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Publicación mensual del Instituto Científico de Culturas Indígenas.
Año 4, No. 34, enero del 2002
Argentina en el espejo de Ecuador
El modelo neoliberal se reacomoda
Kintto Lucas
UNO Pavor, esa es la palabra que mejor definiría la realidad que vivió el ministro de finanzas argentino, Domingo Cavallo,
y sus asesores, los primeros días de abril de 1995. No había dinero en caja ni para pagarle a los jubilados, y el pánico se
apoderó del gobierno. Lo recaudado con la venta de las empresas estatales se esfumó, y ya no quedaba nada para
privatizar. La "próspera" (para algunos) Argentina del peso a la par del dólar comenzaba a caer, y con ella la posibilidad
de que el presidente Carlos Menem pudiese reelegirse en las elecciones nacionales programadas para mayo de ese mismo
año. Ese miedo en el frente económico menemista, tenía como antecedente el derrumbe financiero mexicano, pues reveló
que cuando el libremercadismo comienza a descarrilarse, son los Estados quienes tienen que cubrir las pérdidas, y en este
caso, el Estado argentino (como antes el mexicano) ya no tenía de donde sacar plata. La realidad del país conosureño en
aquel momento, no hacía más que confirmar el hecho de que la fiesta del capitalismo salvaje parecía estar llegando a su
fin. Sin embargo, en aquel momento, el desesperado manotón de ahogado del gobierno argentino de entonces encontró en
las aguas del Fondo Monetario Internacional (FMI), un tronco de 2.500 millones de dólares como préstamo, que
obviamente se transformó en más deuda externa, para paliar la situación. Pero el FMI no da puntada sin hilo, y como es su
costumbre, para soltar el dinero volvió a imponer condiciones: entre ellas, la de subir el Impuesto al Valor Agregado del
18 al 21 por ciento. Ese tres por ciento de aumento en el IVA, fue trasladado por los comerciantes a las mercancías, por lo
que los precios de los distintos productos (incluidos los de primera necesidad) se incrementaron, y el consumidor de bajos
recursos fue, como siempre, el que más perdió porque tuvo que comprar las cosas más caras sin que le subieran el salario.
Pero tal vez lo peor fue la sensación casi generalizada de que los millones de "verdes" prestados por el Fondo solo
servirían para retrasar por meses, o quizás un par de años, el naufragio y, sobre todo, ayudar a que finalmente Menem
fuese reelegido. Como buen chanta, el ex presidente argentino prefirió no realizar comentarios sobre la realidad económica
que vivía su país, y rehusó a debatir por televisión con los distintos candidatos a la presidencia, en tanto que dijo poner a
"disposición" sus técnicos "para que debatieran con los de los otros sectores". Este hecho, fue tomado en tiendas
opositoras como miedo del presidente a que los debates televisivos le hicieran perder la elección. Menem finalmente fue
reelecto y, a instancias del propio FMI, aprovechó ese segundo período presidencial para liquidar lo poco que quedaba del
país y endeudarlo mucho más, llevando la deuda externa argentina a 130.000 millones de dólares. Llevando el país a un
punto de recesión, desempleo y subempleo que no había conocido en su historia. Sin embargo, todo estaba preparado para
saltar del barco antes que se hunda.
DOS Los peronistas saben que siempre hay (¿habrá?) algún radical que pone la cara como Fernando De la Rúa, quien no
solo siguió con el modelo económico, si no que llamó a Domingo Cavallo para aplicarlo mejor, o sea peor. Pero esta vez
la imposición del Fondo fue más fuerte, porque solo con subir el IVA no alcanzaba y ya no quedaba empresa estatal para
vender. Además, desde que en el horizonte de Estados Unidos está el Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA),
es necesario que América Latina se dolarice. Pero para dolarizar primero hay que "sincerar la política monetaria", como
dicen los chantas de la economía actual, o sea que antes de dolarizar es necesario devaluar, como ocurrió en Ecuador. De
la Rúa y Cavallo sabían que si devaluaban para preparar el camino de la dolarización podrían terminar arrastrados por la
gente, y no se equivocaron. Se equivocaron al creer que no serían arrastrados si seguían aplicando el modelo a medias. La
crisis era tal que solo el cambio de modelo podía parar la explosión social. Ahora, con veintiséis muertos en el camino,
llegaron los salvadores peronistas para devaluar primero y dolarizar después. Tal como quiere el FMI, el país gringo y sus
secuaces en Latinoamérica, el modelo neoliberal, contrariando lo que algunos creen, no muere, solo se adapta a las
necesidades del momento histórico, y se profundiza. En el camino hacia el ALCA, el Fondo apuesta a gobiernos capaces
de continuar la aplicación del modelo en circunstancias de crisis extrema. Entonces, si es necesario que caiga De la Rúa
para que surja un gobierno con esas condiciones, tanto mejor.
