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El levantamiento indígena de enero del 2001: Interpretación desde los DDHH y Perspectivas Prólogo a pintar en la pared frontal del palacio de Gobierno: "Tod@s somos iguales... La rebelión tiene un contexto: La desobediencia de Latinoamérica. Los sucesos nacionales, lejos de ser una excepción, estarían confirmando una regla. A nuestro criterio, dos elementos han hecho crisis en América Latina y sus consecuencias derivan en un creciente malestar social, incluso en la privatizada Argentina, cuyas élites creían ganado, en vano, su ególatra lugar en el llamado "primer mundo": Por un lado, ha hecho crisis el modelo político de democracia, eufemísticamente llamada democracia formal o representativa. Y, por otro, ha hecho crisis el modelo económico de ajuste estructural. A lo largo y ancho del continente, rebeliones parecidas o distintas a la que los indígenas ecuatorianos rubricaron en la historia contemporánea del país, vienen emergiendo, a costa del agotamiento del modelo económico y político imperante. En Bolivia, los indígenas y campesinos cocaleros del Alto Chapare sitiaron La Paz y, casi casi, tienen su 21 de Enero, cuando se pudo conocer que varios oficiales desobedecieron las órdenes de disparar a matar dada por el antiguo dictador, y hoy presidente constitucional, Hugo Banzer. El norte y sur de la Argentina, empobrecidos y excluidos por el crecimiento de Buenos Aires y los banqueros y elites criollas, pasan la factura al neoliberalismo menemista del futuro marido de la modelo Cecilia Bolocco, en tanto que el Departamento de Estado, preocupado, prefigura ayudas financieras urgentes antes que un estallido social de imprevisibles consecuencias arrase con las convertibles élites del país. En Perú, poco después del levantamiento indígena ecuatoriano del 21 de Enero del 2000, se hacía trizas el modelo político fujimorista, durante una década aplaudido sin rubor por Washington y las élites latinoamericanas, en tanto que el modelo económico tuvo una consecuencia inesperada para el sistema, al despertar muchedumbres empobrecidas y sindicatos contra los cuales el neoliberalismo a ultranza había decretado su presunta aniquilación. En México terminó la dictadura perpetua del PRI y una bella marcha indígena desde Chiapas al D.F. anuncia el otro México que las elites no pueden excluir en su supuesto "camino al progreso" vía ALCA. En Venezuela la corrupción del modelo bipartidista y la pobreza generada en 20 años determinó la emergencia política y social de la actual República Bolivariana, y en el gigante Brasil -por enésima vez- las encuestas anuncian el potencial triunfo de las izquierdas. Ese macro escenario político, económico y social americano, del que Ecuador no está aislado, sino que más bien se ha convertido en probable modelo de futuras rebeliones sociales del continente, es el que, casa adentro, aquí, ha determinado, junto a condiciones específicas nacionales, el insurgir como actor político y social de primer orden, del movimiento indígena que, para muchos analistas, es el más poderoso de toda la América Latina. La estatura de la crisis ecuatoriana, como antecedente de la actual rebelión: En Ecuador 20 años de insufrible democracia elitista y de economía especulativa parasitaria; dos décadas de insoportable mediocridad de arrogantes clanes políticos y de ajustes estructurales implacables y nada novedosos, lo que han logrado, entre otras cosas, es la consolidación de un poderoso movimiento social de los excluidos cuya columna vertebral, de la sociedad civil ecuatoriana en general, son los pueblos indígenas, los má s pobres de entre los pobres, los más discriminados de entre los discriminados, los más excluidos de entre los excluidos. ¡Pero cómo las elites no podían darse cuenta del vendaval que se venía!, si en un año, apenas un año, el Ecuador retrocedió cien, un siglo, en materia social, según datos no de los opositores al régimen, sino del Informe anual -con título paradójico-: "Ajuste con rostro humano", de la UNICEF. Entre 1999 y 2000, es decir bajo el reinado ególatra del profesor de Harvard, 1.500 niños se hicieron pobres cada 24 horas, de los cuales un inmenso porcentaje eran indígenas, en tanto que alegre e impunemente, se daba paso al salvataje bancario, algunos de cuyos responsables se deben seguir buscando en Carondelet. Según instituciones y ONGs