Hoy en día nadie muere en los enfrentamientos
entre las potencias europeas, por lo menos en forma directa. A diferencia
de la batalla de Waterloo, que en junio de 1815 puso fin a Napoleón
Bonaparte y definió el futuro del continente, hoy en día los
líderes pelean con palabras memorizadas e imágenes cuidadosamente
cultivadas. Pero la falta de armas no implica la falta de víctimas;
en juego están reputaciones individuales y nacionales.
En junio de este año otra en la larga lista de contiendas europeas
se libró en Bruselas la capital de la Unión Europea, UE, a
unos pocos kilómetros de Waterloo. La ocasión fue la primera
cumbre después del voto negativo en Holanda y Francia contra la llamada
'Constitución Europea'. Pero esta vez no hubo desenlace definitivo,
la reunión terminó en una riña personal entre los líderes
de Francia y Gran Bretaña, mientras por falta de camino claro, el
futuro de la UE se relegó a segundo plano.
Los tres chanchitos
Ha sido mal tiempo para Jacque Chirac, Presidente de Francia. Ya humillado
y lesionado políticamente por el voto 'no' de su país, esperaba
utilizar la reunión para convencer a la población francés
que su herida no sea mortal. Tony Blair, Primer Ministro de Gran Bretaña
también habla para la galería nacional. Es cierto que su Partido
Laborista ganó las elecciones de mayo, y por eso ocupa por tercera
vez el puesto de Primer Ministro, pero fue una victoria a medias que le dejó patojeando.
La reducida mayoría parlamentaria de los Laboristas se debe claramente
a la baja popularidad de Blair, antes que la fuerza de los partidos opositores.
Es generalizada (salvo entre los ministros que dependen de él) la
sensación de que Blair vive con tiempo prestado y que debe ceder su
puesto, preferiblemente más temprano que tarde, al Ministro de Finanzas,
Gordon Brown.
En la mitad está Gerhard Schröder, el Canciller de Alemania,
también hombre lesionado. Sufrió el revés más
serio de su mandato en los comicios de la provincia de Renania del Norte
Westfalia donde su partido social demócrata, el SPD, perdió control
de la región por primera vez en 40 años. Schröder ahora
apuesta por elecciones adelantadas para Septiembre. Es una movida valiente,
pero arriesgada, podría perder. Aunque apoya a Chirac y la visión
de una Unión más profunda e independiente, ocupa un espacio
político entre el Presidente Francés y Blair.
Son los líderes de los países más fuertes de la Unión,
y fueron los protagonistas de la cumbre, pero no son los únicos que
piensan en lo nacional. Son visibles también los pies de Silvio Berlusconi,
Primer Ministro de Italia, que viene luchando para mantener su coalición
parlamentaria. En su esfuerzo por impedir la creciente popularidad del social
demócrata Romani Prodi, ex Presidente del Consejo Europeo (la burocracia
europea), Berlusconi y sus aliados, sobre todo el populista derechista Umberto
Bossi líder de la Liga del Norte, atacan lo que huela a Bruselas.
Bossi incluso ataca la moneda común de la UE, el Euro, y como parte
de su campaña imprime billetes 'Neuro'.
Qué agria es la mar
La cumbre - cuya tarea principal era resolver el presupuesto de la Unión
para el período entre 2007 y 2013 - ofreció a los líderes
la oportunidad de salir unidos ante el daño sostenido en Holanda y
Francia. Pero todo se disolvió en un mar de ataques personales ásperos
relacionadas al reembolso presupuestario (3 millones de libras o US $5 millones)
que recibe Gran Bretaña, y las subvenciones agrícolas de la
Política Agraria Común, CAP, cuyo beneficiario principal es
Francia.
Chirac denuncia el reembolso y es apoyado en eso por todos los demás.
Blair, aislado, busca ligar la reducción del reembolso a la renegociación
de los subsidios agrícolas (que consumen el 40% del presupuesto) como
parte de una reevaluación presupuestaria más amplia. La medida
es fuertemente opuesta por Chirac, pero apoyada, en cierta medida y por sus
propias razones, por Suecia, Holanda, España y Dinamarca. Los países
nuevamente aceptados, como Polonia, se sienten frustrados debido a la falta
de decisiones económicas que les deja en el aire. Pocos hablan de
la accesión de los países balcánicos, tampoco de las
negociaciones con Turquía promovidas por Blair, salvo Chirac que entiende
que suspenderlas le podría ganar puntos preciosos en su propio país.
Con un ojo en sus posibilidades electorales, Schröder también
hace sus cálculos, pretende mostrar su liderazgo internacional e intenta
inyectar una nota positiva en lo que hasta la fecha ha sido un año
deprimente para él y su partido. También busca castigar a Blair,
cuyas conversaciones recientes con la Demócrata Cristiana, Angela
Merkel, (la candidata del centro derecha para Canciller y opositor al ingreso
de los Turcos a la UE), huele a apoyo político.
