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Boletin ICCI Rimai
Publicación mensual del Instituto Científico de Culturas Indígenas.
Año 4, No. 34, enero del 2002

Ecuador: ¿un modelo para América Latina?

Alberto Acosta (1)


Ecuador, el país más pequeño de la región andina y con una población de 12 millones de habitantes, concluyó el siglo XX con una crisis sin precedentes. Y empezó el siglo XXI liderando el crecimiento económico en América Latina. ¿Es éste un motivo de regocijo o de preocupación? Frente a esta pregunta nada mejor que el análisis de algunos datos, recordando que la dolarización fue presentada no sólo como la única alternativa existente, si no como la gran solución para resolver los males de la economía ecuatoriana...

- Rasgos de la mayor crisis del siglo XX

Al año 1999 se le recordará por registrar la mayor caída del PIB real del siglo XX. Este declinó en 7,3% medido en sucres constantes y en dólares en 30,1%, de 19.710 millones a 13.769 millones de dólares. El PIB por habitante se redujo en casi 32%, al desplomarse de 1.619 a 1.109 dólares.

El país, como consecuencia de un largo proceso de ajustes y de la crisis mencionada, experimentó el empobrecimiento más acelerado en la historia de América Latina: entre el año 1995 y el año 2000, el número de pobres creció de 3,9 a 9,1 millones, en términos porcentuales de 34% al 71%; la pobreza extrema dobló su número de 2,1 a 4,5 millones, el salto fue de 12% a un 31%. Lo anterior vino acompañado de una mayor concentración de la riqueza. Así, mientras en 1990 el 20% más pobre recibía el 4,6% de los ingresos, en el 2000 captaba menos de 2,5%; entre tanto el 20% más rico incrementó su participación del 52% a más del 61%. Y en el tornasiglo miles de ecuatorianos, más de 500 mil personas (más de un 10% de la Población Económicamente Activa - PEA), habrían huido del país.

Las cifras expuestas demuestran la gravedad de una crisis explicable por una serie de factores mutuamente interrelacionados, de orden natural -el fenómeno de El Niño-, de orden económico -el servicio de la deuda externa, la caída de los precios del petróleo, la desestabilización financiera internacional, el salvataje bancario- y de orden político -cinco gobiernos en cinco años-. Crisis desatada, en gran medida, por la política económica aplicada desde 1992, así como por efecto del interminable ajuste estructural de inspiración fondomonetarista impuesto en este país con diversos grados de coherencia desde la primera mitad de la década de los ochenta. Sobre todo estas dos últimas acciones son causas profundas del problema ecuatoriano. Y todo en un ambiente de corrupción desbocada.

- La apuesta de la dolarización

En este contexto Ecuador sorprendió al mundo. Con la dolarización plena de su economía, el 9 de enero del 2000, fue el primer país de América Latina que sacrificó oficialmente su moneda nacional e impuso una moneda extranjera como de curso legal completo. Y se incorporó a la lista de 26 colonias o territorios que hasta entonces utilizaban una moneda extranjera en todo el mundo, 11 de ellos el dólar norteamericano.

La decisión final sobre la dolarización oficial plena no resultó de los designios de la razón tecnocrática. Basta ver que con ella no se acabó con el proceso inflacionario, como se había prometido.

La dolarización, por lo demás, no puede ser estudiada exclusivamente en el vacío de la política económica, sino que debe incorporar reflexiones propias de economía política. A más de las lógicas internas del Ecuador, hay que comprender los intereses norteamericanos y, por cierto, la estrategia de los organismos multilaterales. Reconociendo, entonces, que la dolarización está al servicio de determinados intereses y alianzas hegemónicas dentro y fuera de cada país, y que su aplicación responde a procesos avasalladores propios de la mundialización del capitalismo, convendría hacer un análisis desde varias aristas, resaltando las diversas implicaciones y las principales agendas involucradas, así como una serie de prejuicios e inercias que trascienden las racionalidades estratégicas. Sin embargo, por razones de espacio, en este texto se centra la atención en algunos aspectos económicos básicos, lo cual no miniza el coincidente establecimiento de una base militar norteamericana en el puerto ecuatoriano de Manta (en el marco del Plan Colombia) y la decisión de apostar por la dolarización.

