ICCI
Presentación
Boletín Rimay
Revista Yachaykuna
Análisis
Fotos
Busca en ICCI:


Hosted by NativeWeb

Boletin ICCI ARY-Rimay
Boletín ICCI-ARY Rimay, Año 10, No. 109, Abril del 2008

“Desarrollo”, indignación y cambio social1


José de Souza Silva2

“La indignación es lo único que nos queda”, según el filósofo colombiano Freddy Álvarez. Después de cinco siglos de hipocresía organizada para facilitar el acceso a mercados cautivos, materia prima abundante, mano de obra barata, mentes obedientes y cuerpos disciplinados, desde el colonialismo imperial hasta el actual imperialismo sin colonias, sólo la indignación puede crear energía colectiva para el cambio social. La historia es una fuente de indignación colectiva; nos ayuda a entender el por qué, el quiénes y el cómo del presente que queremos cambiar.

Pero estar indignado no es estar molesto. Se molestan los que están incómodos por ser sacados de una normalidad que les beneficiaba. Estar indignado es estar en desacuerdo con la crueldad de la economía, la violencia de la globalización, las injusticias de la desigualdad, la arbitrariedad de las invasiones, el absurdo de las guerras, la farsa de la democracia representativa, la violencia de la exclusión, la privatización de lo público y la mercantilización de la vida. El indignado no se molesta con la ruptura de su tranquilidad: él reacciona a la normalidad que domestica nuestra voluntad de cambiar el mundo.

La ‘dicotomía superior-inferior’ y las técnicas de colonización

Sin indignación no habrá superación de la hipocresía organizada que, a partir de la “idea de desarrollo”, crea desigualdades e injusticias. Es hora de desnudar el régimen de falsas verdades que reproducen un proceso de dominación para la explotación cuyo número de víctimas se acerca a 80% de la humanidad. La “idea de desarrollo” fue concebida lejos de nuestro contexto y sin compromiso con nuestro futuro. Con distintos nombres (progreso, desarrollo), la idea tiene varios rostros (colonización, globalización), promete resolver problemas crónicos (hambre, pobreza), a través de estrategias atractivas (cooperación, préstamos), pero no cumple las promesas (paz mundial, Objetivos de Desarrollo del Milenio) que intentan legitimar sus consecuencias (desigualdad, injusticia).

La “idea de desarrollo” fue inventada por imperios occidentales para justificar su derecho a la dominación e imponer la obligación de la obediencia. Dichos imperios crearon la dicotomía del “superior-inferior”, a partir del criterio de raza, que en el pasado nos clasificó en civilizados-primitivos y que hoy nos jerarquiza en desarrollados-subdesarrollados.

Esta estrategia internacional tuvo apoyo nacional. Para eso, la primera técnica de colonización fue la creación de élites criollas guardianas de intereses externos, que pasaron a coincidir con sus propios intereses. Para crear élites dependientes, la segunda técnica fue la creación de deudas externas, que se transformarían en deudas eternas. Como el esquema no beneficiaba a la mayoría, la tercera técnica fue la creación de ejércitos para proteger las élites ante el potencial de revuelta de sociedades indignadas con las injusticias. Para mantener la institucionalización internacional de la desigualdad, la cuarta técnica fue crear una educación domesticada para formar inocentes útiles. Bajo la pedagogía de la respuesta que forma seguidores de caminos, nuestra educación existe para que memoricemos las respuestas que han establecido nuestro presente y no para construir las preguntas que pueden transformar nuestro futuro.

¿Época de cambios o cambio de época?

La génesis de la educación domesticadora es la colonización cultural. Estudiamos para aprender que nuestra inferioridad es “natural”. La “idea de desarrollo” asume que hay una forma perfecta de sociedad que todos pueden alcanzar, cuyo camino único nos eleva de lo bárbaro a lo civilizado, de lo tradicional a lo moderno, de lo malo a lo bueno, de lo imperfecto a lo perfecto, en fin, de lo inferior a lo superior. Desde que hagamos lo que mandan los poderosos generosos que imponen los supuestos “secretos” de su éxito, que hoy son: liberalización, desregulación, privatización, tratados de libre comercio.

Nos enseñan que el Estado y lo público son las fuentes de los problemas actuales, mientras el mercado y lo privado son las fuentes de las soluciones futuras. Pero no nos cuentan que el grado de industrialización como medida del desarrollo fue reemplazado por el grado de comercio. La época del industrialismo está en crisis. El símbolo del progreso ya no es la chimenea humeante de la fábrica sino la computadora. Información es ahora la nueva fuente de riqueza y poder. La coherencia productiva y de consumo de la sociedad industrial no está en correspondencia con los límites del Planeta, además de haber deshumanizado a la humanidad. La humanidad experimenta un cambio de época desde los años 60, a partir de tres revoluciones: tecnológica, económica y cultural.