Es claro que Blair preferiría, y de hecho espera, trabajar con Merkel
cuya posición económica se acerca más (sin coincidir)
a la del Primer Ministro británico. Y según las últimas
encuestas el partido de ella parece destinado tener mayoría en el
próximo parlamento alemán. La visión británica
es también compartida, también en cierta medida, por Nicolás
Sarkozy el Ministro de Estado del gobierno de Chirac, y quizás el
hombre más opcionado para reemplazarle en el 2007. Es Sarkozy, el
'hombre dinámico' del escenario político francés y también
a favor de postergar las negociaciones con los Turcos, el que por ahora presenta
el mayor desafío para Chirac en su búsqueda de un tercer mandato.
Los socialistas derrotados por el 'no', están divididos. Expulsaron
a uno sus capos, el ex Primer Ministro Laurent Fabius, en parte para castigar
su protagonismo en la campaña negativa y en parte para evitar que
convierta ese éxito en campaña presidencial.
¿Y de la UE qué?
Si Chirac pensaba que el debate sobre el presupuesto y su ataque personal
contra Blair le ayudaría esconder el fracaso del plebiscito y recuperar
su popularidad, ahora es evidente que se equivocó. De los tres, es él
quien ahora parece más vulnerable. Su descenso ha sido el más
rápido en la historia de la Quinta República, y la prensa francesa
le fustigó por ceder terreno a Blair y su receta trans-atlántica.
Schröder se vio como más responsable, buscando una solución
para el dilema del presupuesto. Pero la situación en Alemania es compleja.
Parece inconstitucional la maniobra utilizada por el SPD para disolver el
parlamento y convocar elecciones adelantadas y aún cuando sea aprobada
por el presidente constitucional Horst Köhler, el ex jefe del Fondo
Monetario Internacional, puede ser susceptible a un proceso legal. Superadas
todas las barreras es concebible (nada más) que Schröder gane
a Merkel, pero sería con la ayuda de una nueva alianza izquierdista
liderada por Oskar Lafontaine, su ex ministro de finanzas. No obstante, parece
más probable que el Canciller alemán se alinee con los derechistas
antes que con los grupos de izquierda.
Es Blair quien más puede ganar pensando en el futuro de la Unión.
En julio asumió la dirección del Consejo de Ministros (la última
instancia) y es irónico que el líder de Gran Bretaña,
antes considerado el país más euro escéptico, se encargue
de encaminar un proceso de reconciliación y reconstrucción.
Parece ocupar la posición más fuerte, sin embargo, y apoyada
por la prensa británica mayoritariamente opositora de un superestado
europeo y el ingreso de los países nuevos, la tarea le presenta la
oportunidad de promover sus propias ideas económicas y sociales para
el continente. Blair busca escapar del escenario nacional y enfocarse en
la UE, le podría abrir un espacio político nuevo. Pero no será fácil.
En varios países europeos el apoyo británico para la ocupación
de Irak y las políticas de la Casa Blanca, le ha quitado el lustro
de su imagen. Y a pesar de estar interesados en flexibilizar sus economías
respectivas, tanto Merkel como Sarkozy están conscientes del riesgo
político de asociarse con un hombre tan cercano a George Bush y sus
políticas imperiales.
En todo esto la presencia del Presidente de Estados Unidos es sentida más
que vista. Sin duda alguna él y su administración saborea cada
momento del sufrimiento de Chirac, pero es innegable que una Europa dividida
no conviene a la Casa Blanca. Y en realidad para Bush, es claro que incluso
una Unión Europa de línea más independiente es preferible
a un grupo de estados divididos y débiles ante la creciente fuerza
de la China, o hasta una Rusia renovada. Si la crisis profunda actual de
la UE destaca algo, es la interdependencia de las dos potencias.
Mirando adelante al pasado
Para los Aymara de Bolivia el pasado es adelante, visible como una tela
en proceso de tejer, el futuro es atrás, desconocido. Quizás
los europeos preocupados por el futuro de su continente podrían aprender
algo de los Aymara y su manera de entender el mundo. En 1954, el proceso
de unificación europea recientemente iniciado parecía haberse
parado en seco, cuando el parlamento francés rehusó participar
en la propuesta Comunidad de Defensa Europea. Preocupados por la posibilidad
de rearmar a Alemania sin la presencia de Gran Bretaña (la novia renuente
de siempre) los franceses parecían haber puesto fin a una serie de
medidas económicas diseñadas para acercar más a los
seis miembros de la Unión de Acero y Carbón, lanzada en 1951.
Pero las fuerzas globales, puestas en evidencia por la debilidad de Francia
y Gran Bretaña ante las crisis gemelas del Canal de Suez y la represión
de la rebelión en Hungría en 1956, resultaron demasiado fuertes.
En mayo de 1955 la reunión de Messina en Italia sentó las bases
para la firma del Tratado de Roma en 1957 y el lanzamiento de lo que ahora
se llama la Unión Europea.
Es claro que ésta no es la primera crisis seria de la UE, y que no
sería la última. La lección de las dos guerras mundiales
ya no prima, pero las fuerzas geopolíticas que ayudaron crear la convicción
para unificación son más fuertes que nunca. La cuestión
ahora no es si la UE puede sobrevivir, sino en qué forma. El futuro
atrás no es evidente, y para los líderes y las poblaciones
europeas no hay más que hacer que mirar adelante hacia el pasado,
y seguir tejiendo.