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Boletin ICCI ARY-Rimay
Boletín ICCI-ARY Rimay, Año 6, No. 69, Diciembre del 2004

Editorial

La nueva geografía política del mundo


Las elecciones de noviembre en Norteamérica, son un signo pesaroso para la paz del mundo y para la estabilidad política global. La Administración Bush va a tomar su triunfo como un aval y una legitimación popular a su política guerrerista y violenta. Lo que significa que se abre un periodo de incertidumbre y se generan signos de interrogación sobre el frágil equilibrio internacional.

Tal como van las cosas, y luego de que se ha demostrado hasta la saciedad que los gobiernos norteamericano e inglés mintieron y manipularon la información existente para justificar su agresión a un país soberano como Irak, no sería impensable que esos mismos argumentos que justificaron la agresión e invasión a Irak sean ahora utilizados en contra de otros países que Estados Unidos ha reunido bajo su denominación de “eje del mal”.

Por lo pronto, la amenaza más directa ha sido hecha a Irán y a Siria. Una amenaza que en el contexto actual se parece más bien a la advertencia que va precedida antes del ataque. Si Estados Unidos se inventa el recurso fácil de que Irán o Siria poseen o están en camino de poseer armamento biológico, o nuclear, y habida cuenta de que ambos países han sido calificados como “países que protegen al terrorismo”, entonces la vía militar parece perfilarse sobre el horizonte del mundo.

Un ataque militar a estos países, puede cubrir de una cortina de humo a los evidentes fracasos norteamericanos en Irak y Afganistán. Si la intención de Norteamérica era presentarse en Irak como “salvadores” de una supuesta tiranía, el crecimiento de la resistencia a la ocupación extranjera hecha por tierra el argumento de la liberación y presenta a los norteamericanos como ocupantes de un territorio que ha perdido su soberanía. Es decir, otorga un argumento de legitimidad histórica a la resistencia y polariza el conflicto. De ahí que antes de las elecciones, Estados Unidos haya aplicado la táctica de tierra arrasada en Faluya. Se trataba en ese caso de generar un efecto demostración de que Estados Unidos está empeñado a derrotar militarmente a la resistencia irakí y que no hará concesiones.

Pero esa estrategia parece tambalear tanto a escala militar como política. Habría que recordar que Estados Unidos ha intentado utilizar el fantasma de la guerra civil para justificar su presencia en Irak, y que ha manipulado la división entre chiitas, sunitas y kurdos para provocar precisamente esa guerra civil, pero la población irakí no ha cedido a ese recurso fácil de entrar en guerra civil, y prefiere una lucha si no concertada al menos consensuada en contra de su principal enemigo: la ocupación extranjera en su país.

Al fracasar la estrategia de provocar una guerra civil en Irak, la probable invasión a Irán y a Siria bien puede constituirse en el argumento de regionalización del conflicto que legitime la presencia norteamericana en todo el Oriente Medio. Amén de otros efectos “indeseados” como el incremento de los precios de petróleo que esta vez y gracias a los efectos de la invasión americana en Medio oriente pondrían las mayores reservas estratégicas del petróleo directamente en manos de las corporaciones americanas.

La arquitectura del sistema de Naciones Unidas está seriamente resquebrajada por las decisiones americanas. Su obsolescencia demuestra con patetismo la necesidad de una nueva arquitectura de las relaciones internacionales. En esa arquitectura hay que someter al control democrático a instituciones que son altamente funcionales a las estrategias militares norteamericanas, como son el FMI y el Banco Mundial.

De otra parte, las denuncias de Abú Ghraib demuestran la perversidad de la invasión norteamericana a Irak y ha hecho tabula rasa de toda credibilidad del discurso de los derechos humanos. En un acto de cinismo que da cuenta del tiempo histórico que vivimos, Estados Unidos, decidió suspender por unas semanas el Informe de Derechos Humanos de su Departamento de Estado. Abú Ghraib y Guantánamo se habían convertido en el símbolo moderno de las perversidades del poder imperial y de su cinismo político.

