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Editorial ¿Ausencia de liderazgo indígena?La crítica situación que atraviesa el movimiento indígena en la actualidad, amerita una reflexión inmediata desde todos los espacios y sectores indígenas; es más, se hace necesaria la relectura de los elementos básicos que motivaron la adopción de las resoluciones de la Asamblea del ECUARUNARI, celebrada los días 13 y 14 de diciembre del 2001, en la ciudad de Baños: Declarar en estado de emergencia al Movimiento Indígena. No optar por candidaturas indígenas; ni Presidencial, ni Vicepresidencial en la próxima contienda electoral. La crisis desatada al interior del movimiento indígena, ya sea por diversos grados de incoherencia en el liderazgo y en la conducción o por cualquier otra causa, nos convoca a una urgente revisión y análisis del proceso y las dinámicas indígenas. Creemos que la tarea inmediata es incorporar a la agenda de nuestras organizaciones e instituciones, el tema de la evaluación indígena, su recorrido realizado a lo largo de las dos últimas décadas. Creemos que es el momento de hacer una pausa a la agitada cotidianidad indígena y es urgente el establecimiento de mecanismos hacia una revisión interna del proceso general del movimiento indígena. Se debe sugerir una autocrítica severa y con rigurosidad, por cuanto los últimos exámenes realizados a la dirigencia y sus acciones han sido muy condescendientes y tolerantes, las resoluciones y decisiones tomadas colectivamente, sufren un permanente debilitamiento y deterioro, carentes de seriedad y hasta de legitimidad, al no ejercer la autoridad en la aplicación de las que si están revestidas todas y cada una las resoluciones de nuestras comunidades y pueblos. Es evidente el resquebrajamiento y la desarticulación de la organicidad indígena. Es decir que la unidad indígena es cada vez más vulnerable. La pérdida de credibilidad al interior y fuera de los espacios indígenas a partir de los desaciertos dirigenciales, la dispersión de los mandos, la confusión de espacios, el surgimiento de intereses grupales o personales, confirma la ausencia de liderazgo del movimiento indígena en la sociedad nacional y dentro de sí mismo. Unos, podemos argumentar que el problema radica en el crecimiento cualitativo del proceso indígena, en las últimas décadas. Nos atrevemos a mencionar que atravesamos la crisis del crecimiento, crisis de transición, o crisis de desarrollo cualitativo del movimiento indígena, pero a veces como una justificación o escape a la magnitud de la crisis. Para otro sector, a pesar de la capacidad de análisis y dimensionar los momentos históricos y los espacios alrededor de la problemática vigente, el movimiento indígena vive los momentos más altos de su historia. Cualquiera sea el caso, el prejuicio y los defectos externos, al obviar principios y valores propios, pueden ser también causantes de la descomposición indígena. Por lo que urge someter a un proceso evaluatorio del movimiento indígena, ya sea, porque al parecer, se han abandonado valores intrínsecos, otrora parte fundamental en la dinámica y la cotidianidad indígena: normas, conductas y prácticas instauradas al interior de las comunidades y organizaciones indígenas, como la institucionalidad del diálogo, los consensos, o ya por causas ingerencistas intencionadas en el desprestigio y aniquilamiento indígena. Se ha constatado tanto desde el interior, cuanto desde la sociedad nacional, como desde la opinión internacional, desviaciones y confusiones en la orientación y conducción del movimiento indígena, es decir, que la crisis del proceso indígena es tan visible desde cualquiera de las ópticas. Atravesamos un estado peligroso de confusión en tanto que se ha privilegiado la práctica del caudillismo, "líder" autoritario, por sobre la práctica del liderazgo colectivo o comunitario, que significa el ejercicio del mandato desde todos los sectores, espacios y niveles, a través de sus propios mecanismos de participación en los acuerdos, desde lo colectivo hacia la colectividad. Se ha observado un distanciamiento de la práctica de las decisiones colectivas, de los consensos y de los valores comunitarios, legado histórico de nuestros antepasados, afortunadamente, vigentes aún en la vida interna de nuestras comunidades. Es un verdadero contrasentido a la concepción y práctica indígena, que las instancias de decisiones internas, hoy por hoy, no provengan de los procesos de participación y consensos, pues, estas regulaciones y normativas trazadas desde milenios, en otros momentos imprescindibles, se encuentran ahora despreciadas y seriamente amenazadas, es decir que puede quedar en desuso, con el riesgo de convertirlo al movimiento indígena, en una vulgar junta o sumatoria de seres que solo vegetan. Es más, los espacios de decisión, se ven alterados, distorsionados y trasladados a otros, extraños al movimiento indígena. De la misma manera podemos señalar, la ausencia de un elemento