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Boletin ICCI ARY-Rimay
Boletín ICCI-ARY Rimay, Año 9, No. 105, diciembre del 2007

Editorial

Uno es el discurso… otra la realidad


Se ha dicho con recurrencia que el de Correa es un gobierno mediático y que venció en las elecciones a pesar de estar opuesto a los grandes medios, y de que éstos tuvieron sus propias opciones políticas en la derecha. También ha quedado demostrado que para los medios masivos “negocios son negocios” porque muy a su pesar contribuyeron a construir una imagen, una visibilidad del actual Presidente de la República desde “los espacios políticos contratados”. Se impuso el marketing, es decir, el ahora Presidente Correa es un producto más, entre otros productos, del supermercado social.

Sin embargo, sería limitado reducir el “fenómeno Correa” a una explicación tan solo mediática, pues en aquel triunfo exclusivamente electoral tuvo mucho que ver la irreductible voluntad política del pueblo ecuatoriano de derrotar al neoliberalismo en las calles o en las urnas. Los resultados electorales que favorecieron a Correa en noviembre de 2006 reflejaron entonces la “opción sin opción” de un pueblo cansado de la pobreza y la indignidad, en la que le han sumido por décadas las camarillas perversas de la politiquería, articuladas a los poderes oligárquicos y transnacionales.

Una combinación de circunstancias políticas favorables, marcadas por una fuerte tendencia democratizadora y la “habilidad mediática” y discursiva parieron la actual situación social y el “fenómeno político” que hoy nos ocupa y a más de uno tiene todavía obnubilado. Se trazó una estrategia y se construyó un discurso político hecho al gusto de la demanda social del momento, demanda sintonizada con los ideales y la agenda política de la izquierda social, es decir el movimiento indígena y los movimientos sociales. Esto ayuda a explicar porqué, en tiempos electorales, el entonces candidato Correa concluyera que era mejor pronunciarse discursivamente en contra de la firma del TLC y por la caducidad de la OXY, dos procesos ya vencidos por la presión y la lucha popular.

Ahora ya en el gobierno, sosteniendo todavía alguna coherencia, el discurso ha ido más lejos y nos hablan de la “revolución ciudadana” y del “socialismo del siglo XXI”, dos términos que pueden mantenerlo como referencia de un electorado mayoritariamente de izquierda, que es el que verdaderamente venció, pero que se mantiene fragmentado frente a un discurso que confisca dos términos que encarnan dos aspiraciones legítimas y mayoritarias en el imaginario del pueblo: la Revolución y el Socialismo. Palabras vanalizadas y que acompañadas de apellidos como: “ciudadana” y “del siglo XXI” hacen sospechar que son procesos que no llegaran a ser tales o que se quedarán a medio camino como cualquiera otra reforma socialdemócrata o peor aún democristiana, según propia confesión del Presidente Correa. Expresiones vaciadas de contenido que quieren emular simbólicamente otros procesos reales en América del Sur y que resultan pragmáticas y brindan sustento a un juego de ocultaciones. “Socialismo” y “revolución” dos palabras espectacularizadas y en consecuencia devaluadas y degradadas, ahora enredadas en los hilos de una lógica de ocultamiento de la verdadera política, que jamás llegará tan lejos sino, talvez sutil y contradictoriamente, a todo lo contrario.

El juego de prestidigitación ha sido visto, la retórica fue atrapada en “of side” cuando se dice que “todo aquel que se opone al desarrollo del país es un terrorista”. A la vista un discurso que construye al opositor político presente o futuro para estigmatizarlo, para adelantar que no habrá diálogo sino represión. W. Bush y A. Uribe no lo habrían dicho mejor. Palabras soltadas que quizá exhiben una posición verdadera como la que mostró el Presidente Correa en la mitad del mundo el mismo día de su posesión, cuando sus propios partidarios desaprobaron con silbatinas a algunos miembros de su gabinete ministerial.

La palabra es una representación de la realidad, no es la realidad. En la realidad se ha impuesto una falsa representación. Se ha proyectado la imagen de un gobierno progresista “de izquierda”, en el que la “Patria ya es de todos”. Un slogan que ni siquiera es original pero que sirve muy bien para sostener el “consenso” en torno a un régimen que como los otros y a su turno ocultaron y falsaron la realidad, recurriendo a la ideología o más bien la eidología (del griego eidos, eidología, que significa ídolo) que es un sistema de ocultaciones y falsaciones de la realidad.

