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Boletín ICCI-ARY Rimay, Año 6, No. 60, Marzo del 2004
Geopolíticas del conocimiento,
interculturalidad y descolonialización(1)
Catherine Walsh(2)
Geopolíticas del conocimiento y legados coloniales
Tal vez la forma más concreta al iniciar una consideración
sobre el significado de la geopolítica es a partir de la imagen
del mundo que se construye. ¿Cuál es la representación
que construye sobre el norte y el sur, sobre las regiones económicamente
poderosas con relación a las regiones “otras”, especialmente
al llamado ‘Tercer Mundo’?.
Las palabras críticas de Eduardo Galeano revelan mucho sobre
el problema geopolítico, pero también geohistórico
presentes en esta representación:
Hasta el mapa miente. Aprendemos la geografía del mundo en un
mapa que no muestra el mundo tal cual es, sino tal como sus dueños
mandan que sea. En el planisferio tradicional, el que se usa en las escuelas
y en todas partes, el Ecuador no está en el centro, el norte ocupa
dos tercios y el sur, uno. América Latina abarca en el mapamundi
menos espacio que Europa y mucho menos que la suma de Estados Unidos
y Canadá, cuando en realidad América Latina es dos veces
más grande que Europa y bastante mayor que Estados Unidos y Canadá.
El mapa, que nos achica, simboliza todo lo demás. Geografía
robada, economía saqueada, historia falsificada, usurpación
cotidiana de la realidad del llamado Tercer Mundo, habitado por gentes
de tercera, abarca menos, come menos, recuerda menos, vive menos, dice
menos. (en Lander, 2000).
Desde hace siglos, los pueblos indígenas de las Américas
han pensado el mundo de otra forma, con el sur arriba y el norte abajo. ¿Cómo
esta construcción y representación del mundo, evidenciada
en este mapa titulado “501 años de cabeza abajo” podría
cambiar nuestra visión del mundo, de la gente y del conocimiento
producido por ella?.
La activista y poeta estadounidense Adrienne Rich ha argumentado que
un lugar en el mapa también es un lugar en la historia (citado
en Walsh, 2002). Por eso, hablar de la geopolítica no sólo
hace referencia al espacio físico -es decir, el lugar en el mapa-
sino también a los espacios históricos, sociales, culturales,
discursivos e imaginados – “los espacios epistemológicamente
diagramados” (Mignolo, 2000), que ofrecen la base para las subjetividades
(identidades) políticas, la diferencia no sólo étnica
sino colonial, y las luchas que se construyen en relación a ellas.
En las espacialidades de la geopolítica se forman, negocian, transgreden
fronteras y se desarrollan el poder y la política, tanto en territorios
nacionales como transnacionales. También aquí se generan,
producen y distribuyen conocimientos (Walsh, 2002).
El conocimiento tiene una relación y forma parte integral de
la construcción y organización de lo que podemos llamar
el sistema mundo. Es decir, la “historia” del conocimiento
está marcada geo-históricamente, geo-políticamente
y geo-culturalmente; tiene valor, color y lugar “de origen”.
Un ejemplo claro se encuentra en el pensamiento del reconocido filósofo
Immanuel Kant. Kant argumentó en los siglos 18 y 19, que la única
raza capaz de progreso en el proceso educacional de las artes y las ciencias
era la “blanca” europea. Al establecer un cuadro jerárquico
de color de la piel, de superior a inferior, localizando los “rojos” y “negros” en
los peldaños más bajos, Kant dio al conocimiento no sólo
un lugar, sino también un color – la blancura (Eze, 2001).
El pensamiento (eurocéntrico y racista) de Kant encuentra sus
bases en América Latina en lo que el peruano Aníbal Quijano
llama la colonialidad del poder y del saber. Al establecer patrones de
poder basados en una jerarquía racial y en la formación
y distribución de identidades sociales – blancos, mestizos
y, borrando las diferencias históricas de pueblos y nacionalidades,
en las identidades comunes y negativas de “indios” y “negros” y,
a la vez, promover una subordinación letrada de estas últimas
como gente que no piensa, la colonialidad del poder instaló una
diferencia que no es simplemente étnica y racial, sino colonial
y epistémica, una diferencia que se hace evidente en el programa
de televisión “Este Lunes”, de la ex canciller Dra.
Nina Pacari al frente de Jorge Ortiz, sigue operando en el Ecuador hoy
en día.
De esta manera, la colonialidad del poder va pasando al campo de saber,
descartando la noción del indígena como intelectual,
como alguien que puede intervenir directamente en la producción
de conocimiento. Y como parte esencial de esta colonialidad del saber,
se mantiene la hegemonía del eurocentrismo como única
perspectiva de conocimiento. Tal vez el ejemplo más concreto
se encuentra en las ciencias sociales, fundadas en Europa en los siglos
18-19 principalmente para apoyar y fortalecer la construcción
de los Estado-Nación. El hecho de que las ciencias sociales
se construyeron en las lenguas modernas de conocimiento y colonialización
(inglés, francés y alemán) y se ocuparon en y
con la realidad de los 5 países occidentales más poderosos
económicamente (Gran Bretaña, Francia, Alemania, Italia,
EE.UU.), demuestra lo que implica la geopolítica del conocimiento
en acción.
