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Boletin ICCI ARY-Rimay
Boletín ICCI-ARY Rimay, Año 11, No. 129, Diciembre del 2009

Editorial

Nuestro pensamiento y los derechos


Hablar del pensar en la sociedad moderna, tienen dos connotaciones de tipo epistemológico, la primera que se presenta como absoluta y universal, y la otra que aún permanece en las esferas de lo que el mundo moderno llama: lo cosmológico, lo mítico, lo exótico, o simplemente cosmovisiones originarias, que por ser originarias, no pueden considerarse válidas a la hora de ejercer varios Derechos, que inclusive están internacionalmente legitimados.

La sociedad moderna y capitalista; se sostiene y se legitima desde un pensamiento dicotomisado y fragmentado de los elementos y seres de la naturaleza, por ejemplo: dicotomiza al ser humano de la naturaleza, al trabajo del quehacer conceptual, al hombre y a la mujer, a las viejas generaciones de las nuevas; y cada uno de estos elementos, los fracciona: a la naturaleza la divide en seres vivos, seres inertes; y en el interior de cada uno de estos existen aún más divisiones; al ser humano lo divide en un ser compuesto por partes, órganos, articulaciones, huesos y músculos, hablando desde la fisiología, y desde la psicología, lo divide en un yo, súper yo y en el ello; y así con todo lo que existe.

La citada fragmentación y dicotomía, es necesaria según la Ciencia; esta nos ayuda a entender de mejor manera el mundo y la naturaleza; así nos dicen en los espacios formales de educación; por lo tanto entender el mundo y la naturaleza científicamente, supone necesariamente pasar por esta separación.

La necesidad científica de entender, de conocer y de hacer pensamiento; suma a sus requisitos, la experimentación y la comprobación de cualquier hecho, sujeto al proceso de pensamiento.

Frente a tales exigencias, nuestros procesos de conocimiento, que son parte de nuestros pensamientos, no podrían ser considerados como válidos, pues no partimos de dicotomías, partimos de complementariedades, por lo tanto el ser humano es parte de la naturaleza y la naturaleza es parte del ser humano; el trabajo o el hacer está íntimamente unido el pasamiento, al pensar; la sabiduría está ligada a la praxis; el hombre y la mujer no son extraños, ni competidores entre sí por naturaleza, son dos en uno, para hacer y reproducir la vida; y lo viejo con lo nuevo, es decir las generaciones que han vivido más y las nuevas generaciones son el nudo que sostiene el árbol del conocimiento; esto no quiere decir que perdemos de vista las diferencias, más bien miramos en ellas el nexo que hace posible la complementariedad; por lo tanto la vida.

Ahora, por qué la idea de la dicotomía y la fragmentación es necesaria en la sociedad capitalista, mejor dicho en toda sociedad basada en estratos o clases sociales, donde la diferencia fundamental es la acumulación de la propiedad privada; la dicotomía existente entre el ser humano y la naturaleza, hace posible que éste se presente como sujeto dominador de la naturaleza, y la naturaleza se convierta en cosa posible de ser explotada, vendida; acumulada, etc.; de la misma manera podemos entender como la dicotomía entre hombre y mujer hace posible, que estos puedan concurrir al mercado laboral como competidores, e inclusive competir como extraños en la propia casa, desde esta misma lógica, podemos entonces entender como lo viejo se torna en el tiempo que se deja, que no se desea y lo nuevo se presenta como lo más valido; solo desde esta forma de ver el mundo, podemos justificar que el ser humano, transgreda a su igual e inclusive a si mismo, porque no se mira desde su totalidad como ser y desde su complementariedad, que le convierte en un todo.

Y es, desde esta lógica, que se quiere limitar el ejercicio de nuestro Derecho a un territorio, solo desde esta forma de entender el mundo cabe la posibilidad de que este Derecho esté sometido a lo que el gobierno determine como Recurso Estratégico para el Estado, por lo tanto guardándose para sí la decisión de intervenir en un territorio, cualquiera que este sea.

Para quienes durante 500 años y más, no hemos perdido el hacer y el pensar ligado a la tierra, el Territorio es parte de nuestra vida, transgredirlo con explotación de minas, hidrocarburos e hidroeléctricas; es la muerte. El territorio no solo es la tierra donde sembramos la yuca, el maíz y la caña, son los ríos que corren libres, llenos de abundancia; es el aire que penetra en nuestros pulmones como penetra en los animales y en los arboles, el territorio son los animales, la plantas, los arboles; son los pasos y las voces que retumban en la selva, el páramo y el mar.

Decir que la explotación de un recurso estratégico en nuestros territorios puede ser considerado de prioridad nacional, sobre nuestra vida, que va más allá del simple hecho de respirar, es solo gobernar desde el pensamiento occidental.

Gobernar desde una práctica intercultural, desde lo que ya está escrito en la carta magna de nuestro país, “La Plurinacionalidad” es entender las otras formas de pensamiento y de vida que existen y que a pesar de 500 años de explotación y de sometimiento aún están presentes.

La historia y la lucha de los pueblos indígenas, por la tierra, por el territorio y por el trabajo, ha estado presente desde que los pueblos europeos llegaron a nuestras tierras, ha estado presente a lo largo de la historia republicana y hoy está presente para causar una ruptura epistemológica, política y productiva, donde el eje económico sobre el que se organiza la sociedad, sea la reproducción de la vida de todos los que hacemos el Ecuador, entendidos estos, como pueblos organizados y cohesionados en un territorio.

A partir entonces del reconocimiento del Estado Plurinacional es que seguiremos produciendo y gobernando en las comunidades y en los barrios; ejerciendo el Derecho a la determinación cultural, económica y política.


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