El discurso ha impuesto a la sociedad ecuatoriana una ideología, es decir una distorsión intencional de la realidad para ocultarla. Pero aquí viene la pregunta ¿es posible ocultar la inacción declarativa del gobierno frente a la estampida de los precios de los productos alimenticios? ¿es posible que se afronten las alzas de los precios de los productos, que agravan el hambre, con discursos y amenazas de que “vamos a sacar una lista de precios” mientras se culpa a los opositores empresariales, que más bien son co-rresponsables del abuso.

Hace más de tres meses estalló la especulación con los precios del pan y otros productos alimenticios de la canasta básica, sin que tales precios alterados, como siempre, nunca vuelvan a sus antiguos niveles. Peor aún, frente a la indecisión gubernamental, la oleada de abusos se extendió a todos los productos alimentitos básicos, una nueva ola de incrementos se agudizó en diciembre, sin justificación ni sanción. Frente a estos hechos el discurso, que es un discurso de gobierno porque también el Ministro de Agricultura, Carlos Vallejo, dice “que no le obliguen porque impondrá una lista de precios”. Al mismo tiempo los técnicos del ministerio se reúnen “técnicamente” para conocer las razones técnicas de los técnicos de la empresa privada, para apaciguarlos, sofocar su “nerviosismo” y regresar al incremento. Cómo le vamos a creer que, un ministro que fue la mano derecha del inefable Álvaro Noboa, vaya a romper el modelo de acumulación y del “libre mercado”.

De manera general el gobierno ha demostrado, no solo en este caso, que no dispone de voluntad ni compromiso político para romper con las prioridades de lo que ellos mismo laman “la larga noche neoliberal”. Para el discurso está bien porque aguanta todo, pero en la práctica ninguna ruptura, más bien se crean otras y sutiles formas de privatización en el sector perolero y minero. La libertad de mercado y de precios sigue intacto, no así el bolsillo de los empobrecidos pueblos del Ecuador.

Con razón o sin ella, con amenazas o sin ellas, los precios subieron y no han bajado, todo lo contrario siguen subiendo, imparables, absurdamente en plena dolarización (recuerdan que para embarcarnos en la dolarización ofrecían que los precios no subirían jamás) en la que se supone que los precios se congelaría pues ya no se trataba de nuestros humildes y humillados sucres sino de la rubia moneda gringa. El hambre es igual en sucres o en dólares.

En la realidad, el pan que costaba hace escasos cuatro meses; seis y siete centavos de dólar pasó a costar nueve y 10 centavos de dólar, pese al elevado subsidió del precio de la harina el pan no bajó de precio porque subieron otros componentes como el aceite (antes 0,80 ctvs, hoy 1.47 ctvs.). Sin duda que los insumos de estos productos están controlados por monopolios, pero qué ha hecho el gobierno para controlarlos, poco o nada.

El quintal de arroz pasó de 22 dólares, a los 36 y 38 dólares, sin que nadie controle, porque el Estado que sigue siendo neoliberal no puede controlar los precios y las intendencias son entes impotentes. La leche pasó de 55 a 65 ctvs. el litro, pero por más que el gobierno anuncie que controlará los precios los industriales lácteos dicen, según sus propios estudios, que no tienen rentabilidad y pronto volverán a incrementar el precio. Mientras tanto los productores lácteos pagan entre 0,27 y 0,34 ctvs. cada litro de leche a los pequeños productores ganaderos. Lo real es que la leche si llega es más cara y resulta esquiva para la mesa de los niños empobrecidos del Ecuador.

Por desgracia para nosotros y para el gobierno y su discurso, la realidad es bastante más obstinada, dura y difícil. Acá abajo, no llega ni la “Revolución” y peor aún el “Socialismo”, mientras se juega peligrosamente con los precios de los alimentos básicos de la dieta popular.

Será que el pueblo no responde porque el discurso intoxica, o porque la confianza aún no se ha vuelto crítica, o porque venimos de peores gobiernos. Los bonos, el micro-crédito, la caridad oficial y otras pequeñeces no alcanzan para salir de la indignidad y peor para que evitemos irnos del país. Desde al año 2003 hasta noviembre del 2007 se fueron 403 mil 949 ecuatorianos y no regresaron, no hay un descenso de las migraciones ni retornos pese al discurso oficial que exhorta a regresar al Ecuador. Ninguna estadística social se ha revertido favorablemente, solo es un discurso y así lo vemos adentro y fuera del país. El desempleo y el subempleo siguen siendo un registro del perverso envilecimiento social, los salarios son de miseria y los incrementos una burla, uno es el discurso…otra la realidad.


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