La revolución tecnológica –biotecnología, nanotecnología, robótica, informática, nuevos materiales– establece un sistema de técnicas para transformar la realidad distinto del que prevaleció en el industrialismo. La revolución económica –revisión del papel del Estado, modernización del sector público, liberalización, desregulación, privatización– establece un régimen de acumulación de capital paralelo al de la época del industrialismo, y otra institucionalidad para su gestión. La revolución cultural –movimientos étnicos y sociales– intenta rescatar y sostener lo humano, lo social, lo cultural, lo ecológico y lo ético. En síntesis, la humanidad no experimenta una época de cambios sino un cambio de época.

Un cambio de época trae consigo malas y buenas noticias. Una mala noticia es la emergencia de nuevas contradicciones, que resultan en más desigualdades e injusticias. Una buena noticia es la oportunidad para construir un futuro más relevante. Otra mala noticia es que no se puede cambiar el presente. El presente es el futuro del pasado. Bajo ciertos valores, intereses y compromisos, ciertos grupos de actores tomaron decisiones y realizaron acciones que resultaron en el presente que tenemos. Otra buena noticia es que el presente es el pasado del futuro. Podemos cambiar el futuro. Debemos apoyar eventos históricos en curso si éstos son relevantes para la mayoría, boicotear eventos históricos actuales si son dañinos para muchos, y crear nuevos eventos históricos si ellos pueden influenciar ciertos aspectos del futuro que interesa a la mayoría.

Pero la construcción del futuro es un emprendimiento colectivo. Las “tendencias” de la globalización no son eventos naturales sino que reflejan las decisiones y acciones de actores que intentan construir un futuro que les interesa. Bajo otros valores, intereses y compromisos, otros actores pueden tomar otras decisiones y realizar otras acciones para construir el futuro que interesa a la mayoría. Sin embargo, un emprendimiento colectivo requiere una fuente de energía colectiva, como un sueño capaz de galvanizar la imaginación, capacidad y compromiso de la mayoría. Durante la dictadura militar en Brasil, don Hélder Cámara, el fallecido obispo de Olinda, ciudad de Pernambuco, nordeste del país, nos enseñó sobre el poder de los sueños colectivos: “cuando uno sueña solo, es apenas un sueño. Cuando el sueño es compartido por muchos es el inicio de la realidad”.

Nuestras sociedades necesitan volver a soñar. En Abya Ayala (América Latina) los sueños han sido aplastados por el asesinato de la esperanza. Durante el colonialismo imperial los “civilizados”, con el apoyo de nuestras élites criollas, amputaron nuestros sueños de libertad para realizar sus sueños de conquista a través de la colonización. En el actual imperialismo sin colonias, con el apoyo de nuestras élites modernas, los “desarrollados” amputan nuestros sueños de un mundo mejor para realizar sus sueños de conquista a través de la globalización. Sin embargo, ellos han amputado nuestros sueños pero no nuestros espíritus.

Elecciones, un tiempo para romper con la normalidad

Todavía podemos volver a soñar. Pero hace falta indignación colectiva. Tenemos un déficit de indignación. Son muchos los molestos pero pocos los indignados. Los líderes emergentes en el escenario político de la región deben cultivar fuentes de emoción colectiva, porque sin emoción no hay pasión, y sin pasión no hay compromiso. Como ya reconocía Bertrand Russel, la emoción es la fuente de nuestras acciones, no la razón. Una forma de crear indignación colectiva es interpretar colectivamente los acontecimientos injustos, pasados y actuales, porque la indignación nace en la bofetada del acontecimiento injusto.

La mayoría excluida está aplastada pero no enterrada. El momento de elegir un Gobierno es un buen momento para invitar a la mayoría excluida a romper con la normalidad que la mantiene rehén de la hipocresía organizada en nombre de la democracia representativa, que ha sido reducida a una democracia de un día, el día del voto. Lo que experimentamos en la práctica no es un gobierno del pueblo, para el pueblo y con el pueblo, como promete la democracia, sino un gobierno de las corporaciones, para las corporaciones y con las corporaciones.

Este orden emergente crea un Gobierno mundial, sin Presidente ni elecciones, donde los que deciden no son electos para que los electos no decidan. El futuro de la humanidad ahora es discutido en espacios multilaterales cuya dinámica ocurre lejos del escrutinio público y de la participación ciudadana. Ahí se negocian reglas transnacionales, como los TLCs, que son institucionalizadas en arreglos institucionales supranacionales, como la Organización Mundial de Comercio (OMC), e implementadas por agentes internacionales de los cambios nacionales, como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial.

