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Publicación mensual del Instituto Científico de Culturas Indígenas.
Año 3, No. 25, abril del 2001
Editorial
Banco Mundial y Prodepine: ¿Hacia un neoliberalismo étnico?
El Banco Mundial es parte de las instituciones creadas por los acuerdos de Bretton Woods en 1944, y que redefinieron las
condiciones geopolíticas de poder después del fin de la Segunda Guerra Mundial. La creación del Banco Internacional de
Reconstrucción y de Fomento, BIRF, que conformaría el núcleo de las diversas agencias de desarrollo denominadas luego
como "Banco Mundial" (World Bank), se constituyó como uno de los ejes estratégicos en la formación hegemónica de los
Estados Unidos como potencia dominante en el periodo de posguerra. La otra institución concomitante a esta estrategia es
el Fondo Monetario Internacional, FMI. Ambas organizaciones inscribirían sus roles dentro de las nuevas relaciones de
poder existentes a nivel mundial y heredadas del periodo de posguerra.
La "guerra fría" será el contexto geopolítico que estructure las decisiones, las estrategias, las dinámicas y los procesos más
fundamentales de las dos superpotencias, los Estados Unidos y la Unión Soviética. Para cada una de ellas, el planeta entero
se presentaba como un tablero de ajedrez en el cual las naciones muchas veces eran consideradas como peones que cumplían
un papel dentro de una estrategia más amplia: aquella del poder y la hegemonía mundial.
Dentro de esa lógica, los Estados Unidos van a privilegiar la acción del Banco Mundial como organismo de cobertura
internacional que les permitía una política de asistencia económica sumada a un afán de control político. Su interés va a
evidenciarse con la presencia de Robert McNamara, en la presidencia del Banco Mundial, un hombre que será conocido
también por haber sido Secretario de Defensa de los Estados Unidos.
El Banco Mundial es parte de un orden político mundial en el cual la hegemonía norteamericana se afirma y consolida como
presencia dominante. Es a partir del Banco Mundial, que Estados Unidos despliega una intensa campaña asistencialista y de
ayuda al desarrollo en los países pobres, ayuda destinada a disuadir a estos países de una opción de tipo socialista o diferente
a aquella determinada por Estados Unidos. En América Latina, jugará un rol clave a través del apoyo a la iniciativa conocida
como "Alianza Para el Progreso", iniciativa tomada justamente a raíz del triunfo de la revolución cubana de 1959.
Sin embargo, los tiempos cambian y también las estrategias. La caída del bloque socialista y la consolidación de un orden
"unipolar" con la evidente hegemonía norteamericana, transforman el panorama mundial y obligan a la generación de nuevos
discursos que justifiquen y legitimen esa geopolítica del poder mundial. La caída de los "socialismos reales" coincide con la
redefinición de roles para el FMI y el Banco Mundial a inicios de la década de los noventa, a partir del denominado
"Consenso de Washington", y con la emergencia del fenómeno de integración de mercados a nivel planetario bajo el control
de las corporaciones americanas, europeas y asiáticas, fenómeno conocido como "globalización".
De otra parte y como antecedente, es interesante destacar el rol jugado por ambas instituciones, el FMI y el Banco Mundial,
en la década de los ochenta cuando se produjo la crisis de la deuda externa en América Latina y se impusieron los programas
de ajuste económico. Esta crisis amenazaba directamente a los sectores financieros de los Estados Unidos, y por ende al
modelo de crecimiento americano. Es justamente en esa coyuntura que aparece el FMI como la institución internacional que
gozaba de cierta legitimidad y a partir de la cual podía obligarse a los países latinoamericanos a transferir los costos de la
crisis a su población. Habían empezado las políticas de ajuste económico al tenor de las recomendaciones del FMI y bajo la
mirada atenta del gobierno americano.