- Realidad frente a los ofrecimientos de la dolarización

Para poder realizar una evaluación de los dos años de dolarización conviene recordar los ofrecimientos que justificaron el sacrificio de la moneda nacional, el sucre. Quienes plantearon la dolarización, sobre todo los miembros del Foro Económico, algunos de cuyos integrantes, encabezados por Carlos Julio Emanuel, se encuentran al frente del Ministerio de Economía, ofrecían, entre otras maravillas: "una baja inmediata de las tasas de interés, de la inflación y la entrada de capitales foráneos, dando paso a la reactivación inmediata de los sectores productivos" (Diario El Universo, Guayaquil, 7.1.2000).

¿Cayó inmediatamente la inflación? No. En promedio anual, ésta pasó de 52% en 1999 a 97% en el 2000, antes de declinar lentamente a un 40% en el 2001; alcanzando en diciembre pasado recién un 22,5% ¡en dólares¡, la inflación más alta de América Latina, casi diez veces el nivel inflacionario de los EEUU. Ni la relativa calma conseguida por la ausencia de la devaluación se refleja en una sustantiva caída de las tasas de interés en dólares, que superan el 20% y aún el 80% para compras a plazos en establecimientos comerciales privados…

La relativa estabilidad lograda se explica por la ausencia de la devaluación, que en el año 1999 alcanzó un monto de 198%. Sin embargo, la inflación, en una economía dolarizada, es todavía una compleja tarea por resolver, en especial cuando continúan los reajustes de los precios de los servicios y de los bienes públicos, en un escenario en el cual afloran peligrosas presiones que mantienen una tendencia inercial en el proceso inflacionario…

¿Se reactivó de inmediato el aparato productivo? Tampoco. Fue falsa la propaganda que aseguraba que "la medida es tan poderosa que por sí sola comienza a hacer girar las ruedas de la reactivación económica", como clamaba José Luis Cordeiro, venezolano importado para promocionar la dolarización (Diario El Universo, Guayaquil, 24.2.2000). En el 2000, luego del bajón en 1999, la economía apenas frenó su caída. Y recién convalece en el 2001. Las estimaciones hablan de hasta un 5,4%, sin que con esto el PIB alcancé el nivel de 1998.

Los partidarios de la dolarización sugieren que esta recuperación es una prueba de la eficacia de esta decisión. Absurdo. Toda recesión finalmente termina, sobre todo si tiene recursos foráneos que ayudan a superarla. Con la dolarización, al igual que con la convertibilidad en la Argentina, el dilema es inexcusable: la economía funciona mientras entran capitales externos en abundancia o, en caso contrario, se tiene que ajustar por la vía de la recesión, pero esa no es por ahora la situación ecuatoriana...

Lo que interesa averiguar ahora es de dónde han salido los dólares para esta recuperación por lo demás desequilibrada. En el 2001 la economía se apuntaló con las remesas de los emigrantes, con más de 1.450 millones de dólares (superiores a las inversiones petroleras), y con el monto de recursos demandados por la construcción del nuevo oleoducto, así como con los ingresos generados por las ventas de petróleo en el mercado mundial hasta antes de los atentados terroristas del 11 de septiembre, que provocaron una drástica caída del precio del crudo. Ya en el 2000 las remesas de los emigrantes por 1.330 millones de dólares, superiores a las exportaciones sumadas de banano, camarón, café, cacao y atún (equivalentes al 20% del consumo nacional), habían salvado la dolarización, al igual que los altos precios del crudo, que produjeron ingresos mayores en 600 millones de dólares a los presupuestados. Y en ambos años debe haber ingresado una cuantía importante de narcodólares y dólares falsos, que han inundado la economía ecuatoriana; en estos dos casos sí apoyados por la dolarización.

Ya casa adentro, el consumo también se ha nutrido del descongelamiento de los depósitos bancarios. Muchos de los clientes de los bancos, atemorizados por la experiencia del feriado bancario y el congelamiento de sus depósitos en marzo de 1999, prefierieron destinar esos recursos liberados al consumo de bienes o a la construcción; sector que ha experimentado un crecimiento importante, alentado también por el bono de la vivienda.

