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Año 2, No. 13, abril de 2000 Refundar la patria grandePor: René Báez Después de la quimera del petróleo y sus alucinantes reflejos negativos, el Ecuador ha venido reencontrándose espasmódicamente con la dura realidad de un subdesarrollo y una subalternidad estructuralmente más profundos. Su patología comprende ahora problemas de enorme magnitud: caída de la producción e inflación -la estanflación, según el léxico de la Economía-, desarticulación y extrañamiento de su aparato productivo, bancarrota financiera,, acrecentada vulnerabilidad externa, insolvencia fiscal derivada especialmente de su astronómica deuda externa, tendencias autonómicas feudalizantes, desabastecimiento alimentario y correlativo deterioro biológico y nutricional, desindustrialización, desempleo y subempleo galopantes, migraciones desesperadas a "paraísos" primermundistas. El corre alto del deterioro de nuestra economía no puede ser más dramático: deslegitimación de las organizaciones políticas y de las instituciones estatales, confusión teórica e ideológica, fugas de la juventud a las contraculturas de la drogadicción y la delincuencia, frustración, ansiedad y neurosis colectivas.Si el Ecuador del siglo XX amaneció con los fulgores esperanzadores de "La alfarada", el Ecuador del siglo XXI se está inaugurando con inequívocos signos de decadencia y hundimiento. ¿Cómo pudimos arribar a este irresistible escenario?. "La historia es la maestra de la vida", nos enseñó Cicerón hace más de dos milenios. Se ha dicho también, y con razón, que la identificación correcta de los problemas comporta buena parte de la solución. Alumbrado por estas grandes verdades, intentaré esbozar un cuadro impresionista del proceso que nos ha conducido a la actual encrucijada. Tiempo precolonial: Chilam Balam, sacerdote maya, anticipa las consecuencias de la conquista española en la siguiente bella y estremecedora poesía: Dispersados serán por el mundo las mujeres que cantan y los hombres que cantan y todos los que cantan... Nadie se librará, nadie se salvará... Mucha miseria habrá en los años de imperio de la codicia. Los hombres esclavos han de hacerse. Triste estará el rostro del sol. Tiempos coloniales. Detrás de la cruz de un falsificado cristianismo vinieron la espada y el ansia de dinero."Gran cosa es el oro, sirve hasta para enviar las almas al Paraíso", habría escrito Colón en sus apuntes de navegación. Las funestas consecuencias de esa obsesión por el oro no se harían esperar. "Amaneció en la mitad del día", relataba el cronista de la muerte de Atahualpa.La expansión del sistema europeo al "nuevo mundo" funden a sangre y fuego estructuras productivas naturales, armoniosas ' no sólo ante sino anticapitalistas, como dijera Césaire' con el rampante capitalismo mercantil. En este operativo, los recipientes coloniales son vaciados de sus instituciones, se destruyen sus tribus y se reemplazan sus dioses, se falsifican civilizaciones y culturas que, si no perfectas aparecen coherentes con las necesidades de seguridad y avance colectivos. Se opera una metamorfosis de sociedades-sujeto en sociedades-objeto, en sociedades-eco, obligadas a funcionar -poblados de fantasmas y de zombies- como reflejos condicionados de una cultura material y espiritual extraña. Genocidio, explotación, racismo, dominación política e ideológica, despersonalización cultural. He ahí algunos componentes de la alquimia colonial sembrada y cultivada por el (proto) Primer Mundo y su razón instrumental del dinero y la ciencia positiva.La historia de la dominación colonial generará, por supuesto, la dialéctica de la resistencia.Ya el primer hijo que le nace al conquistador español Hernán Cortez, Andrés el hijo de la Malinche, será un rebelde. Desde entonces, las mejores páginas de la historia latinoamericana y ecuatoriana serán las escritas por hombres y mujeres que han sabido decir NO: No a la expoliación material. No al culto del dinero y a la deificación de las cosas. No a la razón de la fuerza. No a los fetiches. Cuauhtémoc en el norte, Lautaro y Caupolicán en el sur, Rumiñahui yTúpac Amaru en Los Andes, criollos gigantes como Miranda, Espejo, Bolívar, Tiradentes, Artigas, O´Higgins, entre tantos otros ofrendaron su pensamiento y su vida a la causa de la emancipación, la libertad, la identidad y la felicidad de los pueblos americanos. Epoca republicana El hundimiento del sistema colonial presidido por España culmina en el primer cuarto siglo XIX. Tal hundimiento, sin embargo, acaso por un signo trágico de nuestro destino no significará para Nuestra América -la martiana, no la monroísta- la constitución de estados plenamente autónomos e independientes, sino, por el contrario, el comienzo de una nueva etapa de subordinación e ignominias. Y esto porque la independencia política regional que, de modo general, resulta en los estados nacionales y en las fronteras prevalecientes en la actualidad, representa para las nacientes repúblicas, por un lado, la prolongación del aprobioso pasado colonialista -latifundismo, oscurantismo, abusos y canonjías- y, por otro lado, la progresiva modulación de nuestras economías y sociedades según el dictado de Inglaterra y su fórmula del libre comercio, originariamente bandera de piratas y filibusteros. "Hispanoamérica es libre y si no manejamos mal nuestros asuntos, ella es inglesa" había profetizado el premier inglés Canning en 18822. "Ultimo día del