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Publicación mensual del Instituto Científico de Culturas Indígenas.
Año 1, No. 1, abril de 1999

Limites y posibilidades de la acción política: El proyecto neoliberal

Paulina Palacios

Las recientes crisis de marzo de 1999, evidencia que el sistema de "hacienda", como lo llamaría Osvaldo Hurtado, ha entrado en un momento crítico y de profundas definiciones. En efecto, desde la imposición de las primeras políticas de ajuste, en 1982, que casi coinciden con el advenimiento de la democracia (1979), nuestro país ha vivido dos procesos paralelos y aparentemente contradictorios, por una parte y dentro de lo económico se ha vivido la transición hacia un modelo neoliberal, y de otra parte, y dentro de lo político, hemos vivido un contexto de elecciones y de un sistema constitucional. Así, los dos procesos se han ido vinculando de tal manera que podemos conocerlos como el periodo de la "democracia del ajuste económico".

Efectivamente, en lo económico, las políticas de ajuste han demostrado su incapacidad de otorgar salidas a la crisis del país. La inflación este momento se mantiene entre las más altas del continente, asimismo, las tasas de interés hacen casi imposible todo esfuerzo productivo y condenan a la economía ecuatoriana a la especulación financiera, la deuda externa no ha dejado de crecer y este momento representa cerca de un 80% de nuestro PIB.

La concentración del ingreso es una de las más altas del mundo. La brecha que separa a los ricos de los pobres, alcanza en Ecuador niveles alarmantes, mientras antes del ajuste esta brecha era de cerca de 60 veces entre el quintil más alto y el quintil más bajo de ingresos económicos, para fines del 90 esta brecha se amplía a cerca de 200 veces. Es decir, la población más rica del país gana aproximadamente 200 veces más que la población más pobre. A esto se suma el incremento de las líneas de pobreza y de miseria que actualmente alcanzan a un poco más del 80% de la población total del Ecuador. Definitivamente, las políticas de ajuste han demostrado ser ineficaces desde el punto de vista económico y propensas a generar altos niveles de conflictividad social.

En los político, la democracia que vive el país es, a pesar de la contradicción con el término, altamente excluyente, y ha servido para refuncionalizar a las élites económicas del Ecuador. Efectivamente, la maquinaria electoral, la cual se supone que es la esencia del sistema democrático, está concebida para asegurar el dominio de los sectores económicamente más fuertes de la sociedad. Gracias a esta maquinaria electoral han logrado consolidar su proyecto político los sectores más derechistas de la sociedad, expresados mayoritariamente en dos partidos de derecha, el Partido Social Cristiano y la Democracia Popular, y en un partido populista de derecha, el Partido Roldosista.

Este proyecto político de las élites económicas del país, busca la transformación estructural del Estado y de la sociedad, en lo que podría denominarse la "transformación neoliberal". La transformación neoliberal tiene como objetivo hacer del mercado y de las fuerzas del liberalismo, los mecanismos por los cuales se regulen los conflictos sociales y se asignen los recursos en función de la eficiencia y la rentabilidad. Esta transformación tiene un gran alcance histórico puesto que se trata de reformular todo un modelo de desarrollo y toda una estructurahistórica. Se trata, en definitiva, de desmantelar el Estado de Bienestar creado en Europa después de la Segunda Guerra Mundial, y que ha servido de modelo para la construcción de la democracia participativa. En América Latina, el Estado del Bienestar, adoptó la forma del estado proteccionista que buscaba la industrialización por substitución de importaciones y por la creación de un mercado interno. En este tipo de sociedad, es el Estado el principal agente el la asignación de los recursos y además es el Estado la principal institución a través de la cual se resuelven los conflictos sociales.

El desmantelamiento del Estado de Bienestar implica también la creación de nuevas relaciones de poder al interior de la sociedad. En efecto, cuando se busca trasladar al mercado los mecanismos de asignación de recursos y de resolución de conflictos, se intenta llevar el peso de las decisiones más importantes de toda la sociedad a un espacio que es exclusivamente controlado por las élites económicas. De hecho, el mercado representa el locus por antonomasia desde el cual se ejerce un poder que no tiene contrapesos políticos, es decir, que no está sujeto a compromisos ni a negociaciones de tipo político. Mientras que el Estado representa la institucionalidad y por ende la obligación de negociar y de buscar compromisos, el mercado representa la transparencia del poder económico.