Estados Unidos, es ahora el principal centro de la incertidumbre mundial. Utiliza su enorme poder económico, militar y político para chantajear a Estados pequeños para que acompañen en sus aventuras bélicas en el mundo y para que le otorguen un mínimo de cobertura jurídica y legitimidad internacional. Los chantajea con prebendas comerciales: les obliga a participar con contingentes militares para su invasión a Irak (como es el caso de El Salvador y Honduras en Centroamérica), de no hacerlo pondrían frenos a las remesas que los trabajadores migrantes envían desde Estados Unidos a sus países; o limitaría los accesos preferenciales de bienes y servicios que los países pobres exportan a Norteamérica.

Bajo esta política los obliga a que renuncien o desconozcan los acuerdos previamente adquiridos al tenor de la Corte Penal Internacional, porque sabe que su política guerrerista está reñida con los principios más elementales de la Carta de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas, y que sus mandos militares son susceptibles de enfrentar juicios por genocidio.

El discurso del presidente Bush II, de luchar en contra del terrorismo, inaugura, asimismo, una época de incertidumbres para la vigencia de los más elementales derechos civiles y ciudadanos en los mismos Estados Unidos. En efecto, gracias a la ley Patriot, ahora los norteamericanos tienen que demostrar su inocencia.

La parafernalia tecnológica de las agencias de seguridad ha convertido en sospechoso de terrorismo a todo ciudadano norteamericano, y con más razón a los habitantes de otros países, y ha establecido mecanismos de control y vigilancia ciudadana que echan al traste con los derechos civiles, sobre todo aquel de la privacidad y la libertad individual. Estados Unidos, enfermo de paranoia persecutoria de terroristas camuflados en cualquier esquina, se parece cada vez más a ese Estado totalitario y panóptico que Orwell describía en su novela “1984”. Y extiende su paranoia al resto del mundo.

Esa paranoia, manejada hábilmente desde las Corporaciones que controlan los medios de comunicación americanos (que también son globales), generó una situación de miedo creciente e inseguridad, que hicieron que el norteamericano medio sea presa fácil del discurso violento y agresivo de la administración Bush II.

Una sociedad paralizada por el miedo, es una sociedad fácilmente controlable, predecible, manipulable. Para la administración Bush II, la construcción de consensos y la administración de disensos son claves para su política guerrerista.

Sin embargo, cabría pensar que la violencia y el belicismo de la política internacional del gobierno norteamericano, de una u otra manera son funcionales e incluso necesarios para la conservación de su hegemonía mundial, pero los prosaicos intereses en los que se mueven los principales cuadros de la administración Bush II, más bien hacen pensar que el belicismo en realidad no es el correlato de la necesidad de expansión y control político, sino el correlato del control y dominio económico.

Así, detrás de la invasión a Irak, y de la probable invasión a Irán, más bien existan motivos económicos de las corporaciones transnacionales que un interés geoestratégico mundial. En efecto, la presencia del grupo Carlyle al interior del gobierno (grupo al que pertenecen tanto las familias Bush cuanto la familia Bin-Laden), o la presencia de Corporaciones como Halliburton, o Bechtel, dan cuenta son lo que el profesor Huberman llamaba los “intereses terrenales del hombre” los que en el capitalismo mueven al mundo.

Es el acceso a las reservas de petróleo más grandes del mundo, en Oriente Medio, el motor principal de la política belicista de la administración Bush II. Luego vendrán las justificaciones políticas e incluso éticas. Por ello, el resultado de las elecciones americanas, dejan un sabor amargo, y la impotencia de que no es justo de que el destino de la humanidad esté, en el fondo, en las decisiones de personas tan frágiles, tan egoístas, tan asustadas con perder un mínimo de su comodidad, tan soberbias como para pensar que su mundo privado es más importante que toda la humanidad, como son los norteamericanos medios.


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