internacionales, entre ellas PNUD, Transparencia Internacional, UNICEF y Centro de Derechos Económicos y Sociales, el Ecuador ocupa, por fin, varios primeros lugares: el primer sitial en índices de corrupción mundial, el primer lugar en tasa inflacionaria en todo el continente, el primer puesto en concentración inequitativa del ingreso (léase concentración de la riqueza en pocas manos), el primer lugar en muertes infantiles por enfermedades curables, cuya mayoría se suceden en el campo. Cada 24 horas, 25 niños fallecían por enfermedades curables en el Ecuador (hoy es que son, según el Ministerio de Bienestar Social, apenas 21). Si sumamos por 365 días -un año- aquella cifra, las muertes vergonzosamente silenciosas de niños pobres en el Ecuador, superaron en 1999 la cifra de muertes ocurridas en América Latina por obra de los escuadrones de la muerte. Esto es, que todos los muertos por violencia política provocada por los paras del continente, no lograron superar la cifra de la callada tragedia socio-infantil ecuatoriana. Ecuador ocupó el tercer lugar entre los países con el más bajo salario en el continente, y conste que nos dolarizaron los precios. Ese es, apenas, un muestreo resumido del país en el que las rebeliones sociales y, particularmente indígenas, son casi una constante desde 1997 hasta hoy. ¿Y es que alguien se imaginaba que los excluidos se pusieran a aplaudir su suerte en este país, o que "el fin de la mitológica lucha de clases" realmente llegaba a su fin? El otro país que nunca vieron las elites: Desde los noventa el movimiento indígena se empieza a vertebrar y consolidar como una fuerza social y política autónoma, propia y vigorosa. Acostumbrados a ver indios a través de postales o reportajes turísticos inofensivos, y mediante las llorosas historias de Montalvo y Jorge Icaza, las élites políticas y económicas, ni siquiera repararon en la dimensión y gravedad de las crisis que habían provocado impune, sistemáticamente, dos décadas perdidas. En ambas décadas perdidas otros grupos sociales fueron perdiendo protagonismo político y fuerza social, como los sindicatos y los estudiantes por ejemplo, pero los indígenas ganaron: en organización silenciosa, en acumulación de poder local, en visión de futuro, en proyección histórica y estratégica, cuyos máximos momentos de protagonismo, por ahora, fueron el 21 de Enero del pasado año y el febrero del presente. De tal suerte que el 5 de febrero de 1997, fecha en la que una insurrección masiva y pacífica del pueblo ecuatoriano derroca a Abdalá Bucaram, marca un primer hito en la reciente historia del país, pero el 21 de Enero y este nuevo Enero también: estemos o no de acuerdo con las formas, los métodos, los fines y las estrategias usadas, ambas fechas son el corolario de la postergación social ecuatoriana que dice "¡basta!", y el símbolo de una inacabada, todavía, rebelión estructural que intenta superar los agotados sistemas políticos, sociales y económicos del país. "Nunca nos entendieron" Esta es quizás, la frase indígena que más recuerdo del estallido social de enero del 2000. La pronunció el presidente de la CONAIE, Antonio Vargas, desde el balcón de Carondelet ante un grupo de periodistas. Nunca los entendieron... nunca los entendimos. El indio estaba bien para el pastoreo y la labor agrícola, para ganar uno que otro puesto de diputación que hiciera "más diverso" el inviable y desgastado poder legislativo. El indio estaba bien siempre y cuando estuviera callado, dedicado a sus tareas en los altos de la serranía o los abismos de la amazonia, o en las calles ambulantes de Guayaquil. Pero cuando insurge como actor social y político de primer orden, las más contrastantes y extrañas tesis, sociológicamente absurdas, unas; "políticamente correctas", otras; abiertamente racistas las más, aparecen en el escenario público... Es el Otro. Por tanto, el ajeno. El que no entiende la cosa pública. El politizado. El manipulado. El subversivo. El desestabilizador. El desechable. El comportamiento del gobierno actual no cambia el fondo de su análisis, tan igual o peor que el anterior, o que los últimos seis gobiernos de democracia representativa. Y en cuanto a la forma, el actual consolida peligrosamente un modelo autoritario, porque lo que desconoce, ataca, porque lo que no sabe, denigra. Por ello los fallidos y costosos spots del Sr. Vivas, o el calificativo de "subversivos" del Sr. Manrique; por ello la "mano dura", tan al gusto de la idiosincrasia urbana criolla, que en su psiquis profunda (¿el ethos cultural de las elites?), con esos llamados, quizás añora los buenos tiempos vividos entre 1984 a 1988 o, más todavía, los nostálgicos momentos del Ecuador del siglo XIX, que castigaba opositores a latigazos en la plaza pública o aniquilaba a bala los insurgires de los Daquilemas y del "indio" Alfaro. Por eso el "análisis profundo" de quienes motejan a los indígenas, como razón de Estado o sinrazón de elite, de "minorías". Si ellos son minoría, cabe preguntarse, entonces, quién es mayoría o minoría en este país: o 3, o 4, o 5 millones de indígenas que no cuentan en un país de apenas 12; o el hermano del presidente de facto y el puñado de miembros del Directorio del CONAM que, reunidos la misma semana del levantamiento indio, con 2 mayoritarios representantes del FMI, elaboraban el segundo tramo de la "carta de intención". Es decir, unas 10 respetabilísimas personas, decidiendo el destino económico de 12 millones, a las espaldas de esos 12 millones de ciudadanos. ¿Quién es la minoría, señor Gobierno? La peligrosa polarización del Ecuador actual: "No hay una patria, sino dos que están en guerra", escribía un poeta fracasado cuyo nombre no recuerdo. El 3 de febrero, día en que arreció en las comunidades indígenas de Chimborazo y Cotopaxi la represión militar con el uso indiscriminado de la fuerza, el mismo diario que publicaba tal nota, daba a conocer también, en la página social, un cumpleaños de familia de abolengo, ac, en Guayaquil, donde "no pasaba nada" durante aquellas intensas semanas. Creo que la nota, por contraste con la crónica de lo vivido en las comunidades indígenas empobrecidas, daba cuenta de los dos Ecuador que la crisis ha parido:
Sin comentarios. Baste preguntar solamente si no hay dos Ecuador en el Ecuador, que empiezan a polarizar, incluso, sus estilos de vida y estéticas contrapuestas. De perdedores y ganadores... De fortalezas y debilidades: Claro que todo un país pierde en un conflicto agudizado. Lo que llama la atención es la acrítica emisión de algunos medios televisivos que ya nos habían dejado algunas lecciones la tarde del 21 de Enero pasado, cuando por coincidencia subliminal o azar voluntario, mientras los indios ecuatorianos por vez primera entraban, a su manera, al palacio de las grandes decisiones donde siempre habían estado ausentes, un canal emitió "La venganza del planeta de los simios". Estas semanas, en cambio, se dijo y con toda razón tal vez, que muchos empresarios estaban a punto de sufrir grandes pérdidas, especialmente los vinculados al negocio de las rosas y flores por el día de San Valentín. Un periodista de televisión, casi implorando porque se imponga el Orden, decía: "¡dos millones de dólares diarios pierden los floricultores por causa del levantamiento!". Todas las miradas del reproche oficial se dirigían a los indios. Nos hubiera gustado que ese o algún periodista, interpretando ese hecho en sí , se preguntara si tanto es lo que gana un empresario vinculado al negocio de las rosas y flores -dos millones de dólares diarios como lo dijo (creo que exageraba la cifra para ver si los indios se condolían de las pérdidas de "los amos")- qué tipo de país es este, donde una sola persona puede ganar dos millones de dólares en tanto que un 35% de la población debe contentarse con menos de 2 dólares diarios de ingreso como promedio. Los perdedores políticos del reciente levantamiento, aunque no se lo quiera admitir, son los sectores económicos, sociales y partidarios que propugnaron la "mano dura", porque el país mayoritariamente clamó y exigió el diálogo. El primer perdedor es el Sr. "Bellsouth" Vivas, que en pleno levantamiento, sin explicaciones suficientes que jams se darán, abandonó Carondelet. De nada les sirvió su desatinada política de prensa, que logró definir a la mayoría de mass media por una salida dialogal y no de fuerza. Y perdedores resultaron (y las consecuencias de sus actos se medirán en los próximos meses o quizás semanas) los ministros de Gobierno y de Defensa Nacional, que no entendieron que el Ecuador profundo no admite, nunca más, el imperio de la represión indiscriminada y las manos duras. Pero creo que si hay un perdedor elocuentemente invisible, es el Fondo Monetario Internacional, que no ha entendido, aún