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Boletin ICCI ARY-Rimay
Boletín ICCI-ARY Rimay, Año 6, No. 60, Marzo del 2004

Editorial

EL 8 DE MARZO DÍA DE LA MUJER


¿Cuántas palabras más son necesarias para que ser joven no sea un estigma?¿Cuántas se necesita aprender para que una mujer astronauta no asombre a nadie?¿Cuánta ciudadanía, cuánta democracia se necesita aprender para que la discriminación positiva y los mecanismos institucionales que reclamamos sean cosa del “siglo pasado”?¿Cuántas palabras más son necesarias para que la maternidad no sea un riesgo de muerte?¿Para que el aborto no siga siendo la primera causa de estas muertes?¿Para que el amor no sea condenado cuando no se ajusta a las palabras con las que algunos de ustedes quieren definirlo?¿Qué lógica es aquella que acepta el odio consensuado y la guerra entre y dentro de nuestros países y quiere hacer la guerra al amor que no se ajusta a sus definiciones?.
(Declaración Política de la Región de América Latina y del Caribe en la Asamblea General de Naciones Unidas, 2000).

Las lecturas que hacemos de textos y contextos de una realidad vivenciada depende precisamente de la posibilidad que tenemos nosotros de acercarnos a los sujetos o sujetas (si la gramática lo permite) que construyen conocimiento, es entonces desde estas posibilidades subordinadas que interpretamos “libremente” lo que se nos quiere decir, aunque de hecho tengamos que negociar con nuestras propias limitaciones masculinas, comprendiendo y explicando que el conocimiento ha cambiado de cancha o que por lo menos ha sido cuestionado su origen, en estos momentos que se reclama y se proclama desde lo académico nuevas formas de entender la construcción del conocimiento, entendiendo que tiene mucho que ver el actor o actora social.

Si de algo nos pueden servir las declaraciones en escenarios reconocidos internacionalmente, es que nos cuestionan, nos enfrentan con nuevas realidades, nos señalan nuevos caminos, nos hincan para buscar explicaciones a los nuevos órdenes emergentes, pero principalmente nos invitan a desconstruir conceptos que los hemos venido manejando durante miles de años y no hemos sido capaces de entenderlos, si no somos tocados y conmovidos por propuestas teóricas subversivas.

Nos encontramos frente a nuevas formas de entender al “otro”, o a la “otra”, a aquella que ha estado tan cercana a nosotros y que no hemos sabido, ni comprenderla, ni explicarla por la intransigencia a negar la presencia del “otro/a” con la que fuimos “educados”, por este proceso de invisibilización de la mujer-esposa-madre-productora-reproductora, que es producto de nuestras limitaciones conceptuales y vivenciales que se han hecho carne y que no estamos en capacidad de renunciar sin antes dar una batalla que nos aproxime a la construcción de nuevas identidades.

Las identidades no se construyen fuera del mundo ni en solitario, son fruto de la permanente comunicación entre los seres humanos y es aquí que la pareja juega un papel fundamental porque reproduce los comportamientos que exige la sociedad para ser aceptados, los propios conocimientos son socializados a los individuos, primero en la familia y pasan a ser comprobados en la comunidad, entonces la identidad adquirida y compartida forma parte de un legado cultural del cual todos nosotros para bien o para mal formamos parte.

Son en los espacios de convivencia mutua donde se ejerce la dominación, cultural y epistémica, porque el aprehender, el comprehender y el explicar son tareas que a todos y a todas compete, pero que se encuentra soslayada por principios de autoridad y dependencia para las mujeres, existen códigos aceptados por la sociedad en los cuales las mujeres cumplen papeles pasivos y repetitivos frente a la deconstrucción de esquemas injustos y perversos que rigen el comportamiento de los seres humanos.

Los espacios que se disputan (hombres y mujeres) son mucho más grandes que los espacios que se comparten, cada espacio compartido es sumergido por la conflictividad, por esa aparente necedad de desvirtuar la posibilidad de construir juntos, piel con piel, un mundo de posibilidades para los dos “géneros”. Los mundos posibles son inmersos por categorías sociológicas, políticas y antropológicas, que nos vuelven lejanos y enemistados.

Entonces nos preguntamos ¿somos capaces de renunciar a nuestra autoridad en procura de construir una relación más equitativa?, ¿acaso nos conviene seguir manteniendo este esquema perverso para mantener el poder?. La respuesta es afirmativa, porque la renuncia equivale a perder nuestras prebendas, asumir nuevas tareas a las que no estamos preparados culturalmente y por las cuales sufriremos vejámenes y risas de nuestros congéneres y esto por supuesto no nos conviene.