Pero quizás la mayor consecuencia de la geopolítica del
conocimiento es poder comprender que el conocimiento funciona como la
economía: está organizado mediante centros de poder y regiones
subordinadas - los centros del capital económico también
son los centros del capital intelectual. Por eso, y todavía, la
producción intelectual en América Latina y peor en el Ecuador,
tiene poco peso en el mundo. Pero hay un problema adicional. Y eso es
la manera que el discurso de la modernidad creó la ilusión
de que el conocimiento es abstracto, des-incorporado y des-localizado,
haciéndonos pensar que el conocimiento es algo universal, que
no tiene casa o cuerpo, ni tampoco género o color. Es este mismo
discurso de la modernidad que también crea la necesidad, desde
todas las regiones del planeta, a “subir” a la epistemología
de la modernidad; es decir, a cercarnos desde América Latina al
modelo eurocéntrico como el único válido del progreso
en el campo del saber. La autora Jean Franco usa la metáfora del
cuerpo para explicar esta relación colonial e imperial – la
cabeza que piensa está en el norte, mientras que el cuerpo que
actúa (y que ejerce las funciones biológicas-corporales)
está en el sur.
Hablar de las geopolíticas del conocimiento, entonces, es reconocer
la naturaleza hegemónica de la (re)producción, la difusión
y el uso del conocimiento, no simplemente como ejercicio académico,
sino como parte fundamental del sistema-mundo capitalista y moderno,
que a la vez y todavía, es colonial.
La interculturalidad como proyecto político, ético y
epistémico
Como bien sabemos, la interculturalidad ha sido desde los años
90, uno de los principios ideológicos del proyecto político
de la CONAIE, con miras hacia la transformación de las actuales
estructuras y hacia la construcción del Estado Plurinacional.
Pero mientras que el sentido social y político de la interculturalidad
es evidente tanto en el discurso del movimiento como en sus iniciativas,
especialmente en las prácticas actuales de varios gobiernos locales
alternativos, no queda tan evidente lo que implica pensar la interculturalidad
como una política epistémica que busca enfrentar y transformar
los viejos diseños coloniales del poder y del saber.
Lo que me interesa aquí es ampliar nuestro entendimiento de la
interculturalidad en torno a lo que podemos llamar su “giro epistémico”.
A poner énfasis en la noción de la “interculturalidad
epistémica” como práctica política y como
contra-respuesta a la hegemonía geopolítica del conocimiento;
como una forma “otra” de pensamiento desde la diferencia
colonial, necesaria para la construcción de un mundo más
justo.
Más que un discurso, la interculturalidad dentro de las iniciativas
indígenas representa y marca una política cultural, un
pensamiento de oposición dirigido a la transformación socio
histórica y estructural, una lógica construida desde la
particularidad de la diferencia que, como hemos dicho, no es simplemente étnica
o cultural sino colonial: la consecuencia de la dominación pasada
y presente de pueblos, lenguas y también de conocimientos. Y aunque
esta lógica de la interculturalidad parte de una posición
de exterioridad con relación a lo dominante, cuestionando a él,
involucra conocimientos y modos de pensar que no quedan totalmente aislados
de los paradigmas o estructuras dominantes. Es decir, por necesidad y
como resultado de los procesos históricos de la colonialidad,
esta lógica “conoce” estos paradigmas y estructuras – ha
tenido que aprender y vivir con ellos. Y es por medio de este conocer
que un pensamiento “otro” está construyéndose,
orientado a la agencia o acción del movimiento en las esferas
políticas, sociales y culturales, trabajando sobre los paradigmas
y estructuras dominantes y los estándares culturales construidos
por el conocimiento occidental y “universal”, así descolonializándolos.
Al hablar de la interculturalidad epistémica no es lo mismo al
hablar de un “conocimiento intercultural” como hace la propuesta
de Amawtay Wasi, que, como entiendo, propone un diálogo o encuentro
de conocimientos occidentales, orientales e indígenas. Sin descartar
la importancia de tal diálogo, me parece necesario poner en cuestión
los supuestos que los posicionan de manera siempre desigual; por ejemplo,
el conocimiento indígena como algo siempre local y temporal -asociado
con el pasado, con lo tradicional- al frente del no-lugar y la no-temporalidad
del conocimiento occidental. Son estos supuestos que limitan y encierran
la esfera de pensar de los pueblos indígenas (o negros) a su comunidad,
y no a los problemas de la sociedad, la región o el mundo.
Más bien, lo que estoy proponiendo aquí es la construcción
de nuevos marcos epistemológicos que incorporan y negocian conocimientos
occidentales y conocimientos no-occidentales, indígenas pero también
negros (y sus bases teóricas y vivenciales, pasados pero también
presentes), siempre manteniendo como fundamental la necesidad de enfrentar
la colonialidad del poder a la cual estos conocimientos han sido sometidos.