hoy, absolutamente nada de lo que ocurre en el Ecuador. Hay, en la otra orilla, varios perdedores: los movimientos sociales urbanos que no movilizaron a nadie o sólo a las dirigencias; algunos irresponsables, o ciegos, que creyeron que había llegado la hora de "tomar el poder". Y, por supuesto, otros sectores sociales y políticos amigos, pero dogmáticos y sectarios con los indios, que convocaron a un paralítico paro a destiempo, cuando ya se había concretado un acuerdo entre "los dos presidentes" al decir del periodista Félix Narváez, mientras que las semanas de levantamiento no lograron vertebrar movilizaciones sustanciales de sus propias bases. Pero si hay un perdedor profundo, a largo plazo, en el imaginario social, es el racismo, ese que permitió, como lo suscribe otro periodista, Francisco Herrera, en su libro "Los golpes del poder al aire", que un diputado nacional el pasado 20 de Enero del 2000 exclamara ante lo inevitable: "mire, en Quito los indios se soportan solo en los cuadros de la sala". Encuentro una debilidad en el movimiento actual: su falta de inserción y sintonía en la Costa y, sobre todo, Guayaquil. Serán improbables cualquier modelo de cambio o estrategia de acción futura, que no revisen de manera autocrítica y amplia esas ausencias, vacíos y falta de respuesta estratégica a la Costa ecuatoriana y a la ciudad ms poblada del país. Salvadas las distancias, sentimos que ese vacío es tan elocuente como si un movimiento político-social-cultural de nuevo tipo en los EEUU, obviara a Nueva York, haciendo peso solamente en Washington y las calles de San Francisco. Creo que sobre todo los indígenas ecuatorianos pueden acercar a los diversos, a los distintos, incluso a los contrarios: las capas humildes y medias de Guayaquil, por ejemplo, podrían converger en un proyecto de país vertebrado consensualmente, con mayor facilidad que muchos hacendados serranos que miran al indio como si todavía estuviéramos en el siglo XVI. De forma inocentemente obvia, sin mala intención por supuesto, el Vicepresidente actual evidenció ese mal nacional: "Han tenido ideas", reprodujeron algunos noticieros, de su perorata autocrítica y asombrada de los indios, cuando culminaron las arduas negociaciones el 7 de febrero. Pero apoyamos aquella tesis que expresa que, sobre todo la CONAIE, y todas las organizaciones indígenas en general, tienen una suprema debilidad: nosotros y nosotras, "sociedad civil", actores urbanos inexistentes, desmovilizados, sin propuestas de país y de articulación histórica con los cambios necesarios que no pueden posponerse una década más. Los ganadores son los indios: primero porque el último levantamiento une, por primera vez, a los distintos movimientos indígenas del país; segundo, la CONAIE, que vuelve a posicionarse como la columna vertebral de la sociedad civil ecuatoriana, a pesar de sus dos últimos errores: el levantamiento fallido de fines del año pasado y la errada estrategia para la campaña por la consulta popular; tercero, gana Antonio Vargas, cuya detención y posterior fotografía mano a mano con el Presidente Noboa el día del acuerdo, lo catapultó el día de su liberación como una víctima social y líder indiscutible del levantamiento. Creemos que hay otro ganador moral y es el sacerdocio salesiano del país, y más concretamente el que dirige la Universidad Politécnica Salesiana, que entendió por encima de la mezquindad política típica de algunos ecuatorianos, que ellos se deben a la opción preferencial por los pobres y no a la mesa de los grandes señores. Emergieron, de igual manera, nuevas voces desde los indígenas, una de las cuales, precisamente esta noche presente aquí, en Guayaquil, merece todo nuestro cariñoso respeto por su madurez y espíritu patriótico: el alcalde de Cotacachi y miembro de la comisión mediadora entre el gobierno y los indígenas, Auki Tituaña. También sostenemos que hay un valor que aparece como fortaleza invisible al final de esta jornada: la tiernamente grande capacidad de solidaridad de nuestro pueblo. Del pueblo ecuatoriano en general y del pueblo de Quito en particular. Y, por supuesto, gana el pueblo llano, que más allá de los decidores centavos disminuidos en el precio del tanque de gas o el congelamiento de las gasolinas y el fin de las cocinas de kerosene, gana puntos en su autoestima, en adquirir conciencia de lo que puede lograr, si pelea. En