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Boletin ICCI ARY-Rimay
Boletín ICCI-ARY Rimay, Año 9, No. 104, noviembre del 2007

Un símbolo de la peor historia de España


Kintto Lucas

Juan Carlos, el español al que algunos consideran rey (título que además de ser ridículo para el siglo XXI, no tiene ninguna representatividad popular y ha comenzado a ser cuestionado en la propia España -¿por qué no hacen un referéndum consultando al pueblo español si quiere tener un rey? o ¿si está de acuerdo en que éste sea el rey o cualquier otro?-, aunque sea defendido por ex soldados del franquismo), en la última Cumbre Iberoamericana se enojó con el presidente venezolano Hugo Chávez (éste sí, guste o no, elegido y reelegido por el pueblo de su país) por
haber dicho cuatro verdades sobre José María Aznar (una especie de Carlos Menem español que se pasea libremente por América Latina intentando desestabilizarla), y puso de manifiesto que la figura del rey en España es un símbolo de la peor historia de ese país, aquella que produjo la muerte de tantos y tantas. El incidente me hizo recordar un texto que escribí en febrero de 1992 como introducción a mi libro Rebeliones indígenas y negras en América Latina, en el que mencionaba los intereses españoles en el festejo por los 500 años de la llegada de Cristóbal Colón a este continente, intereses que quedaron en evidencia tiempo después y que perjudicaron a muchos países de la región, privatizaciones mediante, intereses representados simbólicamente por ese señor que algunos consideran rey, intereses que comienzan a ser afectados por algunos gobiernos latinoamericanos soberanos, gobiernos que son parte de lo que por 1992 denominé la Era Latinoamericana. Aquel texto se titulaba El año Uno de la Era Latinoamericana, decía y dice así:

UNO

A 500 años del llamado “descubrimiento de América”, el gobierno español y sus pares latinoamericanos, apoyados por Estados Unidos y los países de la Comunidad Económica Europea, festejan el gran aniversario. Sin embargo, no voy a hablar de ese proceso que, iniciado con la llegada de Cristóbal Colón, llevó a la destrucción de culturas, a la usurpación de tierras y riquezas, a la explotación y casi exterminio de los indígenas. Tampoco recordaré que la conquista se sigue procesando, y que los pueblos latinoamericanos siguen sufriendo la maldición de las riquezas que aún quedan en estas tierras como diría Eduardo Galeano. Que tras el oro, el petróleo, el uranio, se lanzan hambrientas las transnacionales, conquistadoras modernas, descendientes de aquellos que invadieron estos pagos. No quiero recordar eso, ni hablar de los intereses del gobierno español y sus aliados de la OTAN en perpetuar la humillación de nuestro continente utilizando el aniversario como fachada para transformar a España en puerta de entrada de los “inversores” de la CEE hacia América Latina, para lucrar con las privatizaciones. Ni siquiera intentaré rebatir el significado histórico que dan los historiadores colonizados del continente al hecho que denominan “encuentro de dos mundos”.
Prefiero pensar en el Año Uno. El Año Uno es, nada más ni nada menos, el año posterior al del V Centenario. Tal vez el año que comencemos a reconstruir nuestro destino de América Latina, esa gran Patria Grande pluricultural y multiétnica. Avida de soluciones a sus problemas sociales y económicos. Ansiosa de libertades y participación. Con la necesidad imperiosa de transformase en un verdadero nuevo mundo, en el que la solidaridad, la soberanía, y la participación de los pueblos sean reales. Para que el año uno sea el comienzo transformador, debemos comenzar por rescatar el pasado dormido en las bibliotecas, y contrarrestar una historia resignada de antemano en las escuelas y liceos. Hay que desenterrar la verdadera historia, liberándola de estatuas, museos y libros empolvados.

