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Boletin ICCI ARY-Rimay
Boletín ICCI-ARY Rimay, Año 11, No. 129, Diciembre del 2009

El mariscal que fue derrotado por un caballo


Patricio Melo

Chillogallo es una de las Parroquias más antiguas de Quito, se ubica al Sur de la ciudad, a inicios del siglo XIX fue testigo de uno de los acontecimientos que  determinaría el nuevo rumbo de nuestros pueblos.

El  24 de mayo de 1822, el Mariscal Venezolano Antonio José de Sucre, al mando de las tropas patrióticas libraría la última batalla por la independencia del coloniaje español. Hecho acontecido al pie del volcán Pichincha, cuenta la historia que las tropas libertarias descansaron la noche previa a la batalla en la llanura de Chillogallo.

En la década del 70 del siglo XX, para perpetuar este acontecimiento histórico en la memoria colectiva, la República de Venezuela donó al Cabildo capitalino un monumento en el cual figuraba el Mariscal Antonio José de Sucre sobre un brioso corcel.

El lugar donde fue erigido el monumento fue el redondel de Chillogallo, y allí permaneció por varias décadas. Los habitantes del Sur de la ciudad  bautizaron cariñosamente a este monumento con el apodo de “el caballito”.  Con el pasar de los años se convirtió en un lugar simbólico del Sur, lugar de encuentro y referente especial para propios y extraños.

Por esas cosas insólitas y que no tienen explicación, sucedió que el héroe y su caballo se transfiguraron en uno solo, como uno de esos seres mitológicos que se describen en las leyendas de los pueblos, y así surgió en el imaginario de la gente la idea del “caballito”. Fue todo un símbolo tanto que los buses de transporte que partían de la Marín, tenían entre sus carteles uno de los destinos obligados el  caballito en Chillogallo; y los ayudantes de los conductores gritaban con sus voces destempladas al caballito, al caballito.

La ciudad creció y lo que antes fueron los límites pronto se convirtió en el centro de una nueva ciudad, para inicios del siglo XX, las autoridades del Municipio deciden construir un paso elevado para aliviar la congestión vehicular, es así que se construye junto al monumento esta obra que rompió la integralidad del paisaje y su entorno.

Y fue así que el Gran Mariscal perdió su primera batalla, frente a la vorágine de una ciudad en crecimiento, ganaron los autos y el monumento fue arrinconado, resultaba que ya no hacía juego con el nuevo paisaje, parecía como que una enorme boa de hormigón armado quería enroscarle al Mariscal y a su caballo, y ellos no podían hacer nada para defenderse.

Un buen día el Mariscal y su caballo desaparecieron, el Municipio había dispuesto una nueva morada para ellos en el parque central de Chillogallo, fueron colocados en un pedestal más alto que el anterior, como haciendo justicia al héroe, su heroísmo y su hazaña.

El antiguo lugar quedó desolado, y lo único que no había sido retirado fue el podio que alojó por décadas al Mariscal Sucre, los vecinos del Sur y los nostálgicos devotos del caballito, ni cortos ni perezosos colocaron un pequeño potrillo, que se lo ve como si quisiera salir volando, cuando los vientos y lluvias castigan con fuerza a esta parte de la ciudad.

En la inauguración de este último monumento, no estuvieron ni el Presidente, ni los Ministros, ni el Alcalde, ni su séquito de colaboradores, ni las autoridades diplomáticas, ni las civiles, tampoco los militares y los curas, al fin de cuentas no era ningún acto oficial, era simple y llanamente la expresión del cariño inmenso que la gente del Sur profesaba a su querido caballito.

Con inmensa paciencia el caballito que hoy está solo, pone gran atención a las conversaciones unas tristes y otras alegres, que mantienen los albañiles que de lunes a lunes, acuden a la plaza con la esperanza de conseguir un trabajo.

Es así como termina este cuento, donde un Mariscal fue derrotado por un brutito.


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