Boletín ICCI-ARY Rimay, Año 10, No. 107, Febrero
del 2008
Editorial
Volcán, pobreza, lluvias, desempleo, migración,…
Ecuador: en emergencia permanente
“No bien salimos de una…caemos en otra” es la frase generalizada que la gente dice para caracterizar los fenómenos de la naturaleza o los problemas sociales en los que siempre estamos involucrados como país. Más de un extranjero o periodista ha dicho también que “quien vive en este país nunca se aburre…porque siempre pasa algo”. Talvez tengan razón, pero de seguro los innumerables hechos que ocurren en nuestra realidad más próxima no pasan por el estar o no aburrido, que es un mal propio de las sociedades satisfechas del norte.
Ecuador que a pesar de estar y al mismo tiempo no estar dentro de lo que se llama la “civilización occidental”, porque somos más andinos que helénicos y nos clasifican o nos auto clasificamos como “pre-modernos” desde esa misma perspectiva cultural, nosotros los de América del Sur, los de la periferia capitalista dependiente, los globalizables, no hemos salido del atraso material que nos determinó nuestra matriz socio-económica, misma que sufrió la desacumulación originaria capitalista y luego se acumuló en el norte del hemisferio a costa de la sangre y el genocidio de nuestros padres. Desde ahí, desde sus cómodos recintos post-modernos hoy nos miran con “amenidad” (porque somos barrocos talvez?), con curiosidad, o simplemente porque como dice el sub - Comandante Marcos “los pobres son noticia cuando matan o cuando mueren”.
Pero no somos tan solo “observables” de investigación social o artículos de vitrina, somos cada vez más, y más a menudo, actores de nuestros propios sueños y de nuestra propia historia, sin dejar de admitir que también hemos sido sujetos y reos de acciones injustas de los otros…”los de arriba”.
En recientes años han trascendido al mundo los levantamientos populares, indígenas y sociales que acabaron con tres gobiernos corruptos o eventualmente derrotaron los proyectos geopolíticos de expansión comercial como el ALCA-TLC de los Estados Unidos, o marchamos para repudiar a Álvaro Uribe como personaje no grato para nuestro país por aplicar el Plan Colombia más allá de sus fronteras con las fumigaciones, activamos para expulsar a la petrolera occidental “OXY”, y tantos otros motivos para ser y actuar.
Pero a pesar de todo no hemos logrado los cambios trascendentes, fundamentales, estructurales. La pobreza agravada por el modelo económico neoliberal que no acaba de ser desmontado sigue reproduciendo la desesperación social que se expresa como migración o como delincuencia y otras formas degradantes de los seres humanos.
Después de los devastadores efectos cíclicos de las explosiones del volcán Tungurahua en las poblaciones pobres más próximas de su entorno y que sirvieron para justificar el incremento de precios de algunos productos alimenticios, viene ahora las aguas, el crudo invierno que se abate como una “catástrofe nacional” como llegó a denominar el gobierno. La tragedia líquida se abalanzó sobre los empobrecidos de las riveras de los ríos en la costa y sobre los extremadamente empobrecidos de las laderas en las montañas de la sierra.
La respuesta del gobierno, desde que se inició, ha sido la de oficializar la desgracia en la que quedó el país luego de la “noche neoliberal” emitiendo decenas de decretos de emergencia. Somos un país de emergencias, emergencias permanentes, propiciadas no solo por la naturaleza en su versión más visible, sino y fundamentalmente en su versión social, porque un gobierno a medias progresista tiene sus límites y sus compromisos sociales, que no se arriesgará sino a pequeñas reformas sociales. Remozar la institucionalidad del poder social para que no se caiga por el peso de tanta injusticia social. “Que cambie todo para que nada cambie”.
El régimen no se propone que pase de una vez la noche neoliberal, le quieren dar un poco de luz, un poco de espacio, oxigeno para que no se ahogue, aunque saben bien que el mañana se acerca inexorable por la implosión del sistema. Sus vacilaciones hacen prolongada la agonía de los empobrecidos, acosados por las aguas que inundaron sus cultivos de auto subsistencia, sus menguados recursos que no logran resarcirse con un “bono solidario”, la úrea abaratada de Venezuela, o el micro-préstamo 5-5-5 y los múltiples decretos de “emergencia”. La respuesta no está a la altura de la tempestad y el vendaval de la naturaleza y de la injusticia social permanece intocable.
Los albergues no albergan sino a pocos y en condiciones de indignidad, la ayuda pronto se desvanece en las manos de “los vivos” o los que aprovechan para promocionarse para la próxima “dignidad” porque dan alguna que otra caridad oficial.
Las vaquitas, los pollos, los animalitos y hasta los hijos se van con la creciente de los ríos que crecen de noche y llegan como los que roban, las avalanchas de lodo sepultan los sueños y los modestos esfuerzos de hombres y mujeres honradas.
Y encima la pobreza… esa desesperación largamente masticada, amarga que se convierte en gastritis, en enfermedad para la que no hay ninguna seguridad social o asistencia médica posible allende los recintos pobres y montubios o las comunidades andinas perdidas en los páramos y las laderas resecas.
De qué iniciativa del sujeto hablan las academias y los conferencistas internacionales y escritores de la auto-superación y la auto- estima, la pobreza hace tiempo que se llevó también la capacidad de responder a la tragedia de los más pobres, envilecidos por el acumulado histórico de explotación y exclusión.
Los que no pueden irse se tienen que aguantar en este país, los que pueden…sueñan con días mejores lejos de los suyos y de su Patria a pesar de los riesgos. Todos quisiéramos irnos “el último apaga la luz” decía un grafitti pintado en una parad de Quito. Inútiles son los esfuerzos y los discursos del Presidente para convencer a los emigrantes de España y otros países para que regresen al Ecuador. Lo que haga el gobierno de la revolución ciudadana sin ciudadanos será insuficiente no sólo por el poco tiempo sino porque su convicción y sus acciones no están para vencer a las injusticias sociales históricas.
Los improvisados asambleístas que dicen representarnos nada harán para superar las causas sociales, políticas, económicas y culturales de la tragedia aceptada y legitimada por la televisión. Nadie moverá un dedo para afectar el principal interés del egoísmo social, nadie afectará con la nueva Constitución, al menos en su redacción, el problema de la propiedad privada sobre los medios de producción que ha llevado al abuso de la tercerización y la precarización laboral, talvez fijen algunos límites a los abusos del capital, o dicten algunos derechos sueltos por ahí, intentos pacatos de redistribuir la riqueza ante la abrumadora socialización de la pobreza, acaso escribirán una plurinacionalidad declarativa olvidando la propuesta de la propiedad comunitaria y social, no debemos esperar mucho.
Salgamos ya la luna de miel “porque mientras haya que hacer nada hemos hecho”, al menos dentro lo social en lo que es posible la transformación, para que la naturaleza también no resulte dañada por el cambio climático global, logrado a punte destrucción de la biosfera por el propio capital y la sociedad del consumo y las transnacionales, corporativas, tecnocráticas, inhumanas.
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