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Diez premisas para comprender el ALCA y los TLCsRené Báez1 1. La tendencia más característica de la economía internacional contemporánea constituye la mundialización capitalista de los procesos productivos, comerciales, financieros, así como de sus concomitantes pautas de consumo. El fenómeno involucra tanto a los países centrales del sistema como a los periféricos, incluidos en estos últimos las naciones del ex campo socialista europeo. La aludida tendencia se habría iniciado desde el fin de la II Guerra Mundial. 2. La mundialización capitalista en curso ha configurado tres grandes bloques económicos: a) el presidido por Estados Unidos, con hegemonía sobre América Latina, b) la Unión Europea, encabezada por Alemania y Francia, en proceso de expansión hacia Europa Central y Oriental, y c) Japón, cuya influencia se despliega en el Sudeste asiático y el Pacífico, y que, según opinión distintos analistas, establecerá en un futuro próximo un entendimiento militar-político y económico con China. Los citados bloques apuntan a desenvolverse en un contexto de creciente interpenetración de capitales, que, dado el carácter intrínsecamente violento del capitalismo, no excluye la posibilidad de confrontaciones militares entre los Estados imperialistas y, menos aún, el fomento de guerras periféricas de distinta índole (religiosas, contra el “narcoterrorismo”, tribales). 3. Las actuales propuestas integracionistas de los Estados Unidos para el continente, como el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) y los Tratados de Libre Comercio (TLCs), se engranan con concepciones y políticas de corte colonialista o neocolonialista impulsadas por la Unión en distintos momentos de su historia. El más notorio de tales antecedentes constituye la Doctrina Monroe (“América para los americanos”), sustento del expansionismo territorial de Washington a lo largo del siglo XIX. En época más reciente, el monroísmo-panamericanismo se sustentará en la ideología del “espacio vital”, un elaborado del nacionalsocialismo alemán asumido por el complejo industrial-militar norteamericano como soporte de la estrategia de la Gran Área (Grand Area), fundamento de la intervención yanqui en la segunda contienda, conforme lo demuestran Chomsky y Dieterich en su libro Los vencedores. En tiempos más recientes, Bush padre extrapolará esos axiomas de la política exterior washingtoniana a la Iniciativa para las Américas, el corolario hemisférico de la inmediata post-Guerra Fría. 4. Las fórmulas unionistas de la Casa Blanca del ALCA y los TLCs, lejos de inspirarse en propósitos de fomento productivo y diseminación del progreso en las naciones sureñas, buscan, sobre todas las cosas, consolidar la hegemonía de la potencia unipolar en las esferas productiva, comercial, financiera, científica, tecnológica, ambiental, ideológica, cultural, legal e institucional, en la perspectiva de contrarrestar la superioridad tecnológica de los europeos y asiáticos en la producción de bienes de consumo civil. A la luz de esta urgencia, no resulta casual que el ALCA y los TLCs comporten esquemas de fusión de “una sola vía” (excepto de la fuera laboral), (+) Ponencia para el I Foro Social de las Américas, evento a
realizarse en Quito entre el 25 y el 30 de julio del 2004. 6. El proyecto del ALCA (que no ha sido abandonado) y los TLCs con los Estados Unidos, ya suscritos por México, Chile y Centroamérica, y en proceso de negociación con los países andinos, comportan ofensivas bélicas no militares contra nuestras naciones. Aunque para el caso de los países andinos, cuyas negociaciones oficiales se iniciaron el pasado mayo, en Cartagena, el contenido bélico-militar aparece explícito al menos desde el 2000, centrado en la militarización del conflicto civil colombiano (Plan Colombia, IRA, Plan Patriota). 7. Específicamente, los TLCs suponen un abandono del multilateralismo y la imposición del bilateralismo como mecánica para las negociaciones. Antes que constituir una modificación formal, el cambio está significando que las asimetrías de distinto orden entre la superpotencia y nuestras naciones cobren una relevancia aún mayor. 8. El horizonte que dibujan los TLCs –y el ALCA- no agota el futuro probable de América Latina, entre otras razones porque la ofensiva totalizante y totalitaria del capital monopólico norteamericano, encaminada al desmantelamiento de los Estados-nación latinoamericanos, conducirá a generar múltiples resistencias, no por cierto de las burguesías y gobiernos cipayos que desafortunadamente predominan en la región, sino de los heteróclitos sectores sociales víctimas de la oleada recolonizadora. 9. Los discursos y las prácticas revolucionarias de la Cuba castrista y la Venezuela bolivariana, las acciones contestatarias de las masas campesino-indígenas especialmente andinas, la reticencia de algunos segmentos empresariales ligados al mercado interno, las movilizaciones de los defensores de la naturaleza, los reclamos de los sindicatos públicos y privados, las intifadas estudiantiles… anticipan un largo escenario de impugnaciones defensivas. Sorpresivamente, los emigrados a la metrópoli, a la par de resistir al rebrote del racismo blanco y del fundamentalismo cristiano, estarían deviniendo en catalizadores de la lucha de clases en el seno mismo de la otrora opulenta sociedad estadounidense. 10. El ALCA y los TLCs son productos históricos, condenados por lo mismo a cambiar y desaparecer. Su extinción, sin embargo, no será obra exclusiva del tiempo, sino de la acción consciente y decidida de los pueblos latinoamericanos para, desbordando la pesada herencia de la “balcanización”, edificar “la más grande nación del mundo, menor por su extensión y riqueza que por su libertad y gloria”. (Simón Bolívar) Notas 1. Profesor de la PUCE y del Instituto Superior de Posgrado de la Universidad Central © Los artículos del presente Boletín pueden reproducirse citando la fuente |