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Publicación mensual del Instituto Científico de Culturas Indígenas.
Año 3, No. 21, diciembre del 2000
Editorial
Legitimidad y poder: Los límites de la práctica política actual
El Ecuador de fines del año 2000, configura una serie de situaciones que se constituyen como referenciales para
latinoamérica. Es el primer país que anunció de manera oficial un programa de dolarización total de su economía. Asimismo,
fue el primer país en entrar en moratoria en el pago de los Bonos Brady de la deuda externa, y en virtud de ello, su
propuesta de renegociación constituyó un globo de ensayo para los mercados mundiales de capitales, que, gracias a la
experiencia ecuatoriana, pudieron neutralizar los posibles efectos de contagio de la moratoria de la deuda externa del
Ecuador.
Por otra parte, en Ecuador existe un poderoso movimiento social, liderado por el movimiento indígena, que ha provocado la
destitución de dos presidentes de la república (Abdalá Bucaram en febrero de 1997, y Jamil Mahuad en enero del 2000), e
incluso la conformación de un breve gobierno de carácter "popular", encabezado por militares y representantes de la
sociedad civil (21 de enero del 2000). Hasta ahora, se ha bloqueado el programa de privatizaciones conocido como reforma
estructural del Estado, y es uno de los pocos países que ha logrado defender su patrimonio nacional.
Estos fenómenos otorgan al país una complejidad que amerita un lectura atenta a la actual coyuntura política. En efecto, el
proceso de dolarización de la economía ecuatoriana, hasta el momento la propuesta más radical en ese sentido en todo el
continente, ha funcionado más bien por aspectos coyunturales que por razones estructurales de reforma económica. La
dolarización en Ecuador, se sostiene más bien por los altos precios del petróleo, y por las importantes remesas que envían
los migrantes residentes en el exterior. Fuera de estos dos sectores, el panorama se presenta como desolador. Los
exportadores ceden posiciones en el mercado mundial frente a competidores más eficientes, y las inversiones extranjeras en
el Ecuador son casi nulas.
Justamente para otorgar una aparentemente base más sólida a la dolarización, el gobierno ecuatoriano propuso una serie de
medidas económicas, cuyo objetivo fundamental era la privatización total de lo público y la transferencia de recursos del
Estado hacia las empresas privadas. Esta iniciativa gubernamental abarcaba una reforma a cerca de 22 leyes de la república
en un solo acto legislativo. Por ello la ciudadanía denominó a esta propuesta de ley como "Trolebús II" (o también conocida
como Trole II).
Para el gobierno era de fundamental importancia la aprobación de esta ley. En cierto sentido, había apostado toda su
legitimidad y todo su capital político en esta iniciativa. Si la propuesta era aprobada por el Congreso Nacional, el gobierno
podía emprender una agresiva política de privatizaciones y de reducción del gasto público del Estado. Las privatizaciones no
comprendían solamente las empresas estatales, sino también los espacios de lo público: playas, minería, agua, tierras,
recursos naturales, etc. Estas privatizaciones garantizarían el flujo suficiente de inversión para sostener la dolarización.
De hecho, la aprobación de esta ley se presentaba como fundamental e imprescindible para el régimen, por cuanto ella
garantizaría la entrada de recursos frescos vía privatización, recursos indispensables para una economía dolarizada, de ahí
todos los esfuerzos realizados por el gobierno a nivel legislativo para su puesta en vigencia. Pero al interior del Congreso se
perfilaba una corriente de oposición, no tanto por una disconformidad con la política del régimen, sino más bien porque éste
se había identificado totalmente con el partido de extrema derecha socialcristiano, asumiendo como suyas todas las disputas
provocadas por este partido político.
Ello generó un ambiente de tensión en el cual se situaba en un polo el derechista partido socialcristiano, con el gobierno
como principal aliado, y en el otro polo, el resto de partidos políticos. De ahí que se mantuviese un ambiente de tensión al
interior del Congreso Nacional que terminaría finalmente en varios conflictos a su interior. El gobierno aprovechó
justamente un impasse administrativo interno del Congreso, impasse, vale recalcar, provocado justamente por el partido
socialcristiano, para lograr la aprobación de la ley "trolebús II", o Trole II, por el ministerio de ley. Es decir, en virtud de
que el Congreso no había podido pronunciarse en el tiempo indicado por la Constitución sobre este proyecto de ley
calificado de urgente por el ejecutivo, y una vez transcurrido el plazo para su discusión, este proyecto de ley se convertía
automáticamente en ley de la república.
