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RIMAY
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Boletín ICCI
"RIMAY"

Publicación mensual del Instituto Científico de Culturas Indígenas.
Año 3, No. 26, mayo del 2001

"Los sueños de la razón producen monstruos":
Los pueblos Záparas y la modernidad

Pablo Dávalos


Resumen ejecutivo

A mediados del año pasado, el Instituto Científico de Culturas Indígenas, ICCI, preparó un dossier para ser presentado como candidatura al interior de la Unesco sobre los pueblos Záparas, como parte del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad. A mediados de mayo de este año, la Unesco aprobó la candidatura de los pueblos Záparas y los declaró como Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad. Es justamente a propósito de este hecho, que el autor se plantea la cuestión de que hasta qué punto esta declaratoria contribuye a hacer más vulnerables a los pueblos Záparas, habida cuenta de que está en juego un proyecto de civilización conocido como modernidad y que como tal no considera fundamental aceptar formas de vida diferentes como patrones culturales a ser imitados o tomados en cuenta dentro de la formulación de sus referentes más importantes.

Introducción

El 18 de mayo de 2001, la Unesco realizó la proclamación del Pueblo Zápara, de Ecuador y Perú, como parte del Patrimonio Oral e Inmaterial de la Humanidad. Un jurado internacional de 18 miembros y encabezado por el escritor español Juan Goytisolo, analizó 32 candidaturas y finalmente escogieron 19 de ellas para ser proclamadas como Patrimonio Oral e Inmaterial de la Humanidad. Entre las propuestas que se recogieron constan también la lengua, música y danza de los Garipuna de Belice, el carnaval de Oruro, de Bolivia, entre otros.

El caso de los pueblos Zápara merece una especial atención, sobre todo en momentos en los que la globalización parece convertirse más en un destino que en una opción. En efecto, la proclamación de los pueblos Záparas como Patrimonio Oral e Inmaterial de la Humanidad, declarado por la Unesco, abre la posibilidad de ampliar y profundizar un debate necesario: aquel del diálogo entre las culturas, un diálogo que nos remite a la discusión de la modernidad como proyecto de civilización con rasgos autoritarios.

Posibles lecturas de la declaratoria de la Unesco

Una primera lectura de esta proclamación, es el hecho de que los pueblos Záparas son la constatación de que el avance de la modernidad implica la forzosa desaparición del Otro. Los Záparas son un pueblo que no solo ha sido acosado por las empresas petroleras, o las empresas madereras, o los grandes proyectos de desarrollo como las enormes centrales hidroeléctricas, su acoso, en realidad es más profundo y quizá más desgarrador, más doloroso, más complejo y que de una manera u otra nos involucra a todos. Es el acoso de todo un proyecto de civilización, en la ocurrencia, el nuestro.

Los Záparas han sido acosados por un proyecto civilizatorio que después de Weber hemos adscrito a la razón y que lo hemos llamado como "modernidad". Un proyecto que implica una determinada forma de comprender, actuar y ser en el mundo. Que nació desde las entrañas del mundo feudal europeo, como parte de una promesa, pero también como forma de una amenaza. El proyecto de la razón que emergió en esa coyuntura se quiso asumir como un proyecto ontológico. Desde aquel culto a la Diosa Razón que Robespierre solemnizó durante El Terror, en la revolución francesa, hasta aquella crítica hecha por el Círculo de Frankfurt, se ha tratado de considerar que la razón que emergía desde el mundo feudal era en realidad una apuesta humana, una apuesta ontológica. El Iluminismo hacía de su razón la única posibilidad de humanización para el hombre. De hecho, la taxonomía de Weber en razón instrumental, razón ética y razón estética, acotaba las posibilidades humanas de acción en el mundo dentro de aquella "caja de acero" como habría de denominarla el mismo Weber.

Pero esta racionalidad se presentaba como instrumental y estaba condicionada a la producción de mercancías en el universo capitalista, aquello planteaba un problema de reificación y de alienación del hombre en un mundo de cosas, en el cual el hombre y sus circunstancias se habían convertido en cosas, se habían cosificado, tal era el cuestionamiento de los teóricos de la Escuela de Frankfurt, desde una vertiente que no negaba provenir de Marx. Para Marx, por ejemplo, la liberación del trabajo enajenado del capitalismo, era la liberación del hombre mismo, era la liberación de su historia. De esta manera, los límites de la liberación humana se establecían dentro de un marco epistemológico creado desde el Iluminismo y la formación de la modernidad occidental. La razón se hacía autoreferencial, es decir, para criticarla había que asumir las mismas formas de racionalidad que se estaban criticando. Y las posibilidades de emancipación provenían desde esta misma matriz epistemológica.

Pero es justamente en nombre de esa razón, que el proyecto civilizatorio de la modernidad se ha impuesto por todo el mundo, incluso en su versión emancipatoria. Y no ha sido una imposición que apele a la tolerancia, al respeto, la comprensión, al mutuo re-conocimiento; por el contrario, siempre ha apelado a la violencia, a la fuerza, a la conquista para imponerse, para justificarse. En cuanto al contenido emancipatorio de la razón de la modernidad, la liberación de los Otros pasaba por la necesaria homogenización y adscripción a una sola condición de referencia, aquella de la producción.