Las políticas de ajuste fueron diseñando un nuevo modelo de Estado y de sociedad. Sin embargo, el FMI como institución
creada para ayudar a corregir los desequilibrios económicos del corto plazo, se veía impotente para conducir y provocar
cambios más profundos y más al largo plazo. Estos cambios eran las reformas estructurales al Estado, de tal manera que
aquel Estado que había sido diseñado bajo los esquemas de bienestar y protección social, (el "Estado del Bienestar"), y cuyo
fundamento era la creación de un mercado interno a través de la protección al empleo y a la industria nacional, dé paso a un
nuevo Estado sin ninguna responsabilidad con la sociedad, es lo que los neoliberales denominan el "Estado Mínimo", es
decir, un Estado que deje de preocuparse por garantizar la regulación social y la asignación de recursos al interior de la
sociedad, ahora estas tareas debería hacerlas más bien el mercado.
El FMI, por su mismo diseño institucional, era incapaz de concebir, dirigir, orientar, coordinar, monitorear y financiar esas
reformas estructurales del Estado. Su papel estaba centrado más bien en el corto plazo y en ayudar a corregir los
desequilibrios macroeconómicos. Es precisamente por la necesidad geopolítica de llenar ese espacio vacío que se acude al
Banco Mundial.
En adelante, el Banco Mundial será la institución encargada de consolidar esas reformas estructurales del Estado, que no son
otra cosa que el desmantelamiento del Estado de Bienestar y la consolidación del Estado Mínimo neoliberal. Esta tarea
estratégica coincide en los tiempos históricos con la caída del muro de Berlín y la derrota de la clase obrera, como eje
político de contrapoder a nivel mundial.
La década de los noventa se inaugura con la globalización de la economía, con el Consenso de Washington, y con la caída
del socialismo. En este proceso, el Banco Mundial se constituye como uno de los actores con mayor importancia estratégica
dentro de la definición de la condiciones de poder a nivel mundial y de imposición del nuevo orden económico neoliberal. Su
rol no es solo garantizar la transformación del Estado de Bienestar en Estado mínimo neoliberal, sino en asegurar el
predominio hegemónico de los Estados Unidos como poder mundial hegemónico.
De ahí que el Banco Mundial empiece a generar dinámicas que le son completamente nuevas pero que evidencian ese afán
de copar los espacios existentes dotándoles de los nuevos contenidos de la dominación unipolar. Así por ejemplo, frente a
las críticas hechas desde el medio ambiente y el discurso de la ecología política, el Banco Mundial no tiene problema en
involucrarse en una problemática nueva y articula el concepto de "desarrollo sustentable" (sustanaible development), a sus
coordenadas de liberalización, desregulación, privatización. Frente a las demandas de los pueblos indígenas, no tiene
problemas en generar el discurso del "etnodesarrollo". Frente al crecimiento de la pobreza que provocan los programas de
ajuste económico, no tiene ninguna duda en financiar programas que parecen criticarlo, como es el caso del foro SAPRI,
pero que a la larga terminarán por legitimarlo.
De los tradicionales contenidos de la ayuda a proyectos de desarrollo para países pobres, el Banco Mundial genera nuevas
iniciativas que comprenden dinámicas novedosas y aparentemente fuera de los propósitos para los cuales fue creado. Ahora
financia estudios e iniciativas en contra de la corrupción, programas de ayuda a pueblos indígenas, reformas a los sistemas
legales, modernización de los sistemas de procedimientos del régimen parlamentario, etc.
En el caso del Ecuador, el Banco Mundial tiene una presencia cada vez mayor en una diversidad de sectores y con una
pluralidad de actores, con la particularidad de que es en Ecuador justamente el país en el cual el Banco Mundial tiene su
proyecto estrella con los pueblos indígenas: el "Proyecto de Desarrollo para los Pueblos Indígenas y Negros del Ecuador",
denominado "Prodepine". Es una contradicción y una paradoja de la historia el hecho de que el Banco Mundial trabaje ahora
con los indios del Ecuador, tomando en cuenta que en 1994, fue el Banco Mundial la institución que más presionó
políticamente por la modernización del sector agrario a través de la Ley Agraria del gobierno de Sixto Durán Ballén (1992-1996). Una Ley que apuntaba a la destrucción de las comunidades indígenas, a la conformación de un mercado de tierras
bajo parámetros de competencia, desregulación y liberalización capitalista. Un proyecto de Ley, cabe recordar, que habría
de desencadenar el segundo levantamiento indígena de la década.