Esta maniobra le dio un respiro al gobierno y posibilitó que a su interior se configuren respuestas de tipo cada vez más
autoritario frente a los múltiples reclamos de la sociedad civil sobre el carácter no constitucional de la ley aprobada. Es en
este contexto, cuando el movimiento indígena ecuatoriano articula una nueva forma de quehacer político que reconfigura
nuevamente el escenario político en el Ecuador.
Efectivamente, el movimiento indígena, realizó una serie de consultas al interior de la sociedad civil y construyó un
documento de contrapropuesta a la denominada Ley "trolebús II", al tiempo que elaboró un documento por el cual
demostraba fehacientemente el carácter inconstitucional de la ley aprobada. Este documento sería la base sobre la cual el
Tribunal Constitucional del Ecuador, la máxima instancia en aspectos constitucionales, revisaría más tarde la ley "trolebús
II" y comenzaría un proceso de debate sobre la pertinencia constitucional de la misma.
Debatir la pertinencia constitucional de la ley "trolebús" significaba un desgaste político del régimen que podía convertirse
incluso en una derrota política. Así lo entendió el gobierno y de ahí su posición autoritaria frente al pronunciamiento del
Tribunal Constitucional y su amenaza de llevar a juicio a sus miembros si éstos decidían la inconstitucionalidad de este
cuerpo legal.
Sin embargo, el Tribunal Constitucional, acogió el pedido de inconstitucionalidad de la Ley "Trole II", planteada por la
Conaie, y discutió uno por uno los artículos impugnados por la Conaie. De esta manera, el movimiento indígena había
logrado, de una parte, posicionar sus objetivos políticos y, de otra parte, había conseguido limitar el espacio de acción
política del gobierno.
Finalmente, el Tribunal Constitucional del Ecuador acogió la mayoría de las críticas e impugnaciones que hiciera la Conaie, y
declaró la inconstitucionalidad de varios artículos de esta cuestionada ley. Hasta allí la coyuntura política del Ecuador. Una
lectura más atenta, nos demuestra que hubieron una serie de condiciones sociales y políticas que hicieron posible que la
Conaie juegue un rol fundamental en este proceso que ha significado al gobierno una grave derrota política.
La Conaie esta vez no protagonizó un levantamiento, ni amenazó con movilizaciones nacionales. Su actuación fue de tipo
más estratégico y se correspondió a las condiciones políticas del momento. Después de que la Conaie había aceptado el
fracaso de las movilizaciones del mes de septiembre de este año, y entrara en un proceso de redefinición política interna que
culminó con la convocatoria a un nuevo Congreso Constitutivo para el próximo año, parecía que la capacidad política del
movimiento indígena era restringida y limitada. La Conaie no podía convocar a un levantamiento general en contra de la ley
"Trole II", ello era evidente. Pero dentro del movimiento social, era el actor con más fuerza y el que más legitimidad tenía
como para presentar un recurso de inconstitucionalidad de la ley Trole II.
La revisión constitucional de la ley trole II significa, en primera instancia, un freno a la propuesta neoliberal y de
privatización del régimen. En segunda instancia, la Conaie logra restringir el espacio de acción política del régimen y lo
somete a un desgaste que lesiona seriamente su legitimidad. En tercer lugar, recorta las ambiciones del gobierno de
capitalizar a favor suyo los éxitos aparentes de la dolarización y construir desde allí una plataforma de respaldo popular al
largo plazo. En cuarto lugar, inaugura una nueva forma de lucha y de resistencia que se basa en los esquemas y mecanismos
institucionales de la democracia representativa. En quinto lugar, pone en riesgo una estrategia de geopolítica de poder por la
cual se buscaba crear un área dólar adscrita y bajo el control directo de los Estados Unidos, y en la cual el Ecuador jugaba el
papel de mascarón de proa.