Este convalecimiento de la economía ecuatoriana ha venido acompañado con una reducción de los índices de desempleo y subempleo, pero no por efecto de un incremento de la actividad productiva que pudiera haber creado nuevos puestos de trabajo, sino especialmente por la corriente indetenible de emigrantes. Así, en la actualidad, casi el 80% de la población económicamente activa está en situaciones laborales precarias o desempleada: el subempleo afecta a cerca de un 60% de la PEA, el desempleo abierto a un 9% y más de un 10% se encuentra fuera del país en calidad de emigrante. El salario básico unificado, con 128,8 dólares mensuales, cubre menos de un 42% de la canasta básica familiar (para cuatro miembros), que bordea los 310 dólares; en este marco el alza salarial de 12,- dólares, aprobada por el gobierno, resulta todas luces insuficiente. No sorprende, entonces, que al inicio del 2001, más del 45% de la población adulta ansíe fervientemente salir de este paraíso dolarizado...

Si se conoce los entretelones de la economía ecuatoriana, no resulta sorprendente que el PIB haya crecido en el año 2001. Ecuador tocó fondo en 1999 y, apoyado en factores que no tienen que ver con la dolarización, como el petróleo y los emigrantes, comenzó su convalecencia. En este punto, sin embargo, preocupa que las exportaciones no petroleras en el año 2000 hayan caído en -16,3% y que las exportaciones totales hayan declinado en -8% en el 2001, mientras que las importaciones crecieron en +61,8% en el 2000 y en +45% en el año pasado. Con lo cual el Ecuador, preso en la trampa cambiaria, ya enfrenta un déficit comercial inédito, mientras consolida un modelo aperturista que fomenta las importaciones.

El déficit comercial preocupa aún más en una economía caracterizada por un déficit crónico de la balanza de servicios, provocado particularmente por la sangría de la deuda externa. Lo que dejaría al país con una cuenta corriente deficitaria. Si esto se mantiene, la nueva crisis ya estaría programada…

- Avanzar hacia el pasado para salvar la dolarización…

En este contexto el Ecuador, para avanzar, ha vuelto su mirada al petróleo. Con el incremento de la producción y exportación de crudo se espera sostener la dolarización. La apuesta es reeditar otro auge petrolero como en la década de los setenta en el siglo XX, pero en un ambiente diverso. Por un lado el país ha sido ajustado y reajustado sostenidamente, con lo que su economía está casi totalmente abierta y su mercado financiero se encuentra prácticamente liberalizado, por otro lado, los potenciales ingresos petroleros serán muy inferiores a los de los años setenta para la sociedad en su conjunto, en tanto los contratos hidrocarburíferos existentes no dejarán ingresos importantes para el país, pues en el mejor de los casos la participación estatal en la renta petrolera será de un 18%. Además, ya ahora varias empresas petroleras no pagan el impuesto a la renta porque declaran pérdidas, no cancelan el impuesto al valor agregado, ni las glosas al Estado y hasta consiguen tarifas arancelarias preferenciales para sus importaciones.

Recuérdese, además, que la dolarización no resulta nada recomendable para países cuyas exportaciones son extremadamente fluctuantes, como sucede con los países exportadores de petróleo. Eso lo afirmaba hace un par de años nada menos que un defensor de la dolarización como Juan Luis Moreno-Villalaz, panameño, uno de los consultores internacionales del gobierno ecuatoriano para aplicar la dolarización.

Por lo tanto, si se mira más allá del espejismo consumista, Ecuador no ha dejado de ser un país aún más dependiente de las fluctuaciones internacionales. Una entrada significativa de capitales tenderá a aumentar el crédito y la demanda internos, alentando la actividad económica e incrementando los pasivos externos; en cambio, ante un déficit de cuenta corriente o una salida de capitales, la defensa de la dolarización conllevará la subida de las tasas de interés y la consecuente disminución de la actividad económica. Los ajustes serán por el lado de las cantidades: salarios, empleo, producción, tal como sucedió en Argentina con la convertibilidad, una suerte de dolarización minus.