DOS

Hay que reconstruir la creatividad de América Latina, comenzando ser América Latina, estructurando un nuevo tipo de sociedad, opuesta a la sociedad capitalista que nos agobia y a la sociedad estalinista que agobió el Este europeo. La nueva sociedad latinoamericana debe tener capacidad de hacerse cargo, con su propias fuerzas y sus propios medios, de una realidad que no es europea ni norteamericana. Una sociedad capaz de saber con qué elementos está hecho este gran país que denominamos nuestro continente, y como podrá ir caminando por ideas, métodos y formas organizativas nacidas de su propia geografía, sin inventarse fantasías. Para eso habrá que pelear mucho y será necesario tener una cabeza abierta, capaz de contrarrestar el proyecto de las clases dominantes que siguen limitando las posibilidades a una solución de la problemática económica, en la medida que llevan al continente a ser objeto de políticas ajenas a nuestro ser, como la privatización, bloqueando así la potencialidad de las mayorías de constituirse en sujeto político de sus propios intereses. Para comenzar a construir esa nueva sociedad es necesario que los sectores revolucionarios, junto a la gente, tropiecen con la historia real, comprobando que donde se creían predominantes las ideologías globalizantes o totalizadoras presenciamos la transición hacia el dominio de otras formas comunicativas, como la cultura en general, el arte, las religiones, las costumbres, las diversidades, los submundos y la subjetividad del pensamiento. ¡Cuidado! Esto no significa el fin de las ideologías, sino un estudio más abierto, menos cuadrado de sus influencias en la actualidad. La llave del circulo opresor de América Latina no está solo en la política y la economía, sino también a nivel subjetivo de la sociedad. Esto obliga a estudiar, resignificar y aprehender todo lo que represente la cultura latinoamericana -mitos, creencias, leyendas, la verdadera historia- para que, vinculándola a un quehacer liberador, se puedan extraer alternativas propias de un camino en el que -rescatando la vigencia del socialismo- se tenga en cuenta al ser humano con todas sus potencialidades y debilidades. Con todos sus mundos, vivencias y creencias. Y así partir hacia a la construcción de un nuevo ser humano más solidario, más colectivo, más unido y más respetuoso de las individualidades y las diversidades. Un ser con una verdadera identidad. Debemos reconfirmar el espíritu que nos haga saltar de la fatalidad impuesta a la esperanza cierta, en palabras de Galeano.

TRES

Es necesario realizar una contraconquista y conquistar con el pueblo, el lugar y el poder donde reside el dominio de la subjetividad, que señalando como debe ser el nuevo mundo, sabrá decir como debe ser el nuevo pueblo y cuál es su misión en la dirección de una nueva sociedad.
Hoy más que nunca las fuerzas populares del continente deben partir de América Latina para llegar a América Latina. Conocer América Latina y tornarla nuestra, como dice José Martí, es el desafío y el camino de su liberación. Ese camino, esa salida, requiere de una amplia participación de todos los oprimidos de esta sociedad. Será plurinacional (latinoamericana) por popular y diversa, popular y diversa por democrática, y democrática por su capacidad de participación desde la base, desde la raíz; en la consolidación de una sociedad revolucionaria por socialista, socialista por comunitaria, y comunitaria por el rescate del ser humano en la construcción colectiva de un poder popular. El destino de cada uno de nuestros países se juega como nunca antes en el de toda América Latina. El camino a Nuestra América no es fácil, exige un esfuerzo de imaginación que sobrepase la sustitución de economicismo estalinista por el economicismo neoliberal o la adaptación al capitalismo, pintándose la cara de otro color. Una imaginación necesaria para contrarrestar el robo de la palabra integración por parte de las clases dominantes, e impuesto desde los centros de poder del norte. La integración no es de forma sino de espíritu y propósitos, como decía Bolívar, y está íntimamente ligada a la construcción de un Nuevo Ser latinoamericano. Un ser dueño de si mismo, capaz de conducir su propio destino como señalara Artigas. En el año del V centenario de la conquista, resulta imprescindible que los pueblos latinoamericanos nos acerquemos más a nuestra realidad pluricultural, multiétnica y plurinacional, proyectando el hecho puntual de 1992 hacia una lucha común por la libertad del continente. Que en el Año Uno de la Era Latinoamericana, Abya Yala, la tierra en plena madurez, nuestro continente, sea transformada por la sabiduría; Amaru, la serpiente sagrada, la resguarde y el Cóndor proteja a sus pueblos. Que en el Año Uno comience la consolidación de una nueva historia, para que en los próximos 500 años el festejo pertenezca a los pueblos... Comencemos caminado la memoria.


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