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Boletin ICCI ARY-Rimay
Boletín ICCI-ARY Rimay, Año 12, No. 139, Octubre del 2010

Unos otros rostros del 30-S


María Fernanda Vallejo

Hay historias mínimas, como fotografías, como pictogramas que poblaron el 30 de septiembre de 2010. Hay indicios que provocan la lectura de un país con una compleja estructura social, con una compleja dinámica y que evidencian las oscuras herencias de los históricos juegos de poder.

Hay cosas que valorar de este extraño día que se vivió el Ecuador. La primera, es la capacidad de atención que tiene la gente. La presencia de la ciudadanía de forma activa durante los acontecimientos del 30 de septiembre da cuenta de que, a pesar de lo que se diga, la población está politizada, pulsa a su país y no siempre del modo equivocado. Está atenta y despierta, pero podría estar perdida... lo que la hace peligrosa. La segunda, es que el caos que se creó por la perversa cobertura de los medios de comunicación –que mostraron claramente su oportunismo y carroñería- permitió ver en perspectiva los resultados históricos de la inequidad en la que la derecha ha mantenido a sus territorios, y además mostró el rostro de la derecha inmersa en Alianza País.

Los desmanes y la situación de caos terrible vivido en la costa muestran las relaciones atomizadas y clientelares, que en el caos afloran con facilidad. Los saqueos no fueron una cosa sólo de la delincuencia común. La gente, el ciudadano común, salió en desbandada a intentar recuperar algo – sin saber bien qué- que sintió que le fue usurpado o negado. Los guayaquileños saquearon farmacias y robaron medicamentos que ni siquiera sabían si les iban a servir. Se robaron cosas “por si acaso”... esa fue la revancha de Guayaquil ante la impunidad de políticas mafiosas y cacicales presentes a lo largo de la historia.

La mayor concentración de caos no se dio en Quito o en Cuenca ¿por qué? Habría que plantearse una reflexión a cerca de una sociedad que aún no ha perdido su lógica comunitaria, que el sentido colectivo sobrevive a pesar del aplastante paso de la ciudad y el Individuo por encima. Los barrios se organizaron para controlar el orden, los taxistas se reunieron para cubrirse las espaldas y proteger a quién más pudieran del peligro. Mecanismos de defensa desde la colectividad.

El 30 de septiembre, desde la oficialidad, se transformó en un paradigma que se valió del caos para confundir las apreciaciones políticas de la gente. Manejar la idea de que fue un “golpe de Estado” posibilita la tergiversación de criterios y la manipulación política. Permite construir enemigos visibles, mediáticos y provoca actitudes reaccionarias en esta ciudadanía con afán de acción, pero carente de toda organicidad... la clase media de Quito es peligrosa, porque se apersona de una lucha sin organización alguna y respondiendo a un supuesto llamado colectivo, que una figura carismática como la de Correa puede alentar.

Salvo la burocracia y las organizaciones campesinas, todo lo demás adherente al llamado de Correa resulta una carne de cañón sumamente débil para defender la democracia, porque no forman ningún tejido ni construyen ninguna propuesta, y, al mismo tiempo, podrían constituirse en una masa peligrosa que apunta a los enemigos equivocados con todas sus fuerzas. La clase media Quiteña es un redil peligroso, y la “revolución ciudadana” lo sabe.

El caos de Quito no se expresa en los saqueos sino en este afán individual. Por eso es importante preguntar a las autoridades ¿A quiénes llaman? ¿Cómo llaman? ¿Cuándo llaman? Ese es el carácter oscuro de una figura carismática con un accionar de tinte populista.

Con la afirmación de que la huelga policial se trató de un golpe de Estado, cualquier reclamo de los movimientos sociales sería un intento de golpe de estado. Y empieza, entonces, una cacería de brujas y le permite establecer y reafirmar los objetos de persecución. Todos los que exigen la salida del mandatario, según las nuevas condiciones del juego, resultan ser golpistas.

Habrá que empezar a hacer precisiones: la izquierda no hace golpes de Estado. ¿O ahora nos van a venir a comparar con Pinochet, Videla o Micheleti? Entonces, ¿por qué convocar a la ciudadanía a movilizarse en defensa de la democracia? Habría que cuestionarse por qué la insistencia en sostener un “golpe de Estado”.

Estos son síntomas de la medición de fuerzas internas en AP. Fuerzas internas desleales o no tan leales a la “revolución ciudadana” que dan cuenta de la presencia de la derecha al interior del movimiento AP. Estos actores, que “inocentemente” no hicieron nada y de manera perversa movieron los hilos que condujeron a la conmoción general. El movimiento PAIS debería plantearse cómo recuperar fuerza al interior para ganar espacios a esta derecha hegemónica que cada vez está más evidente y que gobierna desde adentro de PAIS.

Esta derecha se evidencia en los cuadros dentro del gobierno que piden la amnistía de Dahik. Las fuerzas de resistencia deben mantener los ojos abiertos y mirar con mayor agudeza quienes son estos cuadros de derecha y ponerlos en evidencia ante los ciudadanos a los que AP convoca, para estar alerta ante el peligro que los amenaza.

Se vienen luchas más duras, en este contexto, para los movimientos sociales, porque esta derecha pondrá su “fuerza de choque ciudadana” para frenar cualquier intento de “desestabilización de la democracia”. Es peligroso para los movimientos sociales, quienes se han desencontrado con la sociedad, perdiendo espacios y legitimidad gracias al discurso del gobierno de permanente descalificación.

Para el Movimiento Indígena, entonces, es preciso establecer un reencuentro con la sociedad antes de que el aislamiento se vuelva a su mayor fragilidad, antes de que el terreno de la marginación política al que ha estado sometido en este último tiempo cobre legitimidad ante la ciudadanía y los espacios de lucha se pierdan y antes de que se vierta sobre ellos una ola de violencia reaccionaria, en el redil de la clase media urbana, provocada por la confusión del discurso de izquierda, que las filas de la derecha enquistadas en AP buscan generar y dar validez.


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