimiento social también se observa en las posiciones asumidas por algunos
diputados o alcaldes electos que parecen tener el objetivo de representarse a si mismos en lugar de al colectivo que los
eligió. Sucedió el 21 de enero de 2000 con algunos/as que temblaban con la posibilidad de perder su puestito en el
Congreso. Sucedió ahora con algunos alcaldes y prefectos que les preocupó más su imagen personal que la lucha de sus
hermanos/as. Como el alcalde de Otavalo que en lugar de sumarse a la movilización y preocuparse por la brutal represión
policial y militar, declaraba su sufrimiento porque los indígenas no permitían ''el buen funcionamiento de los mercados''.
Aunque después, con las cartas sobre la mesa, se mostró defensor del levantamiento.
También es cierto que esas posiciones no se pueden generalizar, por suerte también hubo y hay algunos diputados, que han
apostado a mantener una comunicación directa con sus bases y se han apoyado en ellas a la hora de proponer algo en el
Parlamento como fue el caso, entre otros, de Miguel Lluco antes, y de Gilberto Talahua ahora. A nivel de alcaldías nos
encontramos con alcaldes como Auki Tituaña, de Cotacachi, que además de construir un modelo participativo en su ciudad,
no se desvinculó de la movilización de las bases que representa, como ocurrió en este levantamiento.
Pero además no se prestó para cuestionar la representatividad de la dirigencia indígena como buscaba el gobierno, logrando
ubicar en ese gesto el mejor ejemplo de la confluencia entre el movimiento político por el que fue elegido y el movimiento
social al que representa. Actitud similar se vio en la asumida por Virgilio Hernández que supo unificar en esos días su
mirada desde el movimiento político, del cual es parte de su dirección, y el movimiento social al cual se debe. Al analizar la
actuación de varios prefectos y alcaldes vinculados a Pachakutik que no quisieron participar en el levantamiento, Auki
Tituaña ensaya una respuesta que rescata la esencia del complemento entre la actuación del movimiento político y la del
movimiento social.
Entonces dice: "Me han decepcionado (se refiere a los alcalde y prefectos que no adhirieron al levantamiento). En
momentos difíciles los dirigentes deben estar con su pueblo. Y no solo ver a los indígenas como recurso electoral. No
estamos de acuerdo con la posición cómoda que mantienen varios políticos detrás del escritorio, aumentando
confrontaciones raciales, ataques verbales". Y más adelante marca su posición en cuanto a la actitud que debería tener el
movimiento político con ellos y comenta: "El Movimiento Pachakutik dio orientaciones específicas para que los 27 alcaldes
y cinco prefectos se sumen al proceso de lucha. Y cuando se dio la emergencia debíamos dar la señal de que estamos
presentes y que no somos invisibles.
Se pedirá la remoción de sus cargos por no haber respetado los principios básicos del Movimiento. Si bien eso no se podrá
lograr, quedará como una sanción moral". Tal vez esas palabras de Auki Tituaña reflejen lo que debería ser una actitud
coherente y constante del movimiento político en relación con aquellos y aquellas que abonan al divorcio con el movimiento
social.
Cuatro
Por el lado de la CONAIE el divorcio se ve en la posición asumida por Antonio Vargas al desconocer la existencia del
movimiento político, y en lugar de tender puentes para construir dos herramientas que se complementen en la lucha, en las
propuestas, en el diálogo con el poder y otros sectores políticos, sociales o militares, asumió un protagonismo individual
que no ha ayudado en la construcción del colectivo.
Pero también se puede apreciar en quienes pregonan por un movimiento indígena etnicista, que no se "contamine" con otros
sectores sociales y por lo tanto que no apueste a construir el gran movimiento social del Ecuador, que a su vez se vea
reflejado en el gran movimiento político que debería ser Pachakutik.
El divorcio también se visualiza en el nombramiento de la persona que dirige el CODENPE, que en los últimos años en lugar
de representar al movimiento indígena ha representado al gobierno de turno. Antes con Mahuad, ahora con Noboa. Otro
factor que abona a la separación, es una suerte de influencia extraña a la construcción indígena y popular. Y en esa
influencia extraña, se puede ubicar a determinados asesores, a cierto candidato empresarial-presidencial que anda buscando
un vicepresidente indígena, a dirigentes sociales que no ubican su papel junto a un movimiento con la representatividad que
ellos no tienen, a sectores que intentan hegemonizar social y políticamente lo popular, a medios de comunicación que
medran con las diferencias internas como en el caso de las firmas para la consulta popular.
Al hablar de influencia extraña también hay que mencionar aquellos que en el último levantamiento, desde afuera del
movimiento social, presionaban por aceptar del gobierno lo mínimo e indirectamente terminaron influyendo para que se
acepte menos de lo que se podía lograr. También están los otros, los que querían radicalizar la protesta porque sí, sin un
sentido político de la actuación social. Ni unos ni otros tenían propuesta política de largo plazo, solo pensaban en salvar
(¿o empeorar?) el momento.
Cinco
Esas contradicciones entre movimiento político y movimiento social, sumadas a la incapacidad de un debate político
profundo en uno y otro lado pueden llevar a situaciones grotescas, como la posibilidad de que un dirigente indígena
amazónico, que cuando era diputado fue acusado de vínculos con la corrupción, salga de la cárcel para ser candidato del
movimiento político en mayo de 2000, y en marzo de 2001 pueda intentar ser presidente o vicepresidente del movimiento
social.
En todo caso, lo importante del último levantamiento indígena no está en el acuerdo, que (como dijo un editorialista del
diario Expreso) ''refleja poca capacidad negociadora de los dirigentes indígenas, fáciles presas de los políticos de viejo cuño,
duchos en maniobras''. Hacia afuera lo importante es haber demostrado que el movimiento social mantiene intacta su
capacidad de respuesta, que está un paso adelante de los partidos (incluso del movimiento político que lo representa), que
las bases pueden sobreponerse a una dirigencia cuestionada y que a la hora de escuchar a los protagonistas de la
construcción nacional es imposible no tenerlo en cuenta.
Hacia adentro volvió a dejar en evidencia ese divorcio entre movimiento político y movimiento social, del hablamos. Pero
más allá de los logros concretos del acuerdo, el último levantamiento fue un triunfo político del movimiento indígena, y por
lo tanto del movimiento social en general, que obligó al gobierno a ceder mediante la protesta. La imagen del gobierno, que
fue de la intolerancia al diálogo, luego de que dejara seis muertos por el camino, también es parte de esa victoria política.
Ojalá que ese triunfo político del movimiento social sirva para seguir construyendo el poder desde su raíz y se vea reflejado
en el accionar del movimiento político. Que el divorcio entre movimiento político y social no permita que otros se lleven
las medallas sin poner nada, ni siquiera un mensaje de solidaridad con el levantamiento.
Pero sobre todo, que este triunfo sirva para rebasar intereses de grupo y profundice en la construcción de un identidad
social en el movimiento político y una identidad política en el movimiento social, apostando a la edificación de alianzas
estratégicas más duraderas que las meramente electorales, que sirvan para acumular fuerzas hacia el futuro.
© Los artículos del presente Boletín ICCI, pueden reproducirse citando la fuente
|