definitiva, hablamos de todo un movimiento social, no lineal, que encuentra su espacio en una curvatura ascendente de protagonismo político que deben, obligatoriamente, entender las elites: Desde el 5 de febrero, en que se produjo una rebelión secuestrada por la partidocracia, hay un pueblo indócil que, participando activa o pasivamente, como actor, televidente o radioescucha, hace del movimiento indígena la esperanza de sus frustradas aspiraciones y el escudo de sus dignidades dispersas. Gana el país profundo, ese que no se entiende aún, el que resuelve sus conflictos por la vía de la resolución negociada o dialogal y no por la vía de la violencia armada y la represión. LOS PROBABLES ESCENARIOS: Si las mesas de diálogo son, a través de la confrontación pacífica de las tesis y del consenso participativo, el mecanismo para evitar un estallido social de distinta marca y consecuencias no previstas, bienvenidas sean. Si las mesas de diálogo logran articular una propuesta nacional, más allá del gobierno y los propios indígenas, de resolución de las postergaciones históricas y las demandas locales, regionales y globales, en hora buena. Si las mesas de diálogo, en las que -según conozco- la dirigencia indígena desea incluir a todos los sectores del país, configuran una "metodología social" de democratización de las grandes decisiones macroeconómicas y macropolíticas, podríamos augurar un país distinto, no el que cada quien desearía, que resulta inviable, sino el que todos y todas podríamos tratar de configurar. Para las elites, se trata de una inversión a corto, mediano y largo plazo. Si los grupos de poder político y económico juntan inteligencia y sensibilidad, esas mesas y, sobre todo, sus resultados, permitirían descongestionar las válvulas de escape que el sistema mismo se ha encargado de taponar en esta olla de presión llamada Ecuador. Se trata de invertir política y éticamente para el futuro. Deben dejarse de lado los prejuicios políticos y sociales, arrastrados desde la guerra fría. No he escuchado a un solo dirigente indígena serio, decir que buscan eliminar la propiedad privada, o desaparecer la economía de libre empresa, o decretar el comunismo del siglo XXI, o reconquistar el comunismo primitivo, o etiquetar con cualquier "ismo" su esperanza. No quieren eso. Quieren que el sistema deje de excluir, que -garantizando eficiencia- no olvide la solidaridad. Y eso no es "comunismo", ni aquí ni en ninguna parte. Se llama justicia, democracia y libertad. Pero se trata de ser desprendidos en ambos lados, pues al fin y al cabo toda negociación politica es la continuación de la guerra por otros medios. Por ello creo que la actual dirigencia tiene una responsabilidad enorme: abrir sus espacios a otros sectores de la sociedad civil y del país, a todas las regiones, provincias y componentes sociales de la nación, para evitar, por un lado, su aislamiento social y político; pero, por otro lado, para evitar la radicalización suicida de algunos sectores internos hacia un discurso etnocentrista que legitime, a posteriori, una guerra frente a la cual, el experimento senderista de Ayacucho resulte un juego de niños. Los indígenas han probado madurez: por un parte, efectivizaron la línea del diálogo en los momentos en que más temíamos una masacre, cuando admitieron la palabra revisión por derogatoria de las medidas gubernamentales, y eso no es un problema semntico ni un juego de palabras, sino un mensaje profundo de alerta política a los halcones de Carondelet y de la sociedad civil. Por otra parte, los indios ecuatorianos hicieron suyo el apotegma zapatista "para todos, todo, para nosotros nada", al poner primero al resto de la sociedad en la agenda de demandas, diálogo y debate, y ponerse ellos al último. Eso no lo haría ningún diputado que busca ser reelegido. Pero, ante todo, estamos prevenidos y a la expectativa de la conducta y actitudes del gobierno. No sé si ha empezado mal, pero particularmente creo que no es buena señal el anuncio de la creación de una "Oficina de asuntos étnicos de la Presidencia de la República" con rango ministerial. Conste que lo trató de hacer Bucaram y fracasó. Conste que lo intentó Mahuad y fracasó. No son los donativos de palas, ni el colgamiento de perros ensangrentados en los parques de Quito, ni los decretos de la felicidad y la paz étnico-ministerial, los elementos adecuados para generar una