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Editorial JUICIO A LA TEXACOHoy, más que nunca se hace estrictamente necesario recordar las palabras dichas por el Jefe Seatle en su carta al Gobierno de los Estados Unidos: “Y si ustedes continúan ensuciando su lecho donde duermen, una noche morirán asfixiados por vuestros propios excrementos”, al parecer el mensaje fue entendido muy bien por los del norte, entonces se dedicaron a ensuciar el lecho ajeno, el lecho donde ellos no duermen y nos van a asfixiar en sus excrementos. No son sus tierras las ensuciadas, son las ajenas, son las del “otro”, son las del “indio”, son l as de los tercer mundistas, tierras que no tienen más valor que lo que el libre mercado impone, entonces que más podemos esperar de los que sistemáticamente han depredado el universo en nov re del progreso y el desarrollo. A las empresas petroleras no les importa en absoluto lo que piensan las nacionalidades que pueblan la amazonía, para estas empresas simplemente los pueblos y nacionalidades no existen, o si aprueban su existencia es para “negociar” desde posiciones de fuera o utilizando el chantaje, anteponiendo el “dinero”, los dólares como solucionario a los crucigramas que les presenta la realidad. Las concesiones de campos petroleros a las empresas transnacionales, no son otra cosa que la entrega incondicional de nuestros recursos, el sometimiento institucional ecuatoriano es producto de la actitud de peonazgo que tiene el Estado y los beneficiarios de las concesiones. Reconocemos como cierto que existen trabajadores ecuatorianos que se benefician y se han beneficiado de una fuente de trabajo, muchos de ellos se han “enriquecido”, y en estos momentos gozan de alguna comodidad. Consideremos que esta riqueza y comodidad es relativa porque muchos de ellos en estos momentos enfrentan problemas en su salud, además es bueno anotar que las propias relaciones familiares se han visto deterioradas significativamente. Estos “beneficios” recibidos son migajas frente a la rentabilidad obtenida por las empresas petroleras sobre la base de la explotación de la fuerza del trabajo; del trabajador y la trabajadora del país. La operación petrolera desarrollada por la Texaco en el período de 20 años nos indica que: “perforaron 339 pozos en 430 mil hectáreas para extraer cerca de 1.500 millones de barriles de crudo”, estas cifras son una medida que nos hacen ver como se opera en la explotación petrolera. La inoperancia con la que manejan los recursos naturales y en este caso particular el petróleo, raya en la estupidez, o entonces como podemos entender que se hayan vaciado 18 millones de litros de agua tóxica que contenía restos de petróleo y metales en la selva, que no hayan considerado un estudio de impacto ambiental para mitigar los daños y si lo tuvieron, no lo aplicaron. Porque desde la lógica depredadora del colonizador, todo gasto que afecte la inversión se debe evitar con el objetivo de no rebajar las ganancias. Entenderán, que no es únicamente el derrame de agua tóxica en la selva, sino la afectación de 2,5 millones de hectáreas de bosque húmedo, la reducción de la población indígena perteneciente a la nacionalidad Cofán que en 1971 su población era de 15.000 habitantes y en la actualidad son 300; también son afectadas las nacionalidades: Siona, Secoya y Huaorani, así como también los colonos. La asfixia de la que nos hablaba el Jefe Seatle en la actualidad se llama cáncer y en estos momentos afecta al 31% de la población donde la Texaco explotó el petróleo, pero que le importa al capital los daños producidos a las personas, la enfermedad no está en su lecho, ni son sus muertos, son sólo indios y en la mente del colonizador todavía subsiste la idea de que los indios no tienen alma, no son humanos. El mal producido está a la vista, resulta imposible ocultarlo, los rastros que deja el petróleo no necesita de aparatos especiales para visualizarlos, están ahí, es la parte tangible de los daños realizados en la amazonía, negarlo es cosa de prepotentes signados por la idiotez, se nos criticara por la dureza de las palabras, pero las evidencias del mal ocasionado exigen una postura digna, palabras que conjuren los males y que motiven al actuar, es lo que podemos y debemos hacer desde este boletín. ¿Como resarcir los daños