La pérdida de competitividad relativa de las exportaciones, alentada por la rigidez cambiaria, resulta preocupante en un mundo imperfectamente competitivo, dominado todavía por tasas de cambio variables. Algo angustioso en una economía que tiene uno de los niveles más bajos de competitividad registrados por la Universidad de harvard: el Ecuador sigue al final de la tabla de la competitividad actual, en el puesto 72 entre 75 países. De no existir la suficiente flexibilidad financiera y/o laboral el resultado será más desempleo, menor utilización de la capacidad instalada y aún una significativa quiebra de empresas. Así, las exportaciones se verían obligadas a mejorar su competitividad despidiendo personal o reduciendo los salarios, así como forzando a cualquier costo la renta de la naturaleza, esto es con crecientes destrosos ambientales.

El esquema dolarizador ecuatoriano sólo podrá sobrevivir mientras se garantice el ingreso abundante de recursos externos provenientes de exportaciones primarias, particularmente petroleras (inestables e impredecibles), crecientes remisiones de emigrantes o si se logra mendigar el financiamiento externo necesario para mantenerla en vida, a través de una mayor deuda externa, a más de los coyunturales y magros ingresos provocados por las privatizaciones y por la inversión extranjera directa, que en el caso ecuatoriano no tendrán una trascendencia mayor. Recursos que, sin embargo, se verán estructuralmente amenazados por las crecientes importaciones y la pérdida de competitividad de las exportaciones. Por eso, incluso para cuando la inflación descienda a un solo dígito, el esquema dolarizador no garantizará un crecimiento económico sostenido y una expansión sustantiva del empleo. Pero eso sí se profundizará el esquema primario-exportador de acumulación y se mantendrá aún más la eterna genuflexión frente a los mercados foráneos.

Por eso, aún si se considera el potencial estabilizador de la dolarización para lograr una reducción de la inflación y ampliar la previsibilidad en las decisiones de inversión y consumo, no se puede obviar los múltiples costos sociales que conlleva y los graves riesgos que implica su rigidez para el aparato productivo. Con esquema de apertura a ultranza y una rigidez cambiaria extrema la caída de la competitividad está programada; un fenómeno que ya se experimenta en algunos segmentos del aparato productivo. Y no es extraño que, en estas circunstancias, se esté procesando un recambio de actividades de ciertos empresarios: un creciente número de industriales ha optado por transformar sus empresas manufactureras en unidades importadoras, ciertos fabricantes han dejado de comprar materia prima en el interior para adquirirla en el exterior con el fin de mantener su posición en el mercado y más de un exportador se transforma en importador...

Para comprender de mejor manera esta metamorfosis y las tensiones provocadas por la dolarización, las que a su vez incidirán en la conformación de los bloques a favor y en contra de este esquema monetario y por cierto del modelo, hay que identificar a los perdedores y ganadores. Esto implica ubicar especialmente a aquellos segmentos que difícilmente puedan dar un salto cualitativo en términos de competitividad, pues, como es obvio, ésta se construye pausada y sacrificadamente, no se improvisa.

En la lista de ganadores asoman muy bien posicionados los importadores (a la cabeza los contrabandistas). Otros beneficiarios son el negocio inmobiliario de alta plusvalía y la construcción de vivienda para clase media, por la posibilidad de realizar operaciones financieras con plazos más largos; el gran comercio con capacidad para crear también sistemas de financiamiento con plazos relativamente largos para sus clientes; parte de la industria mayor que pueda mantener su competitividad en mercados externos en base a importaciones de insumos y piezas, utilizando poca mano de obra y no muy cara: ensamblaje (¿sector automotor?); la banca, especialmente la transnacional; y, las empresas de servicios, particularmente las de teléfonos y electricidad, a las cuales se les privatizará con tarifas más altas que las del mercado internacional. Los grupos de clase media que se mantengan como tales podrán sacar alguna ventaja de esta nueva situación económica en un ambiente atractivo para el consumo, en particular de aquellos bienes susceptibles de ser comercializados vía crédito, por supuesto accesibles sólo para quienes tienen ingresos suficientes como para atender su repago.