Julieta Kirkwood, feminista chilena muerta en 1985, activa militante y brillante académica, señalara acertadamente: “Una de las características más notables del feminismo contemporáneo es esa suerte de irresponsabilidad para con el paradigma científico y los conceptos que se asumen en su lenguaje. Esta especie de desparpajo en mezclarlo todo, como si se tuviera la certeza de que las tablas de la ley del conocer, por venir desde lo alto, se hubiesen hecho añicos en su caída a lo humano y que, en consecuencia, habría que arreglárselas con lo que tenemos.

Mas allá de la insolencia y del arrojo, la libertad y el des-orden que de ello se derivan me resultan muy gratos: proporcionan algo así como una licencia para expresar (Contemos con la arriscada de narices de las lectoras / lectores de las ideas exactas). (Kirkwood,1986:208)(1).

Cuando encuentras estas consideraciones epistémicas emergentes que te cuestionan, interpelan, que te hacen ver que el acceso al conocimiento tiene voz propia y que por lo mismo es el momento de averiguar atentamente como hemos estado viendo a nuestra semejante, a nuestra más cercana, entonces comienza a crecer incertidumbres en nuestro espíritu y al final te preguntas si eres capaz de asumir los retos que plantean, ver y dejar pasar o abandonarte en la indiferencia, cerrar los ojos y gritar al mundo que no pasa absolutamente nada que es “asunto de mujeres”.

Asuntos de mujeres que involucran nuevos pensamientos, nuevas formas de entender la realidad manifiesta, que van más allá del simple reclamo chillón, que exigen miradas diferentes, que nos conminan a cambiar nuestros imaginarios y que nos comprometen con diferentes prácticas de relación.

Aclaremos que los asuntos de mujeres precisamente pasan por esquemas machistas, porque la sociedad está diseñada desde esa perspectiva -si me equivoco en las apreciaciones, es fruto de mi masculinidad mal construida- lo evidente es que estos últimos años han significado avances significativos en la propuesta política de las mujeres, son desde los espacios de poder controlados históricamente por nosotros los hombres, donde se han expresado las luchas de las mujeres y han logrado resultados que han significado profundos cambios en la institucionalidad de la sociedad.

La construcción conceptual de género (asunto de hombres: supuestamente) en forma manifiesta ha invisibilizado a la mujer, o la ha reducido al área de las tareas domésticas, hoy llamado el de las actividades reproductivas, en este proceso de invisibilización se han legitimado las más perversas injusticias, a la mujer se la ha reducido al trabajo doméstico y desde este espacio se le ha mutilado la iniciativa, dándole responsabilidades rutinarias que por tener esta característica no han sido valoradas, ni reconocidas por los actores sociales, porque se ha visto a este trabajo como una obligación “natural y consustancial a ser mujer”, en deprimento de sus potencialidades.

Se inician nuevas épocas del conocimiento, ya no son suficientes los temas que se proponen conocer, existe la necesidad de ir más allá y uno de los aspectos fundamentales en la construcción del saber es quien lo enuncia y desde lo enuncia, porque eso cambia radicalmente nuestra percepción, porque socialmente tenemos que dar nuevos tipos de respuestas porque: “Es imposible conocer con rigor despreciando la intuición, los sentimientos, los sueños, los deseos, porque es el cuerpo entero el que socialmente conoce…”

Y es el cuerpo que se expresa, hasta con mirar las 2000 mujeres indígenas y campesinas, reunidas en Quito el 8 de marzo, muchas con sus hijos en brazos, sosteniendo la esperanza, abrazándose a la ternura, levantado banderas, juntando palabras kichwas-castellanas, recordando símbolos guardados hacia siglos, rememorando tiempos pasados, mientras caminan con pasos seguros en la búsqueda de espacios donde se les reconozca su aporte a la construcción de un país solidarios, tierno, humano, pero fundamentalmente diverso.

Por ahora no es más, sintonicemos nuestras preocupaciones e inquietudes, profundicemos nuestras interrogantes e intentemos dar un paso hacia la posibilidad de caminar juntos: KARIHUARMIKAY.

Notas

1. VARGAS VALENTE, Virginia (2002) “Itinerario de los otros saberes” (Postfacio) En: Daniel Mato (coord.) Estudios y Otras Prácticas Intelectuales Latinoamericanas en Cultura y Poder. Caracas: Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO) y CEAP, FACES, Universidad Central de Venezuela.


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