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Boletín ICCI
"RIMAY"

Publicación mensual del Instituto Científico de Culturas Indígenas.
Año 2, No. 16, Julio del 2000

La resistencia cultural

Por Luis Macas

La emergencia del Movimiento indígena ecuatoriano en estas dos últimas décadas, como un importante sujeto social y político, nos permiten ubicar algunos puntos importantes para el análisis y el debate, entre esos puntos cabe resaltar el de la visualización histórica que ha logrado el movimiento indígena a través de su presencia en el escenario nacional e internacional

Es decir, de lo invisible como actor social y sujeto histórico, que incluso significó ser considerado siempre como un sujeto pasivo y hasta inexistente, el movimiento indígena con su presencia ha posicionado nuevos escenarios, ha cambiado los contenidos del debate político nacional y ha posibilitado el redescubrimiento de la identidad de nuestro país.

Luego de haber transcurrido más de 500 años, en los últimos veinte años, la sociedad se ha visto obligada a reconocer a los pueblos y nacionalidades indígenas con características inobjetablemente propias, que se han ido formando y legitimando en un complejo proceso de construcción social e histórica y en la pervivencia de prácticas milenarias. El resultado es que el movimiento indígena se visibiliza como un proyecto social alternativo con perspectivas y objetivos de transformación histórica basados en el respeto profundo de la convivencia humana.

Sin embargo, si este reconocimiento y esta transformación social, histórica y política de los pueblos y nacionalidades indígenas se ha producido en estos últimos años, cabe preguntarse, ¿dónde estuvimos antes? ¿Qué hacíamos? ¿Cuáles eran las Características de nuestra condición de invisibles? ¿Porqué la sociedad no podía visualizarnos?

¿Se trató, acaso, de una forma de resistencia el transitar silenciosamente por la historia, cuya razón de ser estaba precisamente en mantenernos a la sombra para conservar nuestra presencia, nuestra cultura, nuestra vida misma? ¿Qué condiciones fueron emergiendo para que se transite de la sombra de la historia hacia la visualización de nuestros pueblos?

Definitivamente, la estructura de poder y de dominación existente, en todas sus formas, económicas, políticas, jurídicas, militares, religiosas, culturales y simbólicas, tenían por objetivo el de lograr nuestra asimilación a la modernidad. Esta asimilación y homogeneización se hacía al costo de destruir nuestra memoria histórica, nuestra cultura nuestra organización social, nuestra espiritualidad.

Entonces, y para comprender las razones que han hecho posible nuestra supervivencia histórica, es preciso mencionar como un elemento constitutivo de nuestra presencia y de nuestra pervivencia como sujeto histórico y político, el reconocimiento a esa matriz milenaria que ha ido forjando la construcción social de nuestros pueblos y la institucionalización de las prácticas, valores y saberes ancestrales, que han permitido conservar nuestra memoria y mantener vigentes, a pesar de toda la agresión hecha desde la modernidad, nuestras propias formas de vida.

Pero no solo que la visualización de nuestros pueblos ha ido posibilitando el cambio en las condiciones de vida de los pueblos indígenas, sino que también la emergencia del movimiento indígena como sujeto político, ha traído consigo el cambio de discursos y de propuestas en el escenario nacional. Un aspecto central que empezó a debatirse desde inicios de la década de los noventa y a partir del Levantamiento del Inti Raymi, es el tema de diversidad cultural y el respeto a esta diversidad a través del reconocimiento a la interculturalidad.

Y es uno de los temas centrales porque desde nuestra propia experiencia histórica hemos aprendido el valor que tiene el respetar la convivencia armónica entre diferentes identidades. Es la práctica de la unidad en la diversidad. Reconocernos y aceptarnos en nuestra diferencia significa realizar en la práctica la tolerancia, el respeto mutuo, y la construcción de sociedades más humanas. Por ello la propuesta de la interculturalidad como respeto mutuo de las culturas y de los pueblos que se integran y conviven dentro de un mismo espacio nacional.

Estas propuestas nos conducen a una dimensión y un desafío aún más importante: la construcción de un Estado y de una sociedad plurinacional. ¿Cómo construir ese Estado que pueda respetar a culturas diferentes sin necesidad de imposición y dominio? ¿Cómo lograr que nuestras sociedades puedan reconocerse en su identidad y dejen de vivir de espaldas? ¿Cómo edificar una sociedad sin racismo, sin intolerancias, sin prepotencias, sin autoritarismos? ¿Cómo aceptar esas profundas diferencias culturales en condiciones de equidad, respeto y tolerancia?