causados por la explotación petrolera, a las poblaciones afectadas? Existen daños irreversibles que no lo pueden pagar “todo el dinero del mundo”, ¿se podrá devolver a la amazonía la diversidad pérdida?, ¿aparecerán nuevamente los pueblos desaparecidos, las especies de animales extinguidas?, en resumen resucitará la vida en toda su plenitud. ¡No!. No es que seamos pesimistas, pero cuando la muerte (léase desarrollo o progreso) rompe el equilibrio del planeta: se instala el desequilibrio, la armonía desaparece, el sustento de la vida es suicidado, el verdor es reemplazado por la podredumbre y la destrucción, los cantos de los pájaros por el ruido incesante de maquinarias, no podemos permanecer neutrales, tenemos el deber de tomar partido en favor de la vida, entonces nos dirán que somos contrarios al “desarrollo” que desde su visión nos entregan. ¡Claro que si! ¡Somos contrarios en toda la profundidad que nos exige nuestro compromiso con nuestros hermanos y hermanas amazónicos!. Han desatado tornados en nuestras tierras, han llegado y han arrasado todo lo que posee vida, han drenado las entrañas de la “pachamama” y con la mayor de las irresponsabilidades han violentado la fructífera existencia de la amazonía, y esto lo expresamos desde la intimidad violentada de nuestra cultura. Sobre estos antecedentes que en un principio son los más representativos, se plantea un juicio contra la compañía norteamericana en Estados Unidos en el año 1993. Durante diez años no se ha obtenido un fallo favorable, luego de este tiempo transcurrido la justicia norteamericana pasa el fallo a la justicia ecuatoriana, esta decisión es importante porque es la primera vez que una empresa de los Estados Unidos se somete a la justicia del Ecuador, los resultados de este llamado deben estar enmarcados en el estricto cumplimiento de impartir justicia. El juicio planteado a la Texaco en un primer momento demanda la reparación de daños ambientales y de la salud de la población por un monto aproximado de 1.000 millones de dólares; en el diario El Comercio del 31 de octubre del presente año se presenta un cuadro del costo de los daños dejados por la Texaco que contempla lo siguiente:
Esto da un gran total de 6.114 millones de dólares. Resulta ahora que no les da la gana de asumir la responsabilidad, y en forma perversa cuestionan que el juicio se debería seguir a la Texaco, porque la Texaco Chevron nada tiene que ver con los daños causados por la Texaco, un verdadero galimatías como si un cambio de nombre les liberara de culpa, el escudarse en estas razones nos parece de una simpleza extrema. Para el colonizador las leyes del colonizado no sirven, no son aplicables, son una tontería, estas reflexiones les lleva a menospreciar la justicia y desde esta perspectiva hacen aparecer cualquier juicio instaurado contra los causantes de los males ocasionados como algo pasajero y liviano; desde su prepotencia imperial el juicio es algo insignificante, que no merece ser atendido y por lo mismo despreciable. Al fin y al cabo esto tiene que resolverse sobre la dimensión del poder establecido y cuestionado, así que es una lucha de largo aliento, se podrá sostener sobre la razón que les asiste a los compañeros, pero también sobre la capacidad que tengan los actores que enjuician a la empresa petrolera para dinamizar el debate en los ámbitos locales, regionales, nacionales e internacionales. El Boletín propicia el agradecimiento a Judith Kimerling, investigadora que inicia en forma valiente la denuncia en contra de las empresas petroleras, a Blanca Jagger, defensora de los derechos humanos; a Steven Dossinger y Alberto Wray, abogados de los indígenas; por la solidaridad mostrada y principalmente por el compromiso asumido en defensa de los derechos de los pueblos. Desde este espacio reconocemos a Paulina Garzón, activista ambiental y de Derechos Humanos, Esperanza Martínez, Patricia Gualinga, Franklin Toala, a los compañeros de Acción Ecológica, a Franklin Yanza del Frente de Defensa de la Amazonía, a las iglesias de Sucumbíos, a los miles de gentes de los pueblos y nacionalidades que han cubierto el país con su presencia y su accionar. Con ustedes hermanos: Shuk Shungulla, Shuk Yuyailla, Shuk Maquilla. © Los artículos del presente Boletín pueden reproducirse citando la fuente |