Marcos epistemológicos que pluralizan, problematizan y desafían
la noción de un pensamiento y conocimiento totalitario, único
y universal desde una postura política y ética, abriendo
la posibilidad y el reconocimiento de distintos modos de pensar.
En estos términos, la interculturalidad representa una lógica
de pensar y una práctica que trabaja en los límites de
los conocimientos indígenas y negros, traduciendo los conocimientos
occidentales a las perspectivas indígenas y negras del saber,
y a sus necesidades políticas y concepciones éticas.
Hacia la descolonialización
En la propuesta de Amawtay Wasi encontramos el potencial y la posibilidad
para construir en la práctica un camino hacia la descolonialización
del saber. En este afán, podemos identificar tres puntos claves
de futura consideración:
- El camino hacia la descolonialización requiere hacer ver que
el conocimiento tiene valor, color, género y lugar de origen y,
por eso, el lugar desde uno piensa sí importa.
- El camino hacia la descolonialización requiere la recuperación,
revaloración y aplicación de los saberes ancestrales, pero
también requiere un cuestionamiento de la temporalidad y localidad
asociado con ellos, que siempre los mantendrán como “saberes” y
no “conocimiento”.
- El camino hacia la descolonialización no debe partir simplemente
de un relacionar de conocimientos (ancestrales, occidentales, orientales)
entendidos como bloques o entidades claramente identificados y encerrados,
sino en contribuciones críticas a nuevos procesos de intervención
intelectual, en la creación de conocimientos y de modos de pensar
que cruzan fronteras.
Hablar de una política epistémica y, a la vez, epistemologías
políticas, es de reconocer la agencia o iniciativa histórica
del movimiento indígena a incidir no sólo en las estructuras
e instituciones sociales del país (incluyendo la educación,
la salud, y, como fue la experiencia reciente, en el mismo Estado) sino
también en el pensamiento de la gente, tanto a nivel nacional
como internacionalmente. Al frente de esta iniciativa, es difícil
pensar en el Ecuador sin el referente del movimiento indígena,
inclusive para los mismos blanco-mestizos. No obstante, lo que los interesa
aquí no es el reconocimiento en sí, sino la manera que
la interculturalidad, entendido como concepto que proviene no de la academia,
sino del movimiento indígena, presenta desde su política
epistémica, un real desafío a la colonialidad del poder,
a las geopolíticas del conocimiento y al sistema mundo.
Para desenmascarar y confrontar las complejidades y amenazas del neoliberalismo
y del capitalismo global dentro del orden moderno/colonial y procurar
la descolonialización de las ciencias del saber, pero también
del ser, es necesario, como he argumentado aquí, una visión
crítica de las geopolíticas del conocimiento. Pero esta
visión sólo no es suficiente. Lo que realmente necesitamos
hacer es poner en marcha el proyecto político, ético y
epistémico de la interculturalidad, un proyecto en el cual son
esenciales el conocimiento colectivo, el análisis colectivo y
la acción colectiva. Para concluir, las palabras de un shamán
huichol (citado en Vera 1997, 81) parecen adecuadas:
Juntar los momentos en un solo corazón, un corazón de
todos, nos hará sabios, un poquito más para enfrentar lo
que venga. Sólo entre todos sabemos todo.
Referencias
Eze, Emmanuel Chukwudi. “El color de la razón. Las ideas
de ‘raza’ en la
antropología de Kant,” en Capitalismo y geopolítica
del conocimiento, W. Mignolo (comp.). Buenos Aires: Ediciones del signo,
2001.
Lander, Edgardo (comp.). La colonialidad del saber: eurocentrismo
y ciencias sociales. Perspectivas latinoamericanas. Buenos Aires: FLACSO, 2000.
Mignolo, Walter. “Diferencia colonial y razón posoccidental”,
en La
reestructuración de las ciencias sociales en América Latina,
S. Castro-Gómez (ed.). Bogotá: Centro Editorial Javeriano,
2000.
Vera, Ramón. “La noche estrellada. (La formación
de constelaciones de saber)”, Chiapas 5, 1997, 75-95.
Walsh, Catherine. “La re-articulación de subjetividades
políticas y diferencia
colonial en Ecuador: reflexiones sobre el capitalismo y las geopolíticas
del conocimiento”, en Indisciplinar las ciencias sociales.
Geopolíticas
del conocimiento y colonialidad del poder. Perspectivas desde lo andino,
C. Walsh, F. Schiwy y S. Castro-Gómez (eds.). Quito: UASB/Abya
Yala, 2002. Notas
1. Esta ponencia fue presentada en el evento
de la inauguración de la casa de ICCI, “Geopolíticas
del Conocimiento y la Descolonización de las Ciencias”,
18 de febrero del 2004.
2. Coordinadora académica del Doctorado en Estudios Culturales Latinoamericanos,
y Coordinadora del Taller Intercultural, Universidad Andina Simón Bolívar,
sede Ecuador.
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