Estos acontecimientos globales tienen serias implicaciones para nuestros modos de vida locales. Eso debe indignar a la mayoría, y de esta indignación podría nacer la solidaridad mínima para el compromiso hacia el cambio social. Todo empieza con un diagnóstico compartido por muchos, porque sólo los que están de acuerdo con un diagnóstico se comprometen con las propuestas que les corresponden. La indignación comienza con el descubrimiento de que la realidad insatisfactoria que queremos comprender para cambiar ha sido construida a partir de falsas verdades, que nos llegan desde la educación domesticada y a través de los medios de comunicación dominados. Son pocas las grandes falsas premisas que sostienen la hipocresía organizada, entre ellas:

  • No es verdad que lo relevante para el futuro de Abya Ayala existe siempre en ciertos idiomas, es creado siempre por ciertos actores y nos llega siempre desde ciertos lugares, que nunca coincide con nuestros idiomas, nuestros actores y nuestros lugares.
  • No existen desarrollados-subdesarrollados ni Primero, Segundo y Tercer Mundo; todos siempre fuimos, somos y seremos apenas diferentes. El desarrollo-subdesarrollo fue inventado por Harry Truman el 20 de enero de 1949, y el Tercer Mundo por el científico francés Alfred Sauvy, el 14 de agosto de 1952, con su artículo Trois Mondes, une planéte.
  • No es verdad que nuestra educación, diseñada bajo la pedagogía de la respuesta que reproduce la dicotomía superior-inferior y forma seguidores de caminos, necesita apenas tener más calidad. Si lo que tenemos es una mierda y le aplicamos calidad total, lo que tendremos será una mierda de alta calidad. Lo que necesitamos es una educación relevante, concebida bajo la pedagogía de la pregunta que forma constructores de caminos.
  • Ningún cambio social relevante acontecerá bajo el liderazgo del “Estado heredado” que tenemos. Cada Presidente en América Latina debe crear espacios de interacción intercultural e interinstitucional para el debate sobre la sociedad que queremos y sobre el Estado relevante para construirla. El Estado que tenemos no ha sido inventado por nosotros: ha sido heredado para reproducir la dicotomía del superior-inferior.

¿Quo vadis, cambio social?

Si depender de la indignación de la mayoría excluida, el cambio social caminará hacia la formulación de nuevas constituciones en todos los países de América Latina, para que nuestras sociedades se liberten de modelos globales que ignoran o violan nuestras historias y sueños locales. Sin embargo, en la ausencia de una ética de la indignación, lo que prevalece es la elección de gobiernos que usan la mentira como filosofía de negociación pública, como la que justificó la injusta invasión a Irak.

Hasta 1492 eran los caminantes autóctonos los constructores de caminos en Abya Ayala. Los caminos tenían el color, olor, sabor, sonido y textura de los modos de ser, sentir, pensar, hacer y hablar de los pueblos originarios. Desde 1492 caminantes foráneos construyen caminos con los colores, olores, sabores, sonidos y texturas de sus modos de ser, sentir, pensar, hacer y hablar, y los imponen sobre los modos de vida locales. Cinco siglos después, los caminos de los civilizados y desarrollados se asocian a desigualdades de diferentes órdenes, violencias de distintas naturalezas e injusticias institucionalizadas, que hacen de América Latina la más desigual región del planeta. Hasta aquí hemos llegado, siguiendo caminos ajenos. Para “ser como ellos”. ¿Hasta cuándo? ¿A qué costo?

1. Artículo invitado para publicación en la Revista ACCIÓN, de la Compañía de Jesús, en Paraguay, antes de las elecciones para Presidente en aquel país el 20 de Abril de 2008.

2. Gerente de la Red Nuevo Paradigma para la innovación institucional en América Latina, y en la Empresa Brasileña de Investigación Agropecuaria (EMBRAPA) investiga las relaciones Ciencia-Tecnología-Sociedad-Innovación (CTSI).


Coordinación General: José Luis Bedón
Consejo Editorial:
Luis Macas
Patricio del Salto
Ricardo Ulcuango
Alicia Vacacela
Fernando Sarango
Blanca Chancosa
Floresmilo Simbaña
Edición Electrónica: Marc Becker

Con el Apoyo de

Acsud Las Segovias

Subvencionado por:

Les Corts ValencianesAjuntament de ManisesDiputació de CastellóDiputació de València

Dirección:
ICCI
Instituto Científico de Culturas Indígenas
Calle Gaspar de Carvajal N26-27 y Luis Mosquera Narváez
Apartado Postal 17-15-50B
Quito-Ecuador

Teléfonos: (593 2) 2900048, 3203715, 3203732
Fax: (593 2) 3203696
E-mail icci@ecuanex.net.ec
http://icci.nativeweb.org

© Los artículos del presente Boletín pueden reproducirse citando la fuente