Así, la izquierda se negó a ver a los indios, se negó a ver la Diferencia. Los indios no existían, eran campesinos. Su lucha por la tierra no hacía referencia a un mundo simbólico sino a la producción y reproducción social. Su condición de indios era algo accesorio a su verdadera condición de campesinos. En referencia a las naciones que habitaban la amazonía eran tribus que al decir de Engels, estaban en el estadio del salvajismo previo al paso de la barbarie como condición para acceder a la civilización.

Los Záparas, hace algunos años uno de los pueblos más extensos de la selva amazónica, ahora se han reducido a unos trescientos entre Ecuador y Perú; de ellos, apenas un grupo de cinco o seis personas, casi todos ancianos, hablan corrientemente su lengua materna. Ellos son la evidencia de ese avance incontenible de la modernidad en todas sus vertientes. En su piel se ha ido inscribiendo esa voluntad de poder de la que hablaba Nietzsche refiriéndose al proyecto de la razón.

Este proceso etnocida, de la que los Záparas son la evidencia, se ha agravado estos últimos años impulsado por la ideología de la globalización y el neoliberalismo. En efecto, la desaparición de etnias, pueblos, naciones indígenas ancestrales y manifestaciones culturales atávicas, ha sido más intensas en estos últimos años de globalización y neoliberalismo que en todos los quinientos años posteriores a la conquista europea. La ideología de la globalización y del neoliberalismo hace tabula rasa de la Diferencia. Los Otros son un papel en blanco en el cual se puede escribir el lenguaje de la razón, con la gramática del poder.

Su apuesta a la eficiencia, de la cual hace su eje central el discurso de la globalización y del neoliberalismo, no es más que el retorno al proyecto original del hombre económico de Bentham, Smith, y Mill, y se constituye en una amenaza de tipo epistemológico para todos aquellos que son radicalmente diferentes a la coordenadas del proyecto de la modernidad. A medida que la globalización se extiende, se profundiza y se radicaliza, los pueblos y naciones ancestrales corren más peligro y se vuelven más vulnerables. El discurso de la globalización los fragiliza por cuanto les plantea la opción de integrarse perdiendo su identidad, o ser excluidos en nombre de la competitividad y la eficiencia.

Una segunda aproximación a la proclamación hecha por la Unesco, nos da cuenta que en la realidad y en el mundo que vivimos y desde el cual formamos nuestros criterios fundamentales de vida y de convivencia humana, ha existido, y existe, una política de exterminio, de negación a la Diferencia, a la Alteridad. Una política que puede revestir las características dramáticas del genocidio a los pueblos y naciones ancestrales, como sucedió con las dictaduras guatemaltecas de los años setenta y ochenta, o las características de una desaparición más gradual, más "refinada", como es el caso de la integración sin concesiones a la "civilización" occidental que diariamente se pregona en el mundo urbano. Para sobrevivir hay que occidentalizarse. Quizá el profesor norteamericano Noam Chomsky tenga razón cuando titula a uno de sus libros: "Año 501: La conquista continúa". La desaparición gradual de los pueblos Zápara, es la contraparte visible de la desaparición de los yanomani, de lo tupinikim, de los guaraníes, de los tagaeri, etc.

Una tercera interpretación, asimismo contradictoria y paradójica, estriba en el hecho de que después de la proclamación hecha por la Unesco, los pueblos Záparas son más vulnerables que nunca. Ahora son parte de la atención mundial. Es cierto que la intención de la Unesco es la de protegerlos. De hecho, uno de los responsables del evento, Koochiro Matsuura, propone una segunda etapa en este evento por la cual se creen instrumentos normativos para la Conservación del Patrimonio Mundial Oral e Intangible de la Humanidad.

Pero ahora los pueblos Záparas están en medio de los reflectores de la prensa mundial. Esta proclamación los ha convertido en parte de aquello que Guy Debord llamaba la sociedad del espectáculo. Hasta el mes de abril eran desconocidos, ahora en virtud de esta proclamación se convierten en el centro de un debate estridente y a la vez silente. Su presencia recién descubierta nos dice que quizá Rousseau no se había equivocado del todo con su noción del "buen salvaje". Los pueblos Zápara están allí, pero no para cuestionar esa matriz de violencia, autoritarismo y prepotencia que es inherente a la modernidad. Ahora están allí para reclamar atención y dedicación de los "organismos pertinentes del Estado".

No se asume la presencia de un pueblo milenario, como es el caso de los Záparas, para establecer un verdadero diálogo entre culturas diferentes. No se aprovecha la oportunidad para debatir sobre los contenidos reales de nuestra racionalidad, sobre el mundo que estamos creando, sobre las posibilidades que estamos realizando. El haber sido declarados como patrimonio intangible de la Humanidad, paradójicamente, fragiliza a los pueblos Zápara. Los hace parte de las políticas de desarrollo. Los involucra en un mundo que siempre se ha presentado como hostil hacia ellos, y del cual no saben cómo defenderse.


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