TRES En Argentina se repite lo de Ecuador, cuando una rebelión popular liderada por indígenas y militares progresistas
terminó siendo usufructuada por los mismos grupos de poder que han manejado el país durante décadas. ¿Otra vez la
rebelión popular traicionada? ¿Otra vez la mentira? Eso importa y no importa. La rebelión del 19 y 20 en Argentina nos
demostró que para derrotar al modelo, aunque sea por horas, se necesita la protesta colectiva de distintos sectores. Pero
solo eso no basta, si no se resuelve el problema del poder. Estas luchas que se iniciaron a mediados de los 90 con
levantamientos provinciales, incorporaron a los desocupados que, contrariamente a lo que espera el modelo, comenzaron
a juntarse. El modelo espera la soledad, la separación del desempleado que ya no tiene fabrica o trabajo donde unirse, el
individualismo. La situación fue tal que los desocupados se juntaron a través del barrio o del piquete. La unidad se fue
forjando a través del lugar conquistado para luchar. El corte de ruta utilizado largamente por los indígenas en Ecuador fue
asumido también en Argentina como una forma de lucha eficaz. El estallido social se fue gestando y estalló pocos días
antes de la Navidad con toda su carga de dignidad. Fue éste, el estallido social más importante desde las luchas sociales de
los años previos a la instauración de la dictadura en 1976. Pero me temo, que como en Ecuador, son las elites las que
están usufructuando de esta rebelión popular. Tras la caída de Jamil Mahuad en enero de 2000, en Ecuador, existieron
varios actores. Uno fue el movimiento indígena con capacidad de movilización y de propuesta; otro es el descontento
popular generalizado con un gobierno que no supo atender mínimamente los reclamos de distintos sectores y se entregó a
la dictadura del poder financiero. Pero también existió una mano escondida tras las sombras, una mano de las elites que
estaban desesperadas porque se implante la dolarización y consideraban que Mahuad era muy débil como para imponerla,
por lo tanto era mejor cambiarlo por el vicepresidente. Este fue el sector que finalmente venció al imponer mediante un
golpe de Estado a Gustavo Noboa. Así, tras la caída de Mahuad, el modelo se reacomodó y se impuso la dolarización.
Obviamente los representantes del FMI quedaron satisfechos y brindaron nuevos préstamos, o sea más deuda externa, al
nuevo gobierno. Sin embargo, no se puede decir que el levantamiento en sí sufrió una derrota, pues significó un avance en
la acumulación de los sectores populares en la construcción de su destino. Fue una experiencia de poder y un avance en la
construcción de otro poder, un poder desde la raíz. Pero Ecuador tenía, y tiene, organizaciones sociales y políticas
relativamente fuertes, que me temo no es el caso argentino. Tras la caída de Fernando De la Rúa, también existieron varios
actores. Uno fue el movimiento de protesta que se fue gestando a través de la organización de los desocupados; otro el
descontento generalizado de los sectores populares y la clase media con un gobierno que no ejerció el papel histórico de
asumir la quiebra del modelo y apostar a una propuesta distinta. Pero también existió una mano escondida tras las
sombras, una mano de las elites económicas argentinas vinculadas al peronismo y de sus aliados del Fondo Monetario
Internacional. Era necesario readaptar el modelo y De la Rúa era muy débil como para llevar adelante esa tarea. Entonces,
mientras el FMI no daba señales de vida, las patotas al servicio de Eduardo Duhalde y Carlos Ruckauf se hacían presentes,
promoviendo saqueos violentos en distintas zonas de Buenos Aires durante las movilizaciones y presionando a los líderes
populares. ¿Por qué el FMI no desembolsó dinero para socorrer a De la Rúa como lo hizo con Menem en 1995? ¿Por qué
todos los sectores de la política tradicional argentina apostaron a que Duhalde terminé el período del presidente anterior y
no a las elecciones que devuelvan la soberanía al pueblo?
CUATRO En los últimos tiempos, ante el desborde del modelo neoliberal, que solo profundiza la vieja brecha entre
pobres y ricos, el Fondo y el gobierno estadounidense parecen apostar a la profundización de la crisis para precipitar
estallidos que provoquen un sacudón pero no el quiebre del modelo. Para eso, es necesario que estos estallidos se
produzcan antes de que se consoliden estructuras organizativas capaces de disputar el poder. Con las diferencias y los
ingredientes políticos propios de cada país, eso parece haber sucedido en Ecuador, Perú y Argentina. ¿Cuál es el próximo?
La caída de Fernando De La Rúa, y los que le siguieron, tiene un significado similar a la de Jamil Mahuad. ¿Las
organizaciones sociales argentinas tendrán la fuerza suficiente para proponerse un salto cualitativo en la acumulación? Esa
interrogante surge ante el papel nefasto que ha tenido el peronismo en la historia argentina, logrando transformarse en el
muro de contención de la izquierda y de los procesos de cambio. El peronismo es una especie de espejismo que amaga
con la izquierda y golpea con la derecha, dijo alguien hace años, y no se equivocó. Ahora, tras asumir mediante una
componenda parlamentaria, Duhalde habla de cambiar un modelo que él mismo ayudó a profundizar. Como Perón,
Isabelita, Menem, los burócratas de la Confederación General de Trabajadores (CGT), el inefable Fierminich y sus
compinches, Duhalde propone cambiar para no cambiar. Ahora el nuevo presidente no electo, propone terminar con la
convertibilidad para ir a la devaluación, paso previo de la dolarización pre-ALCA. Ahora Duhalde moviliza su gente,
mucha de ella pagada, al viejo estilo peronista para contrarrestar el papel creciente de la izquierda. Ahora que, como en
1995, la fiesta del capitalismo salvaje parecía estar llegando a su fin, Duhalde se transformó en la momentánea salida, para
dejar claro que el peronismo es lo peor que le puede haber pasado al movimiento popular argentino. Argentina nos puso
en primer plano el fracaso del neoliberalismo, con toda su secuela de muerte, pero el neoliberalismo todavía no cayó.
Resta mucho por hacer para que eso ocurra. Queda un largo camino por delante y es necesario seguir peleando con la
movilización y la organización de los sectores que no creen en el verso discursivo peronista. "Tengan cuidado con lo que
hacen" quienes asuman el nuevo gobierno, "porque vamos a salir nuevamente a la calle", dijo un manifestante durante las
manifestaciones previas a la renuncia de Fernando De la Rúa. Salir a la calle, esa es la herramienta de la gente para torcer
un destino impuesto.
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