Empero de ello, la visión del Banco Mundial se revela como estratégica. El hecho de haber conceptualizado un proyecto
específico para los pueblos indígenas del Ecuador, da cuenta de que dentro de los cálculos políticos del Banco Mundial, los
indios del Ecuador, con sus estructuras organizativas y políticas, pueden convertirse en el obstáculo más serio para sus
políticas de liberalización, desregulación y privatización. Una visión que los acontecimientos actuales la confirman como
correcta. De ahí el énfasis puesto por el Banco Mundial en el proyecto "Prodepine". De ahí la importancia geoestratégica de
este proyecto de desarrollo.
Creado en 1997 e implementado efectivamente desde 1998, este proyecto "Prodepine", se ha ido consolidando al interior de
las estructuras organizativas del movimiento indígena ecuatoriano, como uno de sus peligros más amenazantes. Este
proyecto replica los objetivos estratégicos del Banco Mundial, al interior de la lógica de uno de los actores más importantes
del momento actual, el movimiento indígena. La dinámica que genera este proyecto se enmarca dentro de los parámetros del
asistencialismo y el desarrollismo, así como de la generación de estructuras tecno-burocráticas que se consolidan como
estructuras de poder al interior del movimiento indígena ecuatoriano. Reclutando técnicos que provienen del mismo
movimiento indígena, y dotándoles de capacidad de gestión y negociación, este proyecto se convierte en una correa de
transmisión entre el Banco Mundial y su proyecto neoliberal, y los pueblos indios del Ecuador.
La enorme cantidad de recursos que posee esta institución la convierten en una amenaza permanente para el movimiento
indígena ecuatoriano. La visión modernizante y apegada a los parámetros neoliberales de la cual son portadores los tecno-burócratas de esta institución se convierten en un riesgo cotidiano para el proyecto político de las organizaciones indígenas y
en una fuente de conflictos permanente. Pero, no se trata del choque entre dos visiones distintas de la realidad, sino de la
confrontación entre dos proyectos históricos distintos. Para el Banco Mundial se trata de legitimar su propuesta de
liberalización, desregulación y privatización, una legitimación que pasa por el reconocimiento nacional e internacional de su
ayuda al desarrollo y en contra de la pobreza. Gracias a este doble juego, el Banco Mundial ha logrado neutralizar la
oposición política de los indios en contra suya, al mismo tiempo que compromete mayores esfuerzos en la reforma
estructural de carácter neoliberal del Estado Ecuatoriano.
El Banco Mundial actúa como uno de los lados de la tenaza, el otro es el FMI, para cerrar el paso a cualquier tipo de
alternativa al proyecto neoliberal. Su carácter estratégico de actuar con una pluralidad de actores le otorgan mucha
legitimidad, y el hecho de haber inaugurado un proyecto específico para los indios, le genera un marco de acción política de
enorme importancia dentro de sus cálculos estratégicos. Gracias a este proyecto puede tener un monitoreo permanente de la
capacidad política y organizativa de las principales estructuras del movimiento indígena ecuatoriano.
Es sintomático el hecho de que este proyecto esté totalmente desligado del control político de estas estructuras
organizativas del movimiento indígena. Es también bastante revelador que este proyecto financie a las estructuras
organizativas del movimiento indígena, pero no les permita ninguna capacidad de decisión de sus marcos teóricos y
epistemológicos de acción. Una práctica que releva del clientelismo pero que aparece como políticamente útil cuando los
indígenas cuestionan al modelo neoliberal pero sin hacer ninguna referencia al Banco Mundial y a su papel estratégico dentro
de la imposición de este modelo.