Mientras que los posibles perdedores estarán en gran parte en el lado de los productores de bienes transables; en aquellos segmentos del sector exportador que no logren mejorar su competitividad en base a una mayor explotación de la renta diferencial (de la naturaleza y del trabajo) o que no tengan capacidad de reacción frente a los choques externos; en el comercio mediano y pequeño, en especial el tradicional; en un enorme sector de industrias medianas y pequeñas, que resulten incompetentes ante el ingreso de bienes importados o aún por una disminución de la demanda de importantes capas de la población o por la consolidación de las grandes cadenas comerciales; en el turismo de clase media sobre todo de aquel orientado a atender la demanda de Colombia y Perú por el incremento del costo de la vida en el Ecuador; en los asalariados y especialmente en los jubilados…

Por otro lado, la dolarización tampoco garantizará un equilibrio fiscal, pues el Presupuesto del Estado consolidará su posición como el campo de confrontación por excelencia, con lo cual las presiones políticas podrán reflejarse en nuevas inestabilidades fiscales. Y, como ya se manifestó antes, no será una sorpresa si el país, en poco tiempo, vuelve a un acelerado y continuado proceso de endeudamiento externo. Argentina es un buen ejemplo; aunque aquí cabrían ciertas diferencias: Argentina terminó el año 2001 con una deuda pública que no superó el 59% del PIB, Ecuador lo hizo solo para su deuda externa pública con un monto superior al 63% del PIB, luego de haberla renegociado en el año 2000; además, Ecuador por su limitado peso específico en el concierto de las finanzas internacionales difícilmente será "el niño mimado" del mercado financiero internacional y de los organismos multilaterales de crédito como lo fue Argentina..

En estas circunstancias el Ecuador será lo que siempre ha sido. Un país productor de bienes primarios. En este escenario el petróleo asoma como la principal fuente de divisas para paliar las tensiones que provocará un déficit comercial crónico en la cuenta de exportaciones e importaciones no petroleras. La apuesta es producir y transportar la mayor cantidad de crudo posible. La desesperación por aumentar la oferta de dólares, conduce al Ecuador hacia una petrodolarización en la que los impactos ambientales aumentarán peligrosamente, al igual que las tensiones políticas, pues, en medio de la actual ola privatizadora, quien logre controlar directamente la riqueza petrolera se apoderará de hecho del poder del Estado, el cual aún manteniendo formalmente la apariencia democrática se volverá en la práctica más autoritario.

Estas tendencias son claramente percibidas a los dos años de la dolarización por un miembro destacado del propio Foro Económico, que apoyó desde 1996 la eliminación de la política monetaria y cambiaria: Pablo Concha, ex-ministro de Finanzas, promotor de la convertibilidad con Bucaram, declaró a la agencia noticiosa argentina Télam-Sur (21.12.01), que "en dos o tres años se va a desbaratar el esquema de dolarización", pues ésta "no logró sacar al país de 'terapia intensiva', y si hay reactivación no será sostenible".

- La lección ecuatoriana para América Latina

No hay duda, la decisión final sobre la dolarización oficial plena, que no ha resuelto el azote inflacionario y que ya ha transformado a esta economía andina en una de las más caras de la región, fue el resultado de decisiones y angustias políticas. Tampoco fue "impuesta por el pueblo ecuatoriano al gobierno", como conclusión del proceso de dolarización "espontánea". No fue el anuncio de un nuevo modelo económico al margen del neoliberalismo y del mismo FMI. Menos aún significa que el Ecuador dolarizado "ya tiene un pie en el primer mundo", como afirman algunos de sus promotores. Este castramiento monetario fue, para decirlo descarnadamente, producto de la mediocridad de las élites gobernantes.

Mucha razón tuvo el economista brasileño Paulo Nogueira Batista jr., cuando afirmó el 13 de enero del 2000, en la Fohla de Sao Paulo, a los pocos días de la adopción de esta medida improvisada, que "un gobierno de quinta categoría acaba de anunciar la intención, de cometer suicidio monetario y dolarizar la economía del país. Incapaz de enfrentar una seria crisis económica y amenazado de destitución, el presidente ecuatoriano, Jamil Mahuad, que visiblemente no tiene capacidad ni siquiera para ser el síndico de un edificio o presidente de una asociación de barrio, se desesperó y optó por humillar a su país, desistiendo de uno de los elementos centrales de soberanía".

