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Boletin ICCI ARY-Rimay
Boletín ICCI-ARY Rimay, Año 6, No. 58, Enero del 2004

LA TIERRA PARA LOS PUEBLOS INDIGENAS EN EL ECUADOR

Luis A. Macas A.


Son quinientos años y más de presencia de un modelo de cultura, de economía, de política y de organización social, pero también son miles de años de producción de conocimientos y valores, propuestas de vida en condiciones de dignidad, con principios éticos y morales, en armonía permanente con la madre naturaleza. A pesar de los múltiples atropellos, de la implantación de instituciones, de un poderío vertical y agresivo, estamos presentes y como una alternativa de vida, pueblos o sociedades colectivas desde profundas raíces milenarias, con saberes, valores e instituciones vivas producto no sólo de una resistencia estática, sino, de cambios permanentes en los mecanismos de resistencia, los mismos que se han constituido en propuestas diferentes y alternativas en las distintas etapas de la historia, frente a un modelo global y arrasante.

La historia de los pueblos indígenas se remonta a una lucha pertinaz desde el momento de la usurpación generalizada de tierras y territorios indígenas, es decir durante todo el régimen colonial y el periodo republicano. Uno de los resultados de la historia reciente de la lucha por la tierra, es el reconocimiento de la existencia de las comunidades indígenas y campesinas (ayllu y jatun ayllu) por parte del Estado, cuando se expide la ley de comunas en 1937, aunque finalmente este hecho signifique el eslabón final del ejercicio de control estatal, en común acuerdo con el régimen de haciendas. Este instrumento legal producto de nuestras luchas, adquiere importancia para nuestros pueblos desde finales de la década de los cuarenta, el mismo que establece y regula una nueva forma de organizarnos, además se constituye en un mecanismo de defensa adecuarlo a nuestras necesidades, ante todo en función de legislar y preservar las tierras comunales, en el marco de una estructura estatal, feudal y precaria, con características eminentemente elitistas y excluyentes.

Sin embargo, la estructura agraria de carácter feudal en el país no se había modificado durante las décadas de los cincuenta y los primeros años de los sesenta, época en la que se destaca la presencia activa de DOLORES CACUANGO, TRANSITO AMAGUAÑA y otros, por lo que continúa siendo una constante para los pueblos indígenas, la lucha por el derecho a la tierra y los territorios ancestrales. En 1964, se expide la primera Ley de Reforma Agraria, ante la exigencia interna de las comunidades e influencias externas que ejercían presión en ese entonces en América Latina. Pero esta ley, al parecer, respondía en concreto a un reconocimiento simple de los huasipungos (retazo de tierra en préstamo como pago al precarismo por un tiempo indefinido). Es decir, que esta ley no responde a las necesidades urgentes de distribución equitativa de la tierra, o a una reestructuración agraria en el Ecuador, razón por la que se entregaron tierras inservibles para la agricultura, porque se adjudicaron por lo general, títulos individuales y no comunales, acentúandose de esta manera la mercantilización de la tierra.

Dentro de este marco, la tierra ha sido el eje que ha articulado el proceso de unidad y lucha de los pueblos indígenas y campesinos del país. Ha sido uno de los temas más importantes en la estrategia del movimiento indígena y campesino, incluido las décadas de los setenta y ochenta, momentos en las que se incorporan también otros componentes de lucha como la Educación Intercultural Bilingüe, la reflexión frente a la estructura del Estado, el análisis con respecto al sistema político y otros.

Brevemente podemos mencionar, que la tierra o ALLPA MAMA, para los pueblos indígenas constituye un alto significado espiritual, entre el TAYTA INTI y la PACHA MAMA, son los generadores de vida, somos parte integrante de una gran colectividad de la madre naturaleza, en ella encarnan nuestras vidas, las de las plantas, los animales, los lagos, los ríos, y en ellas las WAKAS. La PACHA MAMA, nos proporciona energía, poder y continuidad. La visión y la práctica indígena y campesina es la de una convivencia armónica con la madre naturaleza, no como aquella que plantean y practican el dominio absoluto del hombre a la madre naturaleza, cuyas consecuencias son de magnitudes incalculables para el presente y el futuro de la humanidad.