Cuando los indígenas realizaron su más reciente levantamiento, en febrero de 2001, fueron cercados por la policía y el
ejército ecuatorianos en la Universidad Politécnica Salesiana. La Cruz Roja Internacional, la UNICEF, las Naciones Unidas,
entre otras instituciones, intercedieron para que el gobierno del Ecuador rompa el cerco y permita al menos el paso de
alimentos, medicinas y vituallas a las más de quince mil personas que estaban cercadas. La población de la ciudad de Quito
se movilizó para atender a los pueblos indígenas que marcharon hacia la capital y que estaban ahora siendo cercados por el
gobierno. En esas circunstancias, cuando los pueblos indígenas necesitaban más que nunca apoyo para su lucha, el Proyecto
"Prodepine" jamás gastó un solo centavo en ayudar a sus hermanos indígenas, ni tampoco hizo ningún pronunciamiento a su
favor, ni buscó la forma de ayudar a las víctimas de la represión. Un silencio que a más de cómplice es bastante revelador de
las motivaciones que subyacen tanto al proyecto como a sus tecno-burócratas, y que evidencian de su real práctica política.
En efecto, desde su implementación en 1998, este proyecto ha estado totalmente al margen de los principales
acontecimientos políticos que han cambiado profundamente al Ecuador y de los cuales los indios han sido sus protagonistas
principales. Así por ejemplo, no jugaron ningún papel, ni siquiera simbólico, en la Asamblea Constituyente de 1998, no
tuvieron ninguna participación en los levantamientos de 1999; en el 2000 apoyaron al gobierno de Mahuad, cuando se
produjo el levantamiento que a la postre derrocaría a este presidente. Tampoco tuvieron ninguna presencia en las elecciones
seccionales de mayo de ese año, y no han apoyado a los poderes locales que el movimiento indígena ganó en estas
elecciones. En el 2001, tampoco apoyaron al levantamiento de febrero de 2001, ni al proceso de "Mesas de Diálogo" que se
generaron a partir de este levantamiento. Sin embargo, desde 1998, han sido un punto de conflicto que imposibilitó la unión
estratégica de las principales organizaciones indígenas nacionales, hasta febrero de 2001.
Pero este proyecto "Prodepine", parece estar atravesando un momento de transformación cualitativa en los tiempos
recientes, cuando ha empezado a hacer funcionar sus redes clientelares en función de su requerimientos específicos. Es el
caso de su más reciente actuación en el Congreso de la organización provincial indígena de Cotopaxi, el MICC. Aquí se
evidencia un rol más protagónico y militante. Del perfil bajo que tuvo en sus primeros años, ahora el proyecto "Prodepine",
parece sentirse lo suficientemente fuerte para incidir e interferir en las estructuras organizativas del movimiento indígena
ecuatoriano. Una incidencia que no apunta a fortalecer o a consolidar estas estructuras sino más bien todo lo contrario,
busca debilitarlas e incluso dividirlas.
En ese sentido, este proyecto "Prodepine" coincide con los objetivos del gobierno de debilitar al movimiento indígena en
momentos en los que las "Mesas de Diálogo" parecen agotarse políticamente, y en los que el modelo neoliberal no logra
consolidarse. Los tiempos políticos venideros son de enorme importancia estratégica. Son tiempos electorales que van a
cambiar la correlación de fuerzas en el escenario político nacional. Son momentos que ameritan consolidar los espacios
ganados por el movimiento indígena y articular una posición de poder desde el movimiento indígena que quiera ser
alternativo, viable y factible para el país. En esta coyuntura el proyecto "Prodepine" va a jugar un rol estratégico, tratando
de dividir, atomizar y debilitar el proyecto político del movimiento indígena ecuatoriano. Es importante entonces, que se
tenga una percepción clara de los roles que asumen las instituciones vinculadas al movimiento indígena, al mismo tiempo que
se adopten decisiones que sean coherentes con el proyecto político del movimiento indígena, de los movimientos sociales y
del pueblo.
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