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Boletin ICCI ARY-Rimay
Boletín ICCI-ARY Rimay, Año 13, No. 144, Marzo 2011

Editorial

La mujer indígena está sujeta a un doble abuso, por ser mujer y por ser indígena…


Me acuerdo de tu rostro que se fijó en mis días,
mujer de saya azul y de tostada frente,
que en mi niñez y sobre mi tierra de ambrosía
que en mi niñez y sobre mi tierra de ambrosía
vi abrir el surco negro en un abril ardiente.
Alzaba en la taberna, honda la copa impura
el que te apegó un hijo al pecho de azucena,
y bajo ese recuerdo, que te era quemadura,
caía la simiente de tu mano, serena.
Segar te vi en enero los trigos de tu hijo,
y sin comprender tuve en ti los ojos fijos,
agrandados al par de maravilla y llanto.
Y el lodo de tus pies todavía besara,
porque entre cien mundanas no he encontrado tu cara
¡y aun te sigo en los surcos la sombra con mi canto!.
Gabriela Mistral

Los pueblos indígenas nos regimos bajo un principio fundamental: la complementariedad. Este principio nos permite relacionarnos con nuestro entorno, con nuestros semejantes y con nuestro opuesto, que solo existe en tanto nosotros existimos y existimos en tanto este opuesto es. Para el hombre, el opuesto complementario es la mujer. La mujer es compañera, es contraparte.

Desde el principio de complementariedad que sustenta nuestra lógica comunitaria es así, debería ser así. Ahora bien, cabe preguntarnos, si somos consecuentes con este principio y si vemos en realidad cuál es el papel que ha jugado la mujer en la organización y cuál es el papel que se le está otorgando.  El poder ha fragmentado la realidad creando estructuras, nos ha hecho creer que estas estructuras están dadas por condiciones naturales, nos ha borrado la memoria y ha permitido la impunidad en las ignominias históricas.

El capitalismo es el que divide a los seres humanos y pone a unos por encima de otros. La estructura predominante del poder ahora es el capitalismo, es él quien ha determinado el incuestionable papel de las mujeres como fuerza de trabajo barata. Sin embargo, la estructura capitalista es un fenómeno moderno y posmoderno pero no es el primer modelo de estructuración económico social que otorga este rol a las mujeres. El patriarcado es precedente al capitalismo y prevalente a él.

Replantear nuevas formas de repartir los roles de hombres y mujeres no solamente implica romper con las estructuras patriarcales capitalistas sino también romper con formas patriarcales ancestrales sobre las que el capitalismo se ha sostenido para afianzarse. Para replantearnos estas formas es necesario revisar el papel histórico de la mujer indígena dentro de la  organización y los aportes políticos realizados por las mujeres para sostener las luchas impulsadas desde el movimiento indígena.

La mujer indígena está sujeta a un doble abuso, por ser mujer y por ser indígena. Es doblemente invisibilizada, por eso es importante que a nivel del movimiento indígena no sea invisibilizada, que la organización sea su trinchera, que la organización se sostenga en estas nuevas formas de relaciones  que se basan en lo comunitario y no en la acumulación.

Líderes como Mama Tránsito Amaguaña, Mama Dolores Cacuango, Luisa Gómez de la Torre y Laura Almeida son referentes de resistencia y son referentes para la organización, para las nuevas mujeres y para los nuevos hombres.

Actualmente tenemos nuevos referentes de líderes mujeres que han asumido su doble rol, en las tareas del hogar, el campo y en las tareas de la organización, a pesar de que para la mujer indígena ha sido mucho más dura la incorporación al proceso de identidad y sus propias formas de organización y participación política. Ha sido duro, frente a toda una política trazada desde los hombres, sin la participación de la mujer, es decir con una visión masculina. Y cuando la mujer ha alcanzado un espacio, es muy duro ejercerlo y sostenerlo.

La mujer indígena se identifica en el proceso como pueblo; en estos últimos tiempos, se ha buscando una visibilización, un acompañamiento con voz.

Es importante también identificar que el papel de la mujer indígena dentro de la organización no se enmarca dentro de los problemas de género concebidos desde la lógica occidental. Es importante empezar a mirar desde la perspectiva y lógica de los pueblos y naciones. La participación, la repartición de las tareas, la voz de las mujeres en la organización debe ser  planteada desde la complementariedad. Una visibilización colectiva; no en silencio, sino con aportes críticos, en el proceso organizativo. Si bien las organizaciones regionales y a nivel nacional tienen dirigencias de la mujer, es importante que se impulse y se visibilice la participación y los aportes de las dirigentes para los procesos y propuestas de cambio que surgen desde el movimiento indígena.

La educación es libertad, por ello las mujeres se capacitan, para poder defender y proponer, para lograr ese cambio y no reproducir el mismo esquema social. Debemos recordar que la organización no es sólo de hombres, hay responsabilidades importantes de decisión y acción que recaen sobre las mujeres también, y si los hombres están en la organización, los hijos están con las madres hay que prepararlos en conjunto, como complementarios, para su incursión en el movimiento, ésta es tarea de las mujeres y debemos estar conscientes de que esa responsabilidad no es sólo como mujeres sino como parte del grupo, de la comuna.

Ser respetadas y consideradas como iguales a los hombres, es a lo que se apunta. Debemos apuntalar la formación no exclusivamente para las mujeres, pero sí en las que puedan tener una voz más activa. Hoy en día se ha logrado abrir escuelas de formación de mujeres líderes; con exigencias a la organización interna para que las mujeres participen de manera equitativa con los hombres, pero siempre es necesario estar atentos a no reproducir estructuras patriarcales que impliquen abuso de poder, porque son las mujeres quienes construyen comunidad.

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