Téngase presente que en Ecuador, con la dolarización se ofreció solucionar el azote inflacionario y reactivar la economía, sanear el sistema financiero al tiempo de integrarlo internacionalmente, asegurar la sostenibilidad fiscal y conseguir un fácil acceso al mercado crediticio externo, aumentando la flexibilidad laboral e impulsando una mayor disciplina social. Estas metas a ser alcanzadas con la introducción de la dolarización, según rezaba el discurso oficial, en poco tiempo se transformaron en requisitos indispensables para su viabilidad. Una tergiversación de las expectativas iniciales: hace dos años se ofreció resolver todos los problemas del país con la renuncia de la moneda nacional, y ahora se exige dar una respuesta a todas las tareas pendientes para que funcione la dolarización… Lo que sí está claro es que ella sirve para acelerar el ajuste y se espera que ella también actúe como ancla para enraizar el modelo neoliberal, cuya continuidad estaría en cierta medida garantizada independientemente de quién gobierne, el sueño tecnocrático de despolitizar la economía.

Reto aún más complejo mientras se mantiene la institucionalidad dominante, caracterizada por su paternalismo, autoritarismo, corrupción y rentismo depredador de la misma moneda nacional. Y lo más grave estaría por venir. En economía se puede hacer cualquier cosa, menos evitar las consecuencias, solía repetir John Maynard Keynes. Anclar el tipo de cambio puede ser recomendable por un tiempo, pero mantenerlo indefinidamente congelado, en medio de una economía internacional predominantemente flexible, termina por provocar explosiones como las que experimenta Argentina. No reconocer esta realidad raya en la torpeza o en la irresponsabilidad.

En este punto es interesante anotar que la crisis argentina ha provocado una intensa reflexión alrededor de la inflexibilidad cambiaria, a más de otros elementos propios del modelo neoliberal, por ejemplo, la irrestricta movilidad de capitales y la apertura comercial a ultranza. Reflexión que se plasma, en la práctica, en una marcada preocupación en países con este tipo inmovilidad como Hong Kong, en donde -como se comentaba en el Wall Street Journal hace pocos días- han aumentado peligrosamente los riesgos provocados por la convertibilidad, a la que ya no se le ve sostenible en el largo plazo a pesar de tener allí los mejores fundamentos para hacerlo. Tan profundo ha calado la crisis argentina, que hasta en círculos empresariales ecuatorianos, hasta hace poco entusiastas promotores de la rigidez cambiaria, la pregunta que empieza a circular es cuánto más durará la dolarización...

Entonces, si la rigidez cambiaria es intrínsecamente insostenible en un ambiente internacional de tipos de cambio flexibles, no cabe sentarse a especular simplemente sobre la duración de la dolarización. A la sociedad ecuatoriana le urge preparar y procesar una salida ordenada de la trampa cambiaria, sin creer que con eso se van a resolver todos los problemas. Mas, sería una irresponsabilidad histórica esperar a que explote la dolarización, para recién entonces intentar salvar desesperadamente los restos del aparato productivo y tratar de pacificar a un país en llamas, como sucede en la Argentina, cuyos esfuerzos por salir de la convertibilidad podrían ser aleccionadores para discutir las posibles alternativas que eviten los destrozos de una crisis anunciada.

Como se ve, esta experiencia tiene una validez indiscutible para el resto de América Latina, pues Ecuador se ha transformado en un modelo... de lo que NO se debe hacer. Y la crisis de la convertibilidad en Argentina, a su vez, es un espejo de lo que sucederá en Ecuador si no prepara en forma oportuna una salida ordenada de la trampa de la dolarización.

En suma, a viejos retos hay que ofrecer remozadas respuestas, que sean viables en tanto beneficien a las mayorías, con la participación activa de dichas mayorías que deberán hacer viables los cambios necesarios, como parte de una lucha que construya espacios de integración horizontal. Es tiempo, pues, de proponer respuestas compartidas entre los pueblos latinoamericanos, incluida la constitución de una unión monetaria regional, que tengan en su mira al menos la superación del modelo neoliberal. El asunto, visto desde una perspectiva integral del desarrollo, no se reduce, entonces, a una simple resolución del tema monetario y cambiario. ¡Dolarizar o no dolarizar, esa no es la cuestión!


1. Ecuatoriano. Economista, Universidad de Colonia, Alemania. Miembro del Foro Ecuador Alternativo. Profesor universitario. Consultor internacional y del Instituto Latinoamericano de Investigaciones Sociales (ILDIS-FES) en Ecuador. Asesor de organizaciones indígenas y sociales. Dirección electrónica: alacosta@hoy.net y alacosta48@yahoo.com.


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