despotismo y primero de lo mismo", escribió una mano anónima en los muros de Quito. Nueva dominación, nueva resistencia. Ya en el siglo XX, el eje de la dominación de América Latina y el Ecuador se trasladará al propio suelo americano, concretamente a los Estados Unidos, ese monstruo super europeo que dijera Jean Paul Sartre. Fundado en el surgimiento de colosales firmas monopólicas, el poder estadounidense se extenderá sobre nuestras naciones mediante una inextricable red de relaciones de compulsión económica; financiera, tecnológica, política, ideológica, cultural, militar y policíaca. Si sabremos en el Ecuador cuyo último gobierno abdicó de la soberanía con la entrega de la base de Manta y la consagración del dólar como moneda nacional.Después de la II Guerra Mundial, el poder norteamericano, mediante una cruzada multilateral, buscará persuadirnos de que nuestros problemas de atraso y "subdesarrollo" pueden ser resueltos por la agregación a nuestros países (y, en general, al vasto sur del planeta) de algunos trazos modernizadores, que en su traducción práctica resulta en la difusión de pautas de consumo metropolitano, mientras bajo cuerda se intensifica el saqueo de nuestras riquezas. Epoca actual La victoria de la civilización capitalista frente a su rival histórico del siglo XXI, el "socialismo Real" que encabezara la URSS, representa para pueblos como los latinoamericanos la proyección en extensión y profundidad del esquema de dominación surgido desde el Renacimiento europeo y que tiene como sus principales ejes las ya mencionadas fuerzas amorales del dinero y la ciencia positiva. Quiero decir que después de cinco siglos de colonialismo y/o neocolonialismo, el ya cumplido Reich de los 500 años, economías como las latinoamericanas se encuentran gravemente desestructuradas al punto de demostrarse impotentes para autosustentarse incluso en términos alimentarios, debido a su funcionalización externa a las metrópolis. La traducción política de esta realidad es que la intervención militar del Imperio se vuelve necesaria sólo en situaciones extremas. Corrientemente le resulta suficiente aplicar, a través de burguesías consulares y políticos sin ningún sentido nacional, programas de cuño económico liberal, cuyo sentido último no es otro que descargar el peso del saqueo sobre las espaldas de los empresarios no monopolistas, trabajadores y demás sectores populares. A esta grosera forma de dominio y expoliación se le ha bautizado últimamente con los pastosos términos de globalización, modernización, libre mercado, democracia. Repetidas como sonsonete por las agentes y escribas criollos del poder imperial.Particularmente en las dos últimas décadas la deuda externa acumulada por las naciones latinoamericanas (y las demás naciones tercer y cuartomundistas) ha sido el mecanismo utilizado por el sistema mundial de dominación para bloquear cualquier camino de autonomía y autodeterminación. Tal el sentido de las políticas económicas dispuestas por organismos como el FMI, el Banco Mundial, la OMC, el BID, etc., que se instrumentan bajo los señuelos del libre comercio y la democracia formal, la democracia "nostra" que diría el gran pensador imbabureño Agustín Cueva. De todo esto resulta que, si la economía nos martiriza, la política -su otra cara- no la hace menos. Me refiero al deprimente espectáculo que se escenifica en nombre de la democracia.El famoso politólogo estadounidense Noam Chomsky escribe y denuncia: El mundo real se parece muy poco a las maravillosas fantasías que están hoy de moda y según las cuales la historia converge en un ideal de democracia liberal que es la plasmación definitiva de la Libertad... En otro pasaje nos dice: En la nueva era imperial hay un desplazamiento aún mayor hacia el extremo autoritario de la práctica democrática formal. El gobierno mundial de facto está perfectamente aislado de la intromisión popular o del conocimiento público. ¿Quién sigue las decisiones cruciales de los negociadores de la OMC o del FMI, que tanta importancia tienen para la sociedad mundial? ¿O de los bancos y las grandes empresas supranacionales que dominan la producción, el comercio y las condiciones de vida a escala mundial?. Me pregunto, ¿qué tiene que ver esta democracia de los magnates y dueños del planeta con la que soñara Bolívar en Tenerife? O sea, siguiendo sus palabras, "la absoluta igualdad de derechos y una regla de justicia que no se incline jamás hacia la fortuna, sino siempre a favor de la virtud y el mérito". Cuanta razón asistía a Ernesto "Che" Guevara cuando en Punta del Este declarara que la auténtica democracia tendría vigencia "cuando los pueblos sean realmente libres para escoger, cuando los humildes no estén reducidos por el hambre, la desigualdad social, el analfabetismo y los sistemas jurídicos a la más ominosa impotencia". Mucho podría extenderse este momorial de agravios contra la vida, el bienestar y la dignidad de Nuestra América y el Ecuador. El cáliz de la amargura continúa rebosante de egoísmos, mentiras, parodias y sainetes. La historia nos enseña que el precio de la libertad y la felicidad siempre ha sido alto y tiene como fundamento el valor. También que mientras más profundo es el dolor, más grande puede ser la alegría. La refundación de la Patria Grande por la cual vinieron y murieron los mejores hijos de esta atribulada América Latina sigue en lontananza.En fin, la vida sigue y la dialéctica opresión/liberación también. |