resolución nacional del Ecuador de hoy, resolución que exige generosidad, desprendimiento y mucha inteligencia y visión histórica por parte del poder. Si las elites no democratizan el modelo político, si no humanizan el modelo económico y si no amplían el modelo social, los perdedores seremos todos, pero sobre todo ellos. Lo perderán todo, cuando podrían incluso evitarlo, si abren con justicia, de una vez por todas, el grifo social que hoy concentra las riquezas en pocas manos. El diálogo debe ser paciente, muy paciente. Por un lado, tendremos a los delegados de un pueblo sabio que ha tenido una paciencia de cinco siglos para no morir y levantarse, por fin y para siempre; y, por otro lado, tendremos a los delegados de poderes elitistas que han perpetuado su mando durante casi dos siglos de historia republicana. Y, claro, tendremos un gobierno que no cumple dos años en el ejercicio del poder, y que teme, pero olvida pronto, las lecciones de los eneros y febreros ecuatorianos. Los desafíos en la defensa de los DDHH: Nunca habíamos visto cercos alimentarios y de medicinas a una población sitiada. Pocas veces habíamos visto aires abiertamente autoritarios en la Fuerza Pública, tal como los evidenciados en los comunicados del Comando Conjunto y en las declaraciones de los ministros del Estado de Emergencia. Ya extrañábamos los viejos tiempos, lo vivido en los ochenta, y esta vez volvimos a constatar la inusitada ferocidad individual de los policías de elite en el cerco a la Universidad Salesiana. Volvimos a padecer el espionaje telefónico, y -por vez primera- el bloqueo a los sistemas telefónicos de las fraternas Universidad Salesiana y Coordinadora Política de Mujeres, y en nuestra APDH. "A los tiempos" los dirigentes indios, sociales, militares retirados y activistas de DDHH, volvimos a ser seguidos por vehículos sin placas y a mirar, parados en las esquinas de nuestras oficinas y casas, a los buenos muchachos de la Seguridad Política y la Inteligencia Militar. Pero quizs por vez primera, desde el retorno democrático de 1978, o desde la primera guerra sucia vivida en los Ochenta, soldados disparan a matar a la gente de su mismo pueblo. Sin embargo, en la práctica, el Estado de Emergencia fue superado por la movilización indígena y no se me irá nunca del recuerdo, aquella escena que miramos la noche en que, azorados e intranquilos, mestizos de algunas agrupaciones sociales y de DDHH nos juntamos apurados en la Salesiana, minutos después de decretada la Emergencia, para resistir y cuestionar lo que se temía de un rato a otro: el desalojo de la plebe. No pude sino sonreír, pensando de inmediato en García Márquez y en la sabiduría ancestral de nuestros pueblos, al ver una inmensa muchedumbre indígena que recibía el Estado de Emergencia, bailando en masa, con disco móvil incluido, y moviéndose al son de las canciones de la Sharon. La epidemiología autoritaria y el cuadro clínico de la represión vistos esos días, no pueden quedar impunes. Hasta por higiene del mismo sistema. Desafortunadamente, la misma tarde y posteriores días en que se firmó el acuerdo entre los indígenas y el Gobierno, continuaban las razzias y allanamientos en busca de indios o para desarticular supuestos planes de desestabilización subversiva en las ciudades de Quito y Tena. En la capital, esa misma tarde, se llegó al colmo de profanar una iglesia y los aposentos de un obispo, "buscando indios y armas", como citó el oficial responsable, y en la casa de un militar retirado, más de diez soldados de elite cubiertos con pasamontañas sacaron a rastras, delante de su hijo de 6 años, a un oficial inculpado de sedición no comprobada. Los quehaceres ante estos detalles represivos, empezaron a concretarse: el gobierno ha sido demand ado en los organismos internacionales y a fines de año, seguramente, miraremos los resultados en las cortes, tribunales y organismos de América y el mundo. Final: en San Valentín, una frase de amor... La más bella frase de amor que recuerdo (cuestión de gustos) es la que Goethe estampó en el Fausto y que Silvia Kristel le diera hermosa corporeidad en mi nostálgica "Emanuelle": "Detente instante, eres tan bello." Sí. Ése es el mensaje de amor final que les declaramos a los indígenas ecuatorianos, a su desobediencia ejemplar y a la permanente insurgencia pacífica de los pobres del Ecuador: con ustedes y todos los seres