Es cierto que hubieron una serie de condiciones previas que posibilitaron esta victoria política de la Conaie. Entre ellas
están: la falta de habilidad del régimen por construir apoyos legislativos mayoritarios, la recurrencia a mecanismos que
deslegitiman de entrada su propuesta de ley y que son típicos de la vieja clase política ecuatoriana; su adscripción sin límites
al partido socialcristiano y a las sectores vinculados a la agroexportación de la costa ecuatoriana; la prepotencia del discurso
oficial de negarse a debatir con la sociedad civil los contenidos, alcances y repercusiones de esta propuesta de ley; la
carencia de un proyecto político y de desarrollo al largo plazo, la intransigencia del partido socialcristiano que posibilitó la
consolidación de un amplio espectro de partidos políticos en la oposición al régimen, etc.
Lo que realmente está en juego con esta ley, es la vigencia del esquema de dolarización. Si la propuesta de privatización y de
reforma neoliberal del Estado no tienen mayor viabilidad, entonces está en riesgo todo el proceso de dolarización, y con él
toda la legitimidad del gobierno. Si la dolarización fracasa, el gobierno pierde legitimidad, el esquema monetario perdería
atractivo para la región, y la política de privatizaciones se vería nuevamente suspendida. Los inversores extranjeros no
tendrían la seguridad jurídica necesaria para comprometerse con la política de privatizaciones. Y sin apoyos internos ni
externos, el espacio de maniobra del gobierno se reduce, de la misma manera en que se reduce su capacidad a futuro para
imponer nuevas condiciones.
Ahora bien, ¿qué implicaciones políticas a futuro tiene la demanda de inconstitucionalidad presentada por la Conaie? ¿Podía
la Conaie reconfigurarse políticamente a partir de esta maniobra política? ¿Si se aceptaba su propuesta de declarar
inconstitucional la ley trole II, ello repercutiría en los espacios político-organizativos del movimiento indígena? Es cierto,
por otra parte que el momento en el cual el Tribunal Constitucional decide apoyarse en el pedido de la Conaie para debatir la
Ley trole II, reconoce la importancia política de la Conaie y con ello consolida la posición lograda por la Conaie al interior
de la sociedad civil ecuatoriana.
Sin embargo, esta actuación política de la Conaie ha sido más bien discreta y no ha alcanzado las repercusiones que tuvieron
los levantamientos y movilizaciones indígenas. Se inscribe más bien en la esfera de la negociación política que de una u otra
manera excluye a la mayoría de la población. Indudablemente se trató de una hábil maniobra y refleja la importancia que
ahora las instituciones del Estado dan al movimiento indígena.
Pero se trata de una maniobra más bien ajena a las prácticas tradicionales de la Conaie y del movimiento indígena. Dentro de
la estructura organizativa de los indios del Ecuador, el diálogo cobra una dimensión fundamental. La Conaie tenía que
haber articulado este tipo de recursos políticos, que son totalmente legítimos en la lucha contra un modelo de imposición y
de poder, con un diálogo con las bases. Es precisamente desde el diálogo que pueden construirse los consensos. Y los
consensos aseguran la participación comunitaria que legitima todo tipo de acción y propuesta.
Pero una maniobra de este tipo, hecha desde la coyuntura, y cuyos tiempos políticos están delimitados por la misma
coyuntura, es decir, lo que ahora es pertinente puede dejar de serlo mañana, no se adecúa coherentemente a las prácticas
políticas del movimiento indígena. Ello puede apreciarse sobre todo en las resoluciones adoptadas por la Asamblea de la
Conaie a inicios de diciembre del presente año. Las resoluciones apuntan justamente a recrear los mecanismos de integración
entre la dirigencia y las bases. Es en virtud de ello que la Conaie no ha reclamado como un éxito político la declaratoria de
inconstitucionalidad de varios artículos de la ley trole II. Más que una victoria del movimiento indígena, es una prueba de
fuerza para la sociedad civil ecuatoriana que tendrá que mantenerse vigilante ante las pretensiones futuras del régimen, y
constituye una coyuntura que revela la complejidad del movimiento indígena, y los delgados límites entre la legitimidad y el
poder.
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