En lo material, la tierra en nuestra cotidianidad, es el elemento vital y constitutivo de nuestras comunidades, ella nos permite la continuidad histórica como pueblos, desde ella se genera la construcción de la identidad y la reproducción cultural de las comunidades, de ella nacen los conocimientos y el saber, de esta relación se construye los principios y los valores intrínsecos al comportamiento y la conducta social.

Lamentablemente la historia del movimiento indígena no se escapa de la intervención de agencias estatales, privadas, nacionales e internacionales, con métodos, recetas y paquetes tecnológicos foráneos desde el discurso de la revolución verde, una visión del asistencialismo, hasta llegar al actual modelo del capital y del mercado, donde prevalece la competitividad, el mercantilismo y no la reciprocidad, la complementariedad y la minga, que aún perduran en nuestras comunidades. Esta introducción de paquetes tecnológicos y de productos nocivos, son los que han causado grandes deterioros, depredaciones y afectaciones a la madre naturaleza y al ser humano, pero felizmente en el momento actual existe un alto grado de reflexión sobre el uso de tecnologías y productos dañinos para la salud humana y de la naturaleza. Es más, no se ha generalizado a todas nuestras comunidades estas recetas, por lo que aún persisten métodos y tecnologías propias que se han desarrollado a través de miles de años.

Hoy por hoy, los conocimientos, las prácticas y las tecnologías milenarias han logrado imponerse nuevamente, gracias a las iniciativas de pequeños productores, que significa el reconocimiento y el reencuentro con lo nuestro, donde creemos que se construye una alternativa de producción y se garantiza una soberanía alimentaria con identidad para las comunidades y los consumidores en general, a sabiendas de que los pequeños productores (las propiedades de menos de 10 has.) son los que proporcionan los alimentos básicos a toda la población.

Son experiencias múltiples que ya se viven en el Ecuador, desde un aprendizaje mutuo y continuo, la minga de conocimientos. Una de las características fundamentales en la convivencia de nuestras comunidades es la visión colectiva y la acción mutua y recíproca, lo que se sintetiza en la comunidad y la minga, concepción que juega un papel importante en el ejercicio de la recuperación de conocimientos colectivos, en la innovación y construcción de propuestas e iniciativas de cambio.

Como primer punto importante de este proceso, es la recuperación de la fertilidad del suelo, que significa devolver el mismo valor productivo al suelo desde una visión estratégica y sustentable a través de métodos comunitarios, con tecnologías propias, productos e insumos naturales no contaminantes, con las diversas formas de obtener el agua, hasta convertir nuestra chacra en un modelo alternativo de producción, es decir generadores de alimentos aptos para el consumo humano y el mantenimiento de la naturaleza limpia y sana.

Un segundo aspecto importante, es la recuperación de nuestros productos en función de proporcionar mayor valor nutritivo a la alimentación diaria de la población y al mismo tiempo rescatamos el valor identitario de nuestros alimentos. En este contexto hablamos de la soberanía alimentaria con identidad.

Por lo tanto, la prioridad nacional cuando se habla de la reactivación agrícola, para nosotros consiste en la multiplicación de miles de estas experiencias e iniciativas existentes en el país, a pesar de la crisis generalizada que vive el Ecuador, que hayan más chacras, parcelas o granjas biológicas. Son estas las alternativas frente al modelo económico imperante, frente al capital, al mercado y al mundo del consumismo.

Finalmente, creo que es importante reflexionar en el futuro, sobre dos concepciones distintas del mundo, dos lógicas diferentes de la realidad, la producción y la economía, la una fundamentada en el capital y la moneda y la otra economía sin base monetaria.


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