vital en el proceso organizacional y político del movimiento indígena, es que atraviesa el momento más crítico, que puede colapsar o causar un grave estancamiento en la dinámica indígena desde su interior. Esto es, la ausencia absoluta del debate interno del movimiento indígena que en otros momentos fuera la razón y escencia de la vida organizativa. La reflexión y el análisis político no está más en la agenda indígena, ni los temas indígenas, ni los temas nacionales. Existe un vacío y una despolitización acelerada en las estructuras orgánicas y dirigencias indígenas a todo nivel. Nos debe preocupar como las diferencias regionales, políticas e ideológicas al interior del proceso indígena se agudizan, las fricciones y contradicciones se proliferan. En este contexto, no habrá un claro posicionamiento del movimiento indígena, consecuente con sus principios y con la posición histórica frente a la realidad lacerante del país y la América Latina; y ante todo será vulnerable a un mundo cada vez más agresivo, globalizante y excluyente, o quizá a las mismas intenciones de manipulación o cooptación política, como lo hemos experimentado en los últimos tiempos del proceso democrático. Es que los espacios de discusión, definiciones y construcción de procesos alternativos no deben convertirse en proclamas, o solo consignas desde la espontaneidad, improvisaciones o acciones contestatarias a lo puramente coyuntural. El proceso de construcción organizativa social y política nueva, es un permanente aprendizaje en su dinámica dialéctica, se nutre de la permanente reflexión y análisis desde los propios actores involucrados. Hoy en día, se observa con indignación como los espacios de las organizaciones indígenas casi a todo nivel, han desvirtuado su rol fundamental, por parte de algunas dirigencias, convirtiéndolos en plataformas de un proselitismo vulgar, sin contenido ni propuesta válida en función de cumplir con los propósitos del movimiento indígena, hacia sus pueblos y la sociedad. Se producen disputas vanas, animados por intereses mezquinos, que no es otra cosa, que convertir a un movimiento social el más significativo de la historia de nuestro país y el continente, en una masa inerte o como cualquier partido político tradicional, basado en los intereses del poder económico y manchados por la corrupción y la impunidad. Otro de los aspectos importantes que gravita en la dinámica del movimiento indígena, es el que hace relación al control social y la rendición de cuentas. La inexistencia del seguimiento y el control social en la gestión dirigencial, por parte de las comunidades, u organizaciones de base, ha generado un resquebrajamiento abrupto en la línea del comportamiento moral de los pueblos indígenas. Poco o nada se ha hecho en estos tiempos, por la aplicación de una contraloría social, por lo que se ha visto disminuida la confianza y la credibilidad en la dirigencia, en la organización y por su puesto en el movimiento indígena en general. Se han sobrepuesto los intereses particulares y personales, ante los principios y valores que rigen históricamente la vida de nuestras comunidades y se desconocen los planteamientos fundamentales, del proyecto del movimiento indígena con relación a la sociedad y al país. Frente a estos hechos, la actuación social ha sido contemplativa y hasta generosa, lo cual significaría que muchos somos corresponsables en cierto grado, de la situación que vive el movimiento indígena. Pero también podemos establecer que el movimiento indígena ha sufrido un desgaste y debilitamiento interno y ante la sociedad, por una carencia absoluta de propuestas válidas y sobre todo estratégicas para la aplicación actual y en perspectiva del futuro. Podemos advertir como el discurso vacío se apodera con facilidad de un sector de la dirigencia indígena, lo cual significa, ni respuesta alguna hacia los pueblos indígenas, ni propuesta para la sociedad en su conjunto. Nuestras acciones serán efectivas en tanto en cuanto seamos capaces de formular y presentar propuestas alternativas, a partir de una redefinición de nuestro proyecto social y político, que posibiliten generar condiciones hacia cambios trascendentales. Es evidente la existencia de fisuras al interior del movimiento indígena, es obvio el resquebrajamiento de la unidad indígena, entonces, es necesario hacer un receso en la tarea cotidiana y coyuntural de nuestras organizaciones y como un elemento principal en la agenda indígena, será atacar este fenómeno regresivo de la construcción; y, el proyecto político de las nacionalidades y pueblos, debe ser una prioridad: Ante todo salvar la unidad de las Nacionalidades y Pueblos. Establecer los mecanismos adecuados para una evaluación global de todo el proceso indígena. Redefinir las políticas y su proyecto en función de las estrategias del movimiento indígena. Rediseñar una agenda política frente al Estado. © Los artículos del presente Boletín ICCI, pueden reproducirse citando la fuente |