humanos, siempre. De gustos y preferencias... Con el fin de que no quede duda acerca de la ideología que profesa el autor, paso a citar algunas referencias gustativas finales: Prefiero a la guía Nataly llevándome de la mano por la Plaza Roja, que a Stalin y Beria llevándome a rastras hacia Siberia. Prefiero a Evtushenko que a Breshnév. A Kafka que al sombrío socialismo de la Europa del Este. Las películas de Bruce Lee que al horror real de Pol Pot. A Teresa de Calcuta que al directorio del Banco Mundial. a Marilyn Monroe (toda la vida) y no a Bush I y Bush II. A los Beatles y no a Margareth Thatcher, a Monseñor Alberto Luna Tobar y Francisco de Asís, que al Vaticano, a Marx antes que a Lenin, y a Bakunin un poquito más que al viejo Marx, a Marcos y no a Fox, a Vargas Llosa (el escritor) y César Vallejo, y no a Fujimori y Montesinos, a Violeta Parra y no a Pinochet, a los indios de verdad que a los indios de los cuadros que decoran las casas de las clases pudie ntes y las pésimas copias que decoran las casas de las clases medias, a Louis Amstrong y no al General Collin Powell, a James Dean que a Kissinger, y a Henry Miller que a Bill Gates, a Mafalda antes que a la junta militar argentina y a nuestro Julio Jaramillo, antes que a algunos "amigos invisibles"... Glosario de nombres y ecuatorianismos: Mons Alberto Luna Tobar, ex-arzobispo de Cuenca. Sacerdote comprometido con los pobres del país, abanderó la lucha y oposición en esa ciudad contra los gobiernos de León Febres Cordero, Abdalá Bucaram y Jamil Mahuad. Símbolo de la dignidad humana y de la corriente de la iglesia católica comprometida con su pueblo. Juan Montalvo y Jorge Icaza: escritores ecuatorianos. Del siglo XIX el primero, autor intelectual del único tiranicidio exitosamente realizado en el Ecuador. Su famosa frase de llamamiento a la rebeldía juvenil, es un reconocido eslogan subversivo de esa y cualquier otra época. El segundo, Jorge Icaza, es el autor de una de las primeras novelas indigenistas del siglo XX, "Huasipungo", libro de lectura obligada en los colegios fiscales y de obligatoria presencia "snob" en los estantes y bibliotecas de los patrones del país. Julio Jaramillo: Es una ofensa para nosotros que Ud. no lo conozca. Si no lo ha escuchado cantar jamás "Nuestro Juramento", entonces usted no conoce el Ecuador de ayer, hoy y siempre. Palacio de Carondelet: el Palacio de Gobierno nativo. Algo así como la White House criolla, pero sin la Mónica Lewinsky. "Amigos invisibles": relación irónica del autor de la ponencia, a los conductores de noticieros de televisión, radio y prensa de Guayaquil, vinculados a la banca corrupta. "Buenas noches, amigos invisibles", es la famosa frase que cada noche dice un famoso conductor de televisión de un famoso canal vinculado a la famosa banca y ultraderecha ecuatoriana. El profesor de Harvard: Dr. Jamil Mahuad, Presidente del Ecuador... hasta el 21 de Enero pasado. Ex-becario y actual profesor honorífico de la prestigiosa Universidad de Harvard, donde, para honor y gloria del Alma Mater americana, el Gral. Efraín Ríos Montt, dictador de Guatemala, también fue becario años atrás. Sr. Vivas y Sr. Manrique: Juan José Vivas, ex-secretario particular del ex-vicepresidente Gustavo Noboa y ex-secretario particular del hoy presidente Gustavo Noboa. Denunciado en varias ocasiones, incluso hasta por otro ex-presidente (Dr. Oswaldo Hurtado) de dirigir el espionaje electrónico y telefónico a la oposición política, las organizaciones indígenas, grupos sociales y ONGs, así como de operar la desestabilización de Mahuad desde la anterior Vicepresidencia. Puso su renuncia "voluntaria" en pleno levantamiento indígena de febrero de 2001. Juan Manrique, hasta hoy ministro de Gobierno y ex-asesor de ese mismo ministerio, en la época de los halcones: Luis Robles Plaza y León Febres Cordero, durante la desconocida "Noche y Niebla" ecuatoriana. Sharon: monumental cantante chichera de éxito coyuntural, como dirían los sociólogos -o "desequilibrados mentales", según nuevo concepto sociológico creado recientemente por el Gral. Norton Narváez, jefe del Ejército ecuatoriano. Sharon (y no Narv áez o los sociólogos), mantiene un cuerpo del delito que ya se quisieran Miss Madeleine Albright y doña Joyce de Ginatta. Sus éxitos musicales son coreados por miles de candidatos a emigrantes, en los festivales 10/10 de Quito, Guayaquil, Cuenca y Perú. |