Allí la negociación social está supeditada a los criterios de eficiencia y rentabilidad. Allí, los recursos son asignados no en función de las necesidades sociales, sino en función de poder económico.

Cuando nuestras élites económicas buscan la "reducción del tamaño del Estado", a través del despido a empleados públicos, a través de las privatizaciones de grandes sectores sociales (salud, educación, infraestructura, energía, etc.), a través de la eliminación de todas las regulaciones sociales, etc., en realidad buscan someter a la sociedad entera a las coordenadas de su poder y de su dominación. El Estado Neoliberal es el sueño de nuestras élites, un Estado con una fuerte capacidad represiva y sin ninguna institucionalidad dentro de la sociedad.

Un estado que no tenga responsabilidades en educación, en salud, en dotar de infraestructura social, etc., es decir, un Estado desligado de todo vínculo social y que sirva solamente para reprimir o para ayudar a las empresas en casos de quiebra o de malos negocios.

El proyecto político de nuestras élites económicas está aún en sus inicios. La resistencia popular a este proyecto ha demostrado ser más fuerte de lo que nuestras élites se habían imaginado. Desde la promulgación de la Ley de Modernización en 1994, hasta la crisis de marzo del 99, la transformación neoliberal de la sociedad ha fracasado en toda la línea.

Hasta el momento, lo único que ha podido imponerse es el esquema de ajuste económico, que tuvo cierta racionalidad desde 1994, pero que finalmente se destruyó en la crisis de marzo del 99.

Una de las explicaciones por las cuales ha fracasado la transformación neoliberal es la presencia de nuevos actores políticos en el escenario político del país, entre ellos cabe resaltar la presencia de las organizaciones indígenas. En efecto, después del levantamiento indígena del 90, la incorporación de los indígenas a la vida política del Ecuador incorporó nuevos temas y nuevos debates para los cuales la clase dominante jamás tuvo respuestas. Así, la introducción del tema de las nacionalidades y el respeto a la autodeterminación de las nacionalidades indígenas del país, puso un límite muy concreto a los proyectos neoliberales de descentralización, las élites políticas decidieron olvidar prudentemente todo proyecto relacionado con la descentralización del país que implicaba de alguna manera la cuestión de las nacionalidades indígenas, de igual modo sucedió con los intentos de modernización agrícola que contemplaba la privatización de las tierras comunales, los levantamientos indígenas del 92 y del 94 obligaron a negociar el fundamento mismo de las leyes de modernización agrícola. La activa presencia electoral y política de los movimientos sociales en las crisis política del 96 y del 97, evidenciaron el peso y la importancia del movimiento social ecuatoriano.

Sin embargo de todo ello, el movimiento social ecuatoriano ha demostrado una debilidad estructural en el plano político, y es el hecho de que hasta el momento no puede articular una estrategia que combine coherentemente la práctica social con la práctica política y ésta con la dinámica electoral.

En efecto, si bien los movimientos sociales y sus representaciones políticas tienen una gran capacidad de movilización social y una gran capacidad de respuesta frente a las iniciativas de las élites políticas y económicas, su capacidad de maniobra dentro del espacio electoral e institucional es reducida. El movimiento social ecuatoriano tiene una gran capacidad de movilización social pero una débil representación política, y una más débil aún capacidad de decisión institucional.

Desde un inicio, el movimiento social ecuatoriano ha sido muy claro en su respuesta política frente al proyecto neoliberal, empero de ello sus proposiciones se sitúan dentro de la conservación del antiguo statu quo. En efecto, el movimiento social hasta el momento se ha limitado a defender el Estado de Bienestar, sin que las propuestas de un nuevo modelo de desarrollo hayan calado en la sociedad. De todas maneras, el movimiento social ecuatoriano ha demostrado lucidez y creatividad cuando ha propuesto abrir el espacio democrático hacia nuevas propuestas.