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Editorial A despecho de los medios y otros intereses… El movimiento indígena va hacia un nuevo posicionamiento históricoLa movilización protagonizada por la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador CONAIE, la principal organización del movimiento indígena ecuatoriano, el lunes 22 de octubre de 2007, para clausurar simbólicamente al Congreso Nacional y para entregar a los asambleístas y al pueblo ecuatoriano su propuesta integral de Constitución, prueba que el movimiento indígena sigue siendo un actor social y político fundamental en las luchas sociales de la pasada y la presente décadas. Las grandes empresas de la comunicación: la televisión, prensa escrita, algunas radios, entre otras, que son además las grandes derrotadas (pero aún no lo comprenden) de las elecciones del 30 de septiembre, junto a los partidos políticos de la derecha y los grupos de poder económico, se han dedicado (desde siempre) a negar la historia y a minimizar las acciones del movimiento indígena, quizá a partir de su racismo, aunque más bien desde los intereses económicos a los que se encuentran ligados y representan. Según estimaciones de la dirigencia de la CONAIE en la movilización reciente participaron 9.800 delegados de 14 nacionalidades y más de 20 pueblos indígenas, mientras que los medios que cubrieron la marcha y la manifestación en Quito dijeron “generosamente” que fueron “dos mil indios” y la noticia no alcanzó las primeras planas ni los titulares. Pero el problema no es de números porque no les vamos a regatear cifras frente a un pueblo que sabe lo que dicen y lo que son los grandes medios de “comunicación” en este país. A pesar de todo fue sin duda una demostración de fuerza y de presencia orgánica del principal actor social y político del Ecuador, a despecho de fracasados y recurrentes intentos de volverlo invisible o a la “sombra” de tal o cual régimen. Vinieron con una propuesta incluyente, “para todos y todas” no solo para los indios, a clausurar el símbolo de la dominación oligárquica y la corrupción política de estos años (el Congreso Nacional), a decir su palabra y su propuesta para que la nueva Constitución del Ecuador lleve su impronta. Nueva Constitución y Asamblea en la que deben estar presentes más allá de su representación electoral, convertidos en protagonistas y vigilantes de la misma. La movilización del 22 de octubre (que debía realizarse el 12 de octubre, día de celebración de los 515 años de resistencia a la colonización española) significó también la continuidad de las luchas del movimiento indígena y social en contra el ALCA-TLC, las transnacionales petroleras y la OXY, las fumigaciones, el Plan Colombia, la base de Manta, las mineras, las privatizaciones, y a favor de un integración sur americana más allá de los mercados, a favor de la vida y la biodiversidad, a favor de un estado social de justicia más allá de un “estado social de derecho” (que sabemos a quien beneficia y a quienes perjudica), a favor de los derechos colectivos, la identidad y la cultura de los pueblos. Ninguna acción social del movimiento indígena resulta tardía frente a la instalación del poder constituyente, más si se piensa que uno de los más antiguos impulsadores de la iniciativa de Asamblea Constituyente ha sido la CONAIE, que mantuvo a la Asamblea como uno de los temas de su agenda junto a la lucha contra el TLC, la caducidad de la Oxy, objetivos alcanzados y que le proporcionaron un gran capital político y un posicionamiento que se diluyó y fue a parar en otras manos. El ascenso de la lucha del movimiento indígena y social es bienvenida en momentos en que la desaparición de los viejos partidos de la derecha oligárquica dejan un espacio que puede ocuparlo el movimiento por medio de un nuevo proceso de reagrupamiento de las fuerzas sociales que provocaron grandes derrotas a los afanes neoliberales, orientando sus acciones a la construcción de un gran frente social y político que pudiera (próximamente) dar un salto real a la participación electoral, sin los vicios que acusa la denominada “partidocracia” y en un nuevo contexto constitucional que permita afianzar el cambio social. Tomando en cuenta la sabiduría de los nuevos gobiernos democráticos surgidos en América del Sur tras importantes victorias en las urnas, la experiencia histórica ha demostrado que estos no pueden subsistir ni consolidarse sin una fuerza social organizada y con capacidad de convocatoria y movilización. Por esta y otras razones la Asamblea que se instala en Montecristi precisa contar con una amplia representación social indígena y popular más allá de su representación formal. A despecho de los grandes medios de información, de los sectores de la derecha fuera y dentro del gobierno y dentro y fuera del propio movimiento, el movimiento indígena trabaja y continuará trabajando por su re-posicionamiento político en la conciencia social de los pueblos del Ecuador. Por supuesto que dicho proceso de re-posicionamiento implica mucho más que la presencia y la movilización, implican la reflexión, la autocrítica, la propuesta y la protesta cuando las circunstancias lo exijan. Por ahora la movilización de hace pocos días es una experiencia alentadora que deja un buen sabor de boca y dice bien de la acción y el sentido político que persiste y se mantiene el movimiento indígena y social. La CONAIE se ha fijado con otras fuerzas y movimientos sociales un nuevo horizonte de nuevas luchas para influir, incidir y determinar el rumbo de la historia del país, sumando temas y contenidos debatidos y consensuados para que formen parte de la nueva carta política de los ecuatorianos y ecuatorianas. La propuesta de los pueblos insiste en la necesidad de fundar un Estado Plurinacional que privilegie la “redistribución de la riqueza y de los medios de producción”, reinaugure la propiedad comunitaria, aplique sin restricciones la Reforma Agraria Integral para que se reactive la producción y el consumo del mercado interno, que a su vez garantice la seguridad y la soberanía alimentaria, que practique la soberanía popular para que se haga extensiva a una práctica social de soberanía política, económica y cultural, que controle los recursos de la bio-diversidad y la naturaleza sin hacer concesiones al capital transnacional depredador, recuperando también otras formas democráticas de organización social y de acción política como las de las asambleas de vigilancia y fiscalización social y ciudadana. Lo que está en juego para los ecuatorianos y ecuatorianas indígenas y no indígenas es demasiado para ceder o delegar la responsabilidad política e histórica a unos cuantos asambleístas o a un gobierno, al que podemos apoyar críticamente mientras actúe en consecuencia, pero al que podemos demandarlo si pretende burlar la voluntad de un pueblo que voto por las grandes transformaciones sociales. En tal virtud, estamos conminados y comprometidos (sin excusas) a marcar con nuestra intervención el curso y el rumbo de la historia del Ecuador de estos días. La “revolución ciudadana” que nos ofrecen así como el denominado “socialismo del siglo XXI” que nadie sabe que mismo son y cómo lo van a construir corren el peligro de ser procesos huecos y sin contenidos reales sino se incluyen en la discusión de sus alcances y su aplicación a los pueblos. Necesitamos transformaciones reales y no solo de papel (nueva Constitución) porque hay cambios que no necesariamente pasan por ese marco. Transformaciones en el más amplio sentido de la palabra y desde el más amplio protagonismo social y popular. Movilización y resistencia a instancias de la Asamblea Nacional Constituyente que tiene el delicado y trascendente encargo de proyectar un estado social de justicia que incluya a todos y todas en la defensa de la vida, el pan y la alegría. José Luis Bedón Coordinación General: José Luis Bedón Con el Apoyo de Subvencionado por: Dirección: Teléfonos: (593 2) 2900048, 3203715, 3203732 © Los artículos del presente